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Intérieur de l'église du Monasterio de la Cartuja à Grenade. © LEOCHEN66 -shutterstock.com .jpg
P2  Le casino de l’exposition à Séville. © Dima Moroz -shutterstock.com.jpg

Prehistoria y Antigüedad

La Cueva de la Pileta, cerca de Málaga, es testigo de la presencia humana desde el Paleolítico. Aquí podrá admirar unas magníficas galerías decoradas. El yacimiento de Antequera alberga uno de los mayores conjuntos megalíticos del mundo. Destacan los dólmenes de Menga y Viera (monumento formado por una losa de cubierta sostenida por pilares que forman las paredes de una cámara funeraria) y el tholos de El Romeral (enterramiento circular con bóveda de ménsulas). Los romanos dejaron una huella perdurable en el paisaje de la región. Las míticas haciendas andaluzas son descendientes directas de las villae rusticae, ricas granjas romanas. Los visigodos también dejaron un importante legado arquitectónico: el arco de herradura, muy utilizado posteriormente por los árabes. En Córdoba, los vestigios de la basílica visigoda original de San Vicente Mártir pueden verse en la actual catedral.

Esplendor del Islam

La presencia árabe en Andalucía puede dividirse en tres grandes periodos: el Califato de Córdoba, los reinos almorávide y almohade y el reino nazarí de Granada. Cada uno de estos periodos lleva la impronta específica de su dinastía reinante, pero todos comparten características estilísticas que reflejan la riqueza de la arquitectura islámica. La arquitectura islámica es el resultado del refinamiento alcanzado gracias a avanzados conocimientos técnicos y científicos. Desde el exterior, los edificios islámicos pueden parecer austeros, pero están ricamente decorados: azulejos, paneles de piedra o estuco, mármol, mosaicos, persianas de madera y techos nervados o artesonados. El elemento común más evidente es el arco. Directamente heredado de la tradición visigoda, el arco de herradura morisco deja de ser un elemento puramente sustentante para convertirse en un elemento decorativo, como ocurre con las arquerías ciegas utilizadas a menudo. Evolucionó progresivamente de arco apuntado a arco polilobulado. Su color también evolucionó, pasando del bicolor blanco-rojo a tonos más elaborados. Los motivos decorativos también son muy importantes, ya sean geométricos, epigráficos, en forma de plantas o estalactitas (los famosos mocárabes). El agua también es un elemento esencial en la arquitectura islámica. Purifica, refresca y amplía el espacio gracias a un hábil juego de reflejos. Los estanques y canales son el corazón de los jardines islámicos, réplicas del Paraíso en la Tierra. Maestros de la arquitectura religiosa y defensiva, los árabes dejaron magníficos ejemplos de su refinamiento: la Mezquita de Córdoba (el mayor santuario del Occidente musulmán), laAlhambra de Granada, laAlcazaba de Cádiz y la Torre del Oro de Sevilla (que sirvió de modelo para los castillos fortificados). La presencia árabe también se aprecia en el urbanismo de algunas ciudades andalusíes. El laberinto de callejuelas del barrio del Albaicín de Granada, por ejemplo, sigue dando al centro de la ciudad el aspecto de una medina norteafricana.

Las artes de la reconquista

Aunque los cristianos reconquistaron Andalucía, no expulsaron a los artistas y artesanos moriscos. Impresionados por el refinamiento de su arquitectura, recurrieron a ellos para construir sus edificios, sobre todo los religiosos. Así surgió el estilo mudéjar. Este estilo se mantuvo fiel a la tradición musulmana en cuanto a materiales (yeso, ladrillo, madera), técnicas de construcción (arcos de herradura, arcos apuntados, techos de madera) y, sobre todo, elementos decorativos (motivos geométricos, techos finamente esculpidos, estuco, cerámica). El portal y la torre del alminar, así como los marcos porticados de las ventanas, son también rasgos característicos de este estilo. Otros ejemplos del estilo mudéjar son la iglesia de San Marcos de Sevilla y, por supuesto, el soberbio Alcázar de Sevilla.

