Statue d'Ibn Hazm à Cordoba. © Matyas Rehak -shutterstock.com.jpg
Sculpture de l'artiste Pedro Requejo Novoa en hommage à Juan Ramon Jimenez et son livre Platero y yo, à Moguer. © Lux Blue - shutterstock.com.jpg

Los orígenes

Séneca el Viejo nació en Córdoba, en tierras romanas, hacia el año 60 a.C. Si bien el valor de sus Sentencias, divisiones y colores de oradores y retóricos, controversias ficticias que enseñan el arte de la argumentación, es innegable, la gracia de sus descendientes es particularmente memorable. Es insólito tener como hijo a un filósofo y como nieto a un poeta de otra rama. El primero, Séneca, llamado a veces El Joven para distinguirlo de su padre, nació también en Córdoba, pero fue en Roma donde se educó y emprendió una carrera política de intrigas y malas compañías, cuya proximidad a Nerón le condenó al suicidio en abril del 65. A pesar de estas vicisitudes, y de un exilio de ocho años en Córcega, encontró tiempo para escribir las nueve tragedias que han llegado hasta nosotros(Medea, Fedra, Edipo, etc.), su tratado científico en siete libros, Las cuestiones naturales, y sobre todo sus diálogos, cuyas frases siguen siendo tan actuales. Se inspiró en el estoicismo griego, pero fue una auténtica filosofía romana la que desarrolló, combinando moral y sabiduría, felicidad y razón. Su sobrino Lucano corrió la misma suerte trágica: el emperador le ordenó cortarse las venas. A pesar de su precoz talento, no tuvo tiempo de completar su epopeya, Farsalia, que no se publicó hasta después de su muerte, a los 25 años.

La literatura nos permite saltar en el tiempo, y Al-Andalus, la futura Andalucía, que encontramos en el siglo X, se había convertido en territorio árabe tras su conquista por los árabes en 711. Unos siglos más tarde, en 1930, el madrileño Emilio García Gómez publica Poemas arabigoandaluces, una obra de gran éxito que cita a algunos de los poetas más importantes de la época, entre ellos Ibn Hazm (994-1064). Su poesía y la universalidad del amor que canta, ese que "empieza en broma y acaba gravemente", han resistido el paso del tiempo, y Babel publicó Le Collier de la colombe (El collar de la paloma) en traducción de Gabriel Martinez-Gros. En la antología de García Gómez destaca otro nombre: Al-Mutamid ibn Abbad, que heredó el trono de Sevilla en 1068. Las proezas armamentísticas del emir no le impidieron mostrar una gran sensibilidad, como atestigua su poesía, y su relato del exilio aún nos toca de cerca. Sólo dos nombres, como invitación a sumergirse en una época rica en múltiples influencias y en la belleza del mestizaje cultural.

Pero el tiempo de la Reconquista ya se vislumbraba, pues poco a poco, durante la Edad Media, los Reyes Católicos reconquistaron los territorios ocupados por los musulmanes. Fue en 1207 cuando Per Abad transcribió El Cantar de Mio Cid, la chanson de geste más antigua de la literatura española. Este incunable fragmentario, escrito en castellano medieval, ensalza el valor de Rodrigo Díaz de Vivar y la epopeya que le llevó a reconquistar Valencia, donde reinó hasta su muerte en 1099. Cuatrocientos años después, cayó el último reducto moro y Abû Abdil-lah entregó las llaves de Granada a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Ese mismo año, 1492, Antonio de Nebrija publicó su famosa Gramatica castellana, la primera vez en Europa que una lengua vernácula era objeto de un tratado gramatical.

Edad de oro, declive y renacimiento

En 1528, Francisco Delicado, cordobés exiliado en Roma, publicó en Venecia La Gentille Andalouse. Esta trama breve y llena de diálogos es interesante no sólo porque sigue los pasos de La Celestina de Fernando de Rojas, sino también porque prefigura lo que se convertiría en uno de los géneros más populares en España: la novela picaresca. El pícaro es una figura literaria que casi merece el calificativo de antihéroe, ya que presenta algunas de las características del pícaro. Viviendo al margen de la sociedad, a veces a costa de ella, no duda en utilizar la astucia para conseguir sus fines, aunque a menudo se arrepienta después. El Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, es un buen contrapunto a la novela de caballerías, pues combina el entretenimiento en forma de autobiografía esperpéntica con el discurso moralizante del narrador adulto. Cabe señalar que el autor nació el mismo año (1547) que Miguel de Cervantes, y aunque no es éste el lugar para debatir si el Quijote entra o no en esta categoría específica, es interesante recordar que el propio célebre escritor vivió en Andalucía, y que una parte importante de su trama transcurre allí. Por último, recientes descubrimientos sugieren que La vida de Lazarillo de Tormes, considerada la primera novela picaresca, fue escrita por el embajador Diego Hurtado, nacido en Granada en 1503.

