La llegada del cine en la época del imperio colonial francés

La historia comienza con los hermanos Lumière que, en 1897, filmaron las primeras imágenes del Grand Socco (zoco) y del Petit Socco, que aparecen en la película Le Cavalier marocain (El caballero marroquí). Desde entonces hasta los años 40, la mayoría de las películas producidas en Tánger y Marruecos en general se basaron en el cine colonial francés. Este cine abordaba a menudo los mismos temas: los conflictos entre "tribus", el papel civilizador de la metrópoli francesa, pero también la vida cotidiana de médicos y soldados, etc., tanto a través de documentales como de ficciones. Este tipo de cine se desarrolló tanto con fines propagandísticos como de entretenimiento. La producción fue más prolífica en el Magreb, antes de extenderse a otras colonias francesas de África y Asia.

Localmente, las películas se proyectaron primero en los sótanos de los cafés, en los puestos de las ferias y en los teatros, antes de que aparecieran las primeras salas de cine en los años treinta.

Democratizar el cine

Entre los teatros se encontraban el Cervantes, el Alcázar, el Rif, el París, etc. El número de grandes pantallas aumentó durante este periodo, con los spaghetti western y las películas americanas, así como las películas árabes, egipcias y libanesas, las producciones de Bollywood y, a partir de los años 70-80, las películas de kung fu de Hong Kong.

Las primeras estructuras de producción se crearon en Marruecos ya en 1944, con el Centro Cinematográfico Marroquí de Rabat, el equivalente de nuestro CNC. Pero no fue hasta después de la independencia del país, en 1958, cuando se produjo el primer largometraje marroquí, dirigido por Mohamed Ousfour y titulado Le Fils Maudit (El hijo maldito), que cuenta la historia de un joven que se convierte en matón al verse expuesto a la delincuencia por la negligencia de sus padres. Poco a poco, la situación se agrava hasta culminar en el crimen. En esta película de cincuenta minutos de duración, Mohamed Ousfour se pone varios sombreros: guionista, director, productor y director de fotografía.

El primer festival de cine mediterráneo se celebró en Tánger en 1968. Desde entonces, la industria cinematográfica ha ocupado un lugar de honor en el país.

Sin embargo, con la progresiva imposición de la ley de Casablanca sobre la distribución de películas (las copias se proyectan primero en Casablanca antes de llegar a Tánger, a veces en mal estado), los tangerinos pierden interés por los cines, que tienen mala fama, y algunos se ven obligados a cerrar. Incluso hoy en día, los cines se consideran a veces poco populares. La piratería cinematográfica masiva es también un obstáculo para la proyección de películas en las salas.

La Cinemateca de Tánger, un lugar emblemático

Durante la primera mitad del siglo XX, Tánger fue un lugar de intensa efervescencia cultural, pero desde entonces la ciudad ha languidecido claramente. Pero un grupo de artistas está decidido a reavivar la llama Por iniciativa del artista tangerino Yto Barrada, el director y productor marroquí Latif Lahlou y el productor francés Cyriac Auriol, el instituto se creó en 2006. Desde entonces, la Cinémathèque se esfuerza por cumplir su misión de difundir la cultura cinematográfica marroquí a escala nacional e internacional a través de una colección de documentales, películas de artistas y películas experimentales, además de ofrecer talleres educativos, mesas redondas y encuentros con profesionales. La Cinemateca es ante todo un lugar de encuentro y de apertura a la cultura.

Desde hace algunos años, Tánger acoge también el Festival Mediterráneo de Cortometrajes, que poco a poco va insuflando nueva vida al séptimo arte, prueba de una voluntad real de poner en movimiento la vida cultural de la región.

Películas internacionales

A pesar de la censura que a veces se impone por motivos religiosos cuando se proyectan películas en las salas de cine, muchas películas extranjeras se han rodado en Marruecos, principalmente en los estudios de Ouarzazate, pero también a veces en el propio Tánger. Entre ellas figuran la película de James Bond de 1987 Matar no es jugar, Gladiator (1999) de Ridley Scott y El ultimátum de Bourne (2006) protagonizada por Matt Damon. En un tono más nocturno, Only Lovers left Alive, de Jim Jarmusch, muestra a Eve, alias de Tilda Swinton, despertando en su dormitorio de Tánger, lleno de libros. La película muestra las calles de Tánger de noche, cuya atmósfera melancólica se adapta perfectamente a esta historia de vampiros. En 2015, James Bond regresó a Marruecos en Spectre. El palacio de Abdeslam Akaaboune se convirtió en el hotel L'Américain para la ocasión, mientras que varios hoteles locales acogieron al equipo de rodaje, entre ellos el Minzah, el Mövenpick y el Villa Joséphine, durante apenas 10 minutos de la película ambientada en Tánger.

André Téchiné vuelve regularmente a la ciudad, donde se ambientan algunas de sus películas más importantes: Loin (2001), y ese mismo año Le Café de la plage, cuyo guión escribió para el director Benoît Graffin.

Más recientemente, The Rhythm Section (2020), protagonizada por Blake Lively y Jude Law, está ambientada en Tánger y recuerda a la saga de Jason Bourne.

Producción nacional

En el frente de la producción nacional, una nueva generación de directores explora temas íntimos y complejos, como el director franco-marroquí Nabil Ayouch, cuya película Ali Zaoua, prince de la rue (2001) ha ganado varios premios. La película cuenta la historia de unos niños de la calle que sueñan con una vida mejor. Sus temas, que a menudo abordan cuestiones delicadas de la sociedad marroquí, le granjearon cierto recelo por parte de las autoridades marroquíes. En 2021, su largometraje Haut et Fort participó en la 74ª edición del Festival de Cannes, convirtiéndose en la segunda película marroquí (excluidos los documentales) preseleccionada para la Palma.

Otras jóvenes directoras como la talentosa Narjiss Nejjar, directora de la Cinemateca de Rabat desde 2018, con su película Les Yeux secs, estrenada en mayo de 2005 y a la que siguió Wake up Morocco, estrenada en 2006, o Leila Marakchi, con su película Marock, han cambiado la tendencia y se han atrevido a hablar de temas que todavía hoy son tabú en la sociedad marroquí: la sexualidad, la prostitución, la pobreza y la juventud dorada. La censura, antes rampante, es cada vez menos sistemática gracias a las coproducciones extranjeras, en particular francesas.