Paralelamente al mudéjar, despega el gótico. El primer gótico andaluz se inspira directamente en el modelo cisterciense (grandes rosetones en las fachadas, nave central con dos laterales más bajas, ventanas de crucería). En Córdoba, la iglesia de San Lorenzo, con su pórtico de triple arco, es un buen ejemplo. Pero el ejemplo más famoso del gótico andaluz es, por supuesto, la Catedral de Sevilla (una de las últimas grandes catedrales góticas de España). Su bóveda estrellada, sus pilares fasciculados (formados por cinco columnas pegadas entre sí) y su abundante decoración son especialmente impresionantes. Arte de reconquista por excelencia, el gótico tomaría color nacional con el estilo isabelino. Isabel la Católica, reina de Castilla, quería afirmar su poder. Por eso, el estilo isabelino dio protagonismo a escudos y símbolos heráldicos. El Palacio de Jabalquinto en Baeza, provincia de Jaén, es un buen ejemplo de ello, al igual que la sorprendente Capilla Real construida por Enrique de Egas, que contiene las tumbas de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. De estilo gótico tardío, que a veces también incorpora elementos de estilos moriscos, el estilo isabelino inició la transición al Renacimiento.

El Renacimiento andaluz

Andalucía estuvo fuertemente influenciada por la arquitectura mudéjar y gótica, pero no fue hasta más tarde cuando abrazó los códigos renacentistas, combinándolos con estilos pasados. Es en esta época cuando se dota a la Giralda, torre-minarete almohade, de su campanario de cuatro cuerpos. También aquí Andalucía ofrecería una interpretación singular de los cánones renacentistas de equilibrio y armonía con la aparición del estilo plateresco. Se trata de un arte decorativo de inspiración italiana, con volutas, arabescos y guirnaldas. También se caracteriza por el uso de arcos de medio punto, molduras y el empleo repetido de medallones y escudos. ¿A qué se debe el nombre? Plateresco viene de plata y, sobre todo, de platero, el orfebre. El refinamiento de sus decoraciones cinceladas hace que el Renacimiento plateresco recuerde el preciso trabajo del orfebre. La fachada del Ayuntamiento de Sevilla es un buen ejemplo. Uno de los grandes exponentes de este estilo fue el arquitecto Diego de Siloé, autor de la Catedral de Granada (que inspiró las de Málaga y Guadix) y del Monasterio de San Jerónimo. En la fachada destacan los escudos de los Reyes Católicos, mientras que el primer patio impresiona por sus columnatas de medio punto rematadas con escudos, armas y emblemas de los reyes fundadores. Diego de Siloé no dudó en inspirarse tanto en la Antigüedad como en la tradición lombarda.

Otros dos arquitectos dejarían su impronta en el Renacimiento andaluz, alejándose de la abundancia decorativa del estilo plateresco y acercándose a una mayor pureza. Andrés de Vandelvira ha sido llamado el Brunelleschi andaluz. Al reducir la decoración a su forma más simple, fue capaz de crear grandes espacios que dejaban entrar la luz a raudales en sus edificios de elegancia monumental. Entre sus obras destaca la Catedral de la Asunción de Jaén. Petro Machuca, arquitecto y pintor formado por Miguel Ángel, puede considerarse el verdadero purista del Renacimiento. A él se debe uno de los logros más asombrosos de la época: el Palacio de Carlos V en la Alhambra. Su planta es de una sencillez ejemplar: se trata simplemente de un círculo dentro de un cuadrado, formas muy utilizadas por los maestros italianos como símbolos de pureza y armonía. Pero para los andaluces, acostumbrados a una mayor ostentación, este refinado estilo resulta un poco... ¡extraño!

El Renacimiento fue también el periodo durante el cual Andalucía construyó sus villas urbanas más bellas, con patios rodeados de elegantes y armoniosas galerías porticadas que recordaban la arquitectura romana y árabe, en las que el agua y las zonas ajardinadas desempeñaban un papel central.