Sevilla fue la cuna del poeta Gutierre de Cetina en 1520, seguido por el dramaturgo Juan de la Cueva en 1543. Este último se liberó de las normas aristotélicas de unidad de tiempo y lugar, y de la forma clásica en cinco actos. También se inspiró en el Romancero y en la mitología para escribir sus comedias costumbristas, la más famosa de las cuales es ElInfamador. En esto prefiguró la originalidad de Lope de Vega (1562-1635), considerado el fundador de la Comedia nueva y que, aunque madrileño, también vivió en Andalucía. Su vida amorosa, cuando menos complicada, no frenó su talento; al contrario, las numerosas pensiones alimenticias que tuvo que pagar quizá expliquen la proliferación de su producción teatral: ¡se le atribuyen más de 1.800 obras! Elogiaba tanto el patriotismo como el sentimiento, y se dice que influyó incluso en los dramaturgos franceses. Otra gran figura de su época, Luis de Góngora, nació en Córdoba en 1561, donde murió, terriblemente disminuido, en 1627. Aunque rara vez se le reconoció la riqueza de sus temas -sus argumentos eran tan escuetos como el de Soledades, que narra el rescate de un náufrago por unos cabreros-, sus coetáneos y su público le admiraron por la frondosidad de sus metáforas, hasta el punto de que se convirtió en el emblema del estilo barroco conocido como cultismo... o gongorismo. Unos años más tarde, en 1630, se estrenó El Burlador deSevilla, del monje Tirso de Molina, que tal vez se inspiró en su estancia en la ciudad para crear esta obra, considerada la primera protagonizada por el mítico Don Juan. La época de influencia cultural española llegó a su fin, según algunos en 1681 con la muerte de Calderón, y el siglo siguiente prometía ser más tranquilo.

El siglo XIX trajo nuevos aires. Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836. Su corta vida -34 años, la mayor parte de ellos transcurridos en Madrid- pasó desapercibida, y sólo después de su muerte, en la tarde de un eclipse, su amigo Casado del Alisal lanzó una suscripción para publicar el Libro de los gorriones (Las rimas) , por el que el poeta es hoy célebre como fundador del lirismo español moderno. Sus Leyendas, por otra parte, se basan en textos que aparecieron por primera vez en periódicos durante su vida, y tienen un aire romántico y sobrenatural, como los primeros escritos de su contemporáneo Pedro de Alarcón (1833-1891), influido por Edgar Allan Poe. Sin embargo, el escritor guadijeño también marcó la transición al realismo, relatando sus recuerdos de la campaña militar en su Diario de un testigo de la guerra de África. Su obra más popular, El tricornio (1874), un jugueteo casi vodevilesco, retoma el tema de un viejo romance y se burla de un adulterio incumplido. Por último, El Clavo suele citarse como la primera novela negra española.

A principios de siglo, España se hallaba en plena Restauración. La flota española sufrió una aplastante derrota a manos de Estados Unidos frente a las costas de Cuba, lo que supuso el fin del inmenso imperio colonial. En ese momento surgió la Generación del 98, de la que el granadino Ángel Ganivet García fue uno de los precursores, al menos desde el punto de vista ideológico si tenemos en cuenta su omnipresente pesimismo. Sus sucesores reflexionaron sobre la decadencia de su patria, se propusieron la regeneración cultural de su pueblo y se agruparon en torno a Miguel de Unamuno. A su lado estuvo el sevillano Antonio Machado, que expresó su admiración por el regreso a la tierra en su célebre Campos de Castilla de 1912. Aunque entonces no tenían conciencia de pertenecer a un movimiento literario, y los caminos que tomaron eran dispares, los autores de esta generación tuvieron el mérito de devolver a España al lugar que le correspondía en un momento en que todo parecía abocado al fracaso. La emulsión intelectual continúa con Juan Ramón Jiménez, nacido en Moguer en 1881, a quien se asocia con la Generación del 14, pero a quien sobre todo se alaba por haber sido galardonado con el prestigioso Premio Nobel de Literatura en 1956 mientras vivía en el exilio. Su poesía está disponible en José Corti, y su joya andaluza Platero et moi está publicada por Seghers. El diálogo entre un hombre y su burro y sus desventuras están teñidos de una suave melancolía que acerca este relato poético a la belleza de El Principito. Luego vino la vanguardista Generación del 27, cuyo movimiento creativo sólo se vio interrumpido por el estallido de la Guerra Civil española en 1936. Una de sus principales figuras fue Federico García Lorca, que fue fusilado cuando sólo tenía 38 años, y murió dos veces porque sus obras fueron prohibidas por el régimen de Franco. Se le recuerda sobre todo por su poesía, por supuesto, pero también por su teatro, en particular por Noces de sang (Gallimard), que narra el drama de un crimen de honor en Andalucía. Su contemporáneo, Rafael Alberti, Premio Cervantes 1983, ha sido publicado en francés por la misma editorial(Marin à terre - L'Amante - L'Aube de la giroflée). Vicente Aleixandre, otro miembro de la Generación del 27, también ganó el premio sueco en 1977.

La guerra dio paso a la dictadura, que a su vez dio paso a la monarquía en 1975. En literatura, una generación siguió a otra, y la segunda mitad del siglo XX en Andalucía estuvo marcada sobre todo por dos hombres, dos grandes escritores. José Manuel Caballero Bonald (1926-2021), nacido en Jerez de la Frontera y autor de unas cuarenta obras, es difícil de encontrar en nuestro idioma, aunque la inestimable editorial Solanhets le ha ofrecido algunas traducciones en los últimos años. Se desenvuelve con soltura tanto en prosa como en poesía, ha ganado varios premios y su estilo barroco es representativo de cierto estilo literario de posguerra. Antonio Muñoz Molina goza de una mayor notoriedad, tras haber sido descubierto por Actes Sud con su primera novela, Beatus ille, y luego reeditado en rústica por Points. Coqueteando con el noir con L'Hiver à Lisbonne, y pasando directamente a la novela policíaca con Pleine Lune, también se muestra tierno, pero preocupado, en En l'absence de Blanca.