Western Leon est un village dans le désert de Tabernas où Sergio Leone a tourné ses westerns. © D-VISIONS - shutterstock.com.jpg
Antonio Banderas au 57e Festival de Berlin pour son film Summer Rain. © Denis Makarenko -shutterstock.com.jpg

¿Un folclore engorroso?

Andalucía, con sus regiones calientes y, por así decirlo, bañadas por el sol, se recrea sin embargo en las españoladas, término con el que se designan aquellas obras que, en la tradición del Romanticismo y de Carmen, por ejemplo, fantasean con una España hecha de cachivaches. Anecdóticas, capitalizan una mitología asociada a la región, vendiendo una y otra vez los mismos lugares comunes. Al fin y al cabo, se trata de una vieja tradición en España, conocida como costumbrismo, que consiste en sustituir la realidad por el folclore, a veces partiendo de cero. Al público le encanta, y es lógico que se le trate así. La reina mora (José Buchs, 1922), inspirada en una zarzuela, un tipo de teatro cantado español, contribuyó a allanar el camino al cine. Más tarde, Florián Rey, de La Almunia, se convirtió en un especialista en este género, y su primera película sonora, por ejemplo, fue Fútbol, amor, toros (1929) -aunque no está claro si el orden importaba-. También lanzó la carrera de una de las estrellas de la época, conocida por el seudónimo de Imperio Argentina. Cantante y actriz, se dio a conocer en una adaptación de Carmen, Noches en Andalucía (Herbert Maisch, 1938), rodada en parte en Sevilla, pero sobre todo en estudios de Alemania -señal de la popularidad de las películas llenas de color local en el extranjero- y cuyos números musicales siguen teniendo cierto interés.La españolada nunca sería tan popular como en los años 50 y 60, en películas con títulos evocadores cuando no legendarios, como El turismo es un gran invento (Pedro Lazaga, 1968) o Cuarenta grados a la sombra (Mariano Ozores, 1967).

Andalucía disfrazada

Una famosa película, ambientada en Castilla, satiriza divertidamente este gusto por el pintoresquismo andaluz. Bienvenido Mr Marshall (Luis García Berlanga, 1953) narra el engaño al que se ven reducidos unos aldeanos castellanos para obtener subvenciones americanas: para halagar su gusto por el folclore, se improvisan como un típico pueblo andaluz. ¿Es esta reversibilidad un indicio de la capacidad de Andalucía para transformarse y adoptar todo tipo de disfraces? La lista continúa: Lawrence de Arabia (1962), de David Lean, recrea el desierto de Jordania en las dunas de Cabo de Gata, Damasco gracias a la complicidad del Hotel Alfonso XIII de Sevilla, o un pueblo oriental en la playa de El Algarrobico. Animado por su éxito y visiblemente inspirado, Lean volvió a rodar Doctor Zhivago (1965), en la que los paisajes naturales de las provincias de Cádiz y Granada sirvieron para representar los Urales. El spaghetti western utilizó estos paisajes salvajes y espectaculares, en particular los de Sierra Nevada, para representar el Oeste americano. Sergio Leone, por ejemplo, recorrió Andalucía, sus pintorescos pueblos y el desierto de Tabernas en busca de localizaciones para sus westerns, entre ellos la trilogía que le hizo famoso (Por un puñado de dólares, 1964 / Por unos dólares más, 1965 / El bueno, el malo y el feo, 1966), o Érase una vez la revolución (1971), en la que la estación de ferrocarril de Almería asume el papel del banco que codician los protagonistas. Este legado ha dado lugar a la creación de parques de atracciones y circuitos turísticos, así como a un homenaje de Álex de la Iglesia, 800 balas (2002), en el que antiguos dobles de cine defienden los decorados abandonados de aquella época amenazados de destrucción. Qué más lógico, pues, que haber recreado universos imaginarios en La guerra de las galaxias(Attack of the Clones, Georges Lucas, 2002) o Juego de tronos -o incluso ilógico encontrar a Tom Cruise, que parece tenerle mucho cariño a la ciudad, en Sevilla durante la Semana Santa en medio de desfiles que en realidad tienen lugar... en Valencia(Knight and Day, James Mangold, 2010)-. En Muere otro día (Lee Tamahori, 2002) Halle Berry emerge del agua en una playa andaluza, que se supone está en Cuba, como confirma la visión del Castillo de Santa Catalina un poco más tarde. Por el contrario, Destino (1997), de Youssef Chahine , que presenta una imagen poco frecuente de Andalucía bajo la dominación árabe, no se rodó en la región. Hollywood hace caso omiso de la verosimilitud, y Andalucía, tierra de leyendas, lo hace con orgullo. La Plaza de España, el Alcázar y los baños de doña María de Padilla en Sevilla, la Alhambra de Granada nunca pasarán de moda.

¡Abajo las máscaras!

Así que les toca a los directores españoles arañar la superficie de este algo... digamos... postizo. La Sabina (José Luis Borau, 1979), que evoca una leyenda local sobre una mujer dragón, fue una producción de gran presupuesto inusual para su época. Carlos Saura dedicó una trilogía al flamenco, con Noces de sang (1981), Carmen (1983) y L'Amour sorcier (1986), a la que siguieron varios documentales. Pedro Almodóvar sólo ha hecho breves incursiones en la región, para La ley del deseo (1987), mientras que la profundamente conmovedora Hable con ella (2002) está ambientada en parte en Córdoba y la provincia circundante: una boda tiene lugar en el santuario de la Virgen de Araceli. La casa de los padres en Julieta (2016) está ambientada en la pequeña localidad de Mairena del Alcor. La tranquilidad de un mafioso inglés que disfruta de un apacible retiro en el pueblo de Agua Amarga se ve alterada por la llegada de uno de sus antiguos compañeros de la excelente Sexy Beast (Jonathan Glazer, 2000). Tras convertirse en una estrella internacional, Antonio Banderas regresó a Málaga para rodar una historia de aprendizaje de inspiración autobiográfica(Lluvia de verano, 2006). Capitán Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006), un fresco histórico protagonizado por Viggo Mortensen, se centra en pueblos de la provincia de Jaén como Úbeda y Baeza. Blancanieves (Pablo Berger, 2012) es una variación barroca y muda de Blancanieves ambientada entre los toreros de la Sevilla de los años veinte. Es curioso que el otro gran director español, Víctor Erice, nunca pudo rodar la segunda parte de El Sur (1988), ambientada en la región, por falta de dinero, y ahora pasará a engrosar el panteón de películas inacabadas y míticas como el Quijote de Orson Welles. El cine social también se desarrolló en los años 90 y 2000. Chus Gutiérrez evoca la cultura gitana en Alma gitana (Chus Gutiérrez, 1996), Solas (Benito Zambrano, 1999), o los dramas de la inmigración ilegal en Retour à Hansala (Chus Gutiérrez, 2008), Andalucía (Alain Gomis, 2007) o Andalousie, mon amour (Mohamed Nadif, 2011). La Isla Mínima (Alberto Rodríguez, 2014), un thriller policíaco de gran éxito ambientado en las marismas y arrozales del Guadalquivir, es una prueba más de la predilección de los españoles por el cine de género. Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez-Lázaro, 2014), un éxito cómico bastante reciente, tiene cierto interés en la medida en que se burla de los tenaces estereotipos sobre los andaluces.