Una isla expuesta a muchos riesgos y presiones
Situada en el punto de subducción entre las placas tectónicas caribeña y americana, Martinica está expuesta a varios riesgos naturales: terremotos, tsunamis y huracanes tropicales, todos ellos cubiertos por planes de prevención. La actividad humana también altera el equilibrio natural. La presión humana, sobre todo la agricultura y la urbanización, intensifica la erosión del suelo, fragmenta los hábitats naturales y aumenta la contaminación. Especies invasoras como la Miconia y el sargazo también amenazan la biodiversidad local. El turismo ejerce una presión adicional sobre los recursos hídricos y energéticos, al tiempo que genera residuos que deben reciclarse.
Espacios para proteger el equilibrio natural
Martinica, uno de los puntos calientes de la biodiversidad mundial, está tomando medidas para preservar la dinámica evolutiva de los organismos vivos. Para ello se han creado las reservas naturales nacionales de la península de Caravelle y los islotes de Sainte-Anne, así como la reserva marina Albert Falco en Prêcheur. El Monte Pelée y los Pitones del Norte de Martinica serán reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2023. El Parque Natural Regional de Martinica pretende conciliar la protección del medio ambiente con las actividades económicas, sobre todo a través de proyectos de ecoturismo.
Los desafíos ambientales de la agricultura
El cultivo intensivo de caña de azúcar y plátanos, unido a la urbanización que ha acompañado al desarrollo de la isla, han provocado la deforestación, la degradación del suelo y la contaminación ambiental. Las aguas de escorrentía cargadas de insumos químicos (semillas, fertilizantes, pesticidas) han contribuido a la eutrofización del litoral mediante un aporte excesivo de nutrientes al agua, lo que ha provocado el agotamiento del oxígeno, la proliferación de plantas y el desequilibrio de los ecosistemas marinos. La contaminación ambiental por clordecona, un insecticida utilizado de 1972 a 1993 para combatir el gorgojo del plátano, sigue siendo un importante problema medioambiental y sanitario. Su uso ha contaminado el suelo, las aguas subterráneas y toda la cadena alimentaria. La exposición a la clordecona es también un factor de riesgo para la salud. Su estabilidad molecular hace que permanezca en el suelo, por lo que es necesario vigilar las zonas contaminadas. El Gobierno francés dispone de un mapa de las zonas contaminadas. Se ha elaborado un "Plan IV Clordecona" para el periodo 2021-2027, con el objetivo de continuar e intensificar las acciones ya emprendidas para limitar la exposición de los residentes a este plaguicida. En el noroeste de la isla, la comuna de Fonds-Saint-Denis, a salvo de la clordecona, alberga la asociación Lasotè, que promueve una agricultura ecológica basada en la transmisión de conocimientos ancestrales y el uso de especies locales adaptadas.
La invasión de los Sargazos o el símbolo de la contaminación global
Sargassum, Sargassum fluitans y Sargassum natans: Martinica tiene que hacer frente a los ocasionales varamientos de esta alga que acapara titulares en sus costas. Y con razón La proliferación de estas algas pardas tiene repercusiones económicas directas en las actividades balnearias, el turismo, la pesca y la navegación. También tiene repercusiones medioambientales (alteración de la biodiversidad local) y riesgos para la salud de las personas expuestas. Se cree que este fenómeno está relacionado con la agricultura intensiva en la Amazonia. La deforestación masiva y el uso intensivo de insumos (fosfatos y nitratos) provocan la lixiviación del suelo. Estos efluentes llegan a los ríos amazónicos y luego al océano, donde crean condiciones favorables para el desarrollo del sargazo. Las corrientes transportan las algas hasta el mar Caribe. Las nieblas de arena, episodios de contaminación vinculados a las tormentas de arena del Sáhara que afectan a las Antillas en mayo y junio, también contribuyen al desplazamiento del sargazo.
Los retos energéticos del territorio: alejarse de la dependencia del petróleo
Martinica ha dependido durante mucho tiempo en gran medida de los combustibles fósiles, sobre todo de productos petrolíferos importados utilizados principalmente en el sector del transporte. Sin embargo, la isla ha emprendido ahora su transición energética, alcanzando el 25% de energías renovables en 2019, con el ambicioso objetivo del 100% para 2030. Para lograrlo, Martinica está desarrollando activamente las energías renovables (fotovoltaica, eólica y biomasa), al tiempo que controla su demanda energética mediante la instalación de calentadores de agua solares y LED, que ya han reducido el consumo. La movilidad sigue siendo un reto importante: descarbonizar el transporte significa fomentar el uso del transporte público y la movilidad activa en lugar del coche privado, así como promover los vehículos eléctricos. Consciente de que cada contribución cuenta, Martinica también invita a los turistas a participar en los esfuerzos colectivos para reducir el consumo de energía.
Martinica ante el cambio climático
El calentamiento global podría tener un gran impacto en Martinica, sobre todo con la intensificación de los fenómenos extremos (ciclones tropicales, huracanes). La subida del nivel del mar y la erosión costera podrían acabar amenazando las infraestructuras y los recursos, así como todas las actividades humanas (agua y biodiversidad) en las partes bajas de la isla.
Para una "ecología descolonial"
Conceptualizada por el investigador martiniqués Malcom Ferdinand, la ecología decolonial combina "la necesidad de preservar el equilibrio ecosistémico de la Tierra y la exigencia decolonial". Este enfoque representa una ecología comprometida que va más allá de la simple lucha por el clima al integrar las luchas sociales, feministas y antirracistas. Su principio fundamental es incorporar al pensamiento medioambiental "la destrucción humana o medioambiental" causada por diversas formas de dominación: imperialismo, colonización y esclavitud. Este concepto es especialmente pertinente para la historia de Martinica.