Flamboyanes barrocos

La evolución del Barroco andaluz puede dividirse en tres grandes periodos. El primer Barroco fue bastante austero. A menudo se le denomina herreriano, en honor a Juan de Herrera, arquitecto responsable del Archivo de Indias de Sevilla, cuya fachada sobria y rectilínea recuerda a los edificios monumentales y sobrios de la Contrarreforma. Los edificios religiosos de esta época también siguen la sencilla planta rectangular. El Hospital de la Caridad de Sevilla, con su fachada decorada con azulejos, es un ejemplo de la aparente sobriedad de este estilo barroco temprano. Poco a poco, sin embargo, esta apariencia austera se fue suavizando. Se mantuvieron las formas y estructuras sencillas -las cúpulas, por ejemplo, eran muy a menudo de armazón de madera realzada con madera en lugar de piedra-, pero los elementos decorativos se hicieron más elaborados. Alonso Cano es uno de los grandes exponentes de este segundo estilo barroco. Arquitecto, escultor y pintor, a veces se le llamó el Miguel Ángel español. Diseñó la fachada principal de la catedral de Granada. Pero es en su tercera época cuando el Barroco andaluz va a ver su expresión más flamígera (que algunos califican incluso de escandalosa) con la aparición del estilo churrigueresco, llamado así por José de Churriguera (de una gran familia de arquitectos). Este estilo se caracteriza por columnas retorcidas, motivos vegetales enmarcando los portales y formas geométricas entrelazadas. Francisco Hurtado crearía algunos de los mejores ejemplos de este estilo, lleno de decoración y movimiento: la iglesia del Monasterio de la Cartuja de Granada, con su suntuosa decoración de mármoles policromados y capiteles dorados, y la Basílica de San Juan de Dios de Granada, donde el juego de formas convexas y cóncavas estaba pensado para despertar la emoción y la edificación del visitante, tal y como preconizaban los códigos de la Contrarreforma. En Sevilla, Leonardo de Figueroa diseñó el Palacio de San Telmo y elHospital de los Venerables, así como las iglesias de El Salvador y San Luis de los Franceses, cuyas columnas retorcidas y decoración policromada son dignas de admiración.

Historicismo

Desde finales del siglo XIX y hasta la llegada de Franco al poder, se desarrolló en Andalucía una corriente historicista que recurría en gran medida a estilos del pasado, rozando a veces el pastiche. Es el advenimiento de los estilos "neo". El más popular es el neomudéjar, una recreación moderna de la tradición morisca, inseparable de la historia andaluza. En Sanlúcar de Barrameda, el Palacio de Orleans y Borbón, construido entre 1852 y 1876, es un buen ejemplo. También lo es el Pabellón de San Telmo o Costurero de la Reina, diseñado en 1890 por Juan Talavera de la Vega para los jardines del Palacio de San Telmo de Sevilla. Ya en 1909, Sevilla se preparaba para acoger un gran acontecimiento: la Exposición Hispanoamericana de 1929, organizada en el Parque María Luisa y destinada a resaltar los vínculos entre España y Sudamérica. Fue en esta ocasión cuando el movimiento historicista se expresó con mayor brillantez. En 1901, la Estación de Plaza de Armas recibe una nueva fachada que combina el ladrillo y la cerámica de la arquitectura neomudéjar con el vidrio y el hierro de la arquitectura industrial. El Casino de la Exposición se construyó entre 1925 y 1928. Con su gran vestíbulo circular coronado por una cúpula con linterna cubierta de azulejos y su fachada decorada con pilastras y molduras de yeso, es un bello ejemplo del neobarroco. Pero el mayor logro de este periodo es, por supuesto, la Plaza de España, la plaza central de la exposición, que asombra por su forma semiovalada y su gran tamaño... ¡cubre casi 50.000 m²! Su monumental palacio se inspira en las formas del Renacimiento plateresco, al tiempo que incorpora algunas referencias barrocas y, por supuesto, moriscas, como demuestran los dos campanarios que la flanquean, que recuerdan a la Giralda.

Andalucía contemporánea

Mientras que el periodo franquista cercenó la creación arquitectónica, la década de 1960 vio cómo Andalucía se abría al turismo, con un sinfín de edificios sin alma diseñados para acoger el flujo masivo y constante de turistas. En 1987, Sevilla fue elegida oficialmente sede de la Exposición Universal de 1992. Para celebrar la ocasión, la ciudad emprendió importantes obras de construcción y renovación de su red viaria y rediseñó la península de la Cartuja, que debe su nombre al Monasterio de la Cartuja, el mismo lugar donde Cristóbal Colón preparó su segunda expedición. Santiago Calatrava construyó el elegante Puente del Alamillo, que une el casco antiguo con la península. El puente está sostenido en un extremo por un pilón de 138 m de altura inclinado 58 grados, conectado en el otro extremo por una serie de 13 pares de cables. Guillermo Vázquez Consuegra diseñó el Pabellón de la Navegación. Su fachada principal, con vistas al mítico río Guadalquivir, se prolonga con una cubierta metálica curva perforada por cinco grandes vidrieras. Una atalaya completa el conjunto. En el interior, grandes vigas de madera curvadas se extienden a lo largo de 40 metros. La arquitectura debía recordar a los antiguos almacenes portuarios... pero fue recibida sobre todo con circunspección y críticas. LaEstación de Santa Justa fue diseñada por Antonio Cruz y Antonio Ortiz. Los