¡A lo loco! Francia sigue siendo el país más turístico del mundo, París la ciudad más turística y, como forastero, la Torre Eiffel el lugar más visitado. Con una cincuentena de lugares inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, el país acoge cada año a más de 80 millones de turistas (sin contar la crisis sanitaria). Entre las joyas de su patrimonio figuran el puerto de Marsella, la ciudad antigua de Nîmes y la ciudad imperial de Metz, el bosque de Fontainebleau y el castillo de Vaux-le-Vicomte, el Parque Nacional de los Ecrins en los Alpes y el Parque Nacional de Port-Cros en el Mediterráneo, sin olvidar Sainte Victoire, la emblemática montaña de Aix-en-Provence, o la montaña bretona del Mont-Saint-Michel, e incluso Lourdes y su gruta, en el registro del turismo espiritual. ¡Y tantas otras joyas! El Museo del Louvre, el Futuroscope, el Castillo de Versalles, magníficos parques de atracciones y zoológicos, centros culturales de renombre y balnearios de lujo. Uno de los aspectos más destacados de este destino es, por supuesto, su gastronomía. La gente viene de lejos para degustar los menús de sus chefs con estrellas Michelin, o simplemente para conocer a los productores en sus granjas o a los viticultores en sus fincas. ¡Hay tanta felicidad posible en Francia! Un café en una terraza del Marais parisino, una docena de ostras en Cancale, ir de compras con los grandes diseñadores, una excursión por un pinar de las Landas o por el mundo mineral de la alta montaña. No es de extrañar, pues, que este país ligeramente chovinista se proclame el más bello del mundo.