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Alta densidad y envejecimiento de la población

En 2022 vivían en Italia 58.983.122 personas, según el Istat, el Instituto Nacional de Estadística italiano. La densidad de población (195 habitantes/km²) es una de las más altas de Europa y la población es principalmente urbana. Como era de esperar, las ciudades más pobladas del país son Roma (2.746.896 habitantes en 2022) y Milán (1.353.718 habitantes en 2022), las únicas que superan el millón de habitantes. Nápoles es la tercera, con 914.406 habitantes en 2022. La red urbana italiana está formada por un gran número de ciudades de tamaño medio, como Bolonia, Génova y Florencia. Dependiendo de la región y de la geografía local, hay cada vez más diferencias de densidad en todo el país. Por ejemplo, la más bien rural Cerdeña tiene una densidad de 68 habitantes/km², mientras que Lombardía tiene una densidad de 418 habitantes/km². A pesar de esta densidad bastante alta, el país se ve afectado por una importante crisis demográfica, que ha sido noticia recientemente: el número de nacimientos está disminuyendo. La tasa de natalidad en Italia es la más baja de Europa y una de las más bajas del mundo. El país está preocupado por ello y, en un intento de animar a las familias a expandirse, ha propuesto recientemente ayudas económicas. Es un hecho que el país está envejeciendo: en diez años, la edad media en Italia ha pasado de 43 años en 2011 a ¡46 en la actualidad! Liguria, en el noroeste del país, tiene la población más envejecida, con una edad media de 49,4 años. Aunque la esperanza de vida en Italia es excelente, 82,4 años al nacer (79,7 años para los hombres y 85,2 años para las mujeres), la población italiana está disminuyendo, y este declive demográfico se ha acelerado desde la pandemia del Covid-19. Entre 2021 y 2022, el país perdió 253.000 habitantes, el equivalente a la ciudad de Venecia. La crisis económica y la falta de certidumbre de los jóvenes sobre su futuro son también factores coadyuvantes. Además de este déficit de natalidad, la población italiana también disminuye cada año como consecuencia de la marcha de muchos de sus jóvenes licenciados que deciden iniciar o continuar su vida profesional en el extranjero. Esta tendencia tiene un nombre: la "fuga dei cervelli " (la fuga de cerebros). Para convencer a sus expatriados de que vuelvan al país, Italia ha introducido recientemente medidas fiscales ventajosas para ellos.

Flujos migratorios

Los flujos migratorios, tanto internos como externos, siempre han sido numerosos en el país. La diáspora italiana es numerosa en todo el mundo y, según el AIRE (el registro de italianos en el extranjero), hoy viven en el extranjero casi 6 millones de italianos. Dentro de su propio territorio, Italia también ha experimentado un gran movimiento interno desde los años sesenta. Aunque el país atravesaba entonces un periodo económico muy próspero, la brecha entre el Norte y el Sur seguía creciendo. Mientras muchos italianos del Sur ya habían abandonado el país, por ejemplo hacia Estados Unidos o Francia, otros decidieron trasladarse al Norte para encontrar trabajo en el triángulo industrial formado por las ciudades de Turín, Génova y Milán. Entre 1951 y 1961, el número de italianos del sur que vinieron a probar suerte en el norte se calcula en 2 millones, de los cuales 600.000 en Milán. Estos últimos fueron víctimas del racismo a diario: se les llamaba terroni ("asnos de tierra") y su integración social y acceso a la vivienda fueron especialmente difíciles. La población lombarda es el resultado de este movimiento demográfico, y muchas familias milanesas tienen orígenes calabreses, napolitanos o sicilianos. Como la tasa de desempleo es más elevada en el Sur, un gran número de jóvenes del Sur siguen decidiendo trasladarse a las regiones del Norte por necesidad profesional. Hay que señalar, sin embargo, que el desarrollo del teletrabajo durante la pandemia ha revitalizado el sur del país, que acoge cada vez a más trabajadores jóvenes.

Italia también se ha convertido, por su posición geográfica, en una puerta de entrada a Europa para muchos emigrantes que desembarcan en sus costas. Es uno de los principales protagonistas de la crisis migratoria que afecta actualmente al continente. Su política de inmigración se ha endurecido con los años, provocando debates cada vez más frecuentes, tanto en el país como en el seno de la Unión Europea.

Lengua y dialecto comunes

Italia es un país reciente, unificado en 1861. En el momento de la Unidad, sólo el 10% de la población hablaba italiano, según un estudio de Arrigo Castellani, filólogo y lingüista. Entre ellos, algunos habían aprendido italiano en la escuela y los demás eran toscanos, por lo que se les consideraba hablantes nativos. De hecho, el toscano se considera el dialecto más cercano al italiano moderno y el responsable de su desarrollo y difusión. Fue la lengua de Dante Alighieri, a menudo llamado el "padre de la lengua italiana", y de su famosa Divina Comedia , que permitió al italiano establecerse como idioma literario gracias a su influencia mundial.

Como diversos testimonios de la historia plural de Italia, existen muchos dialectos en el país, algunos de los cuales aún se hablan en la vida cotidiana. Estos dialectos cambian de una región a otra, e incluso de un pueblo a otro, y constituyen un tejido lingüístico de una riqueza única. Según algunos estudios, ¡hay más de 1.500 en todo el país! Así que, aunque sea bilingüe en italiano, los dialectos veneciano, napolitano o calabrés le resultarán totalmente desconocidos Estos dialectos siguen siendo muy utilizados y se transmiten de generación en generación. A menudo se considera que la televisión y los medios de comunicación han sido el motor de la transmisión del italiano como única lengua del país. Sin embargo, los dialectos siguen siendo una referencia cultural e histórica esencial para entender Italia. Además, hay que tener en cuenta que algunas regiones, por su situación geográfica, son bilingües. Por ejemplo, la población del Valle de Aosta suele dominar el francés y en Trentino-Alto Adigio el alemán es la segunda lengua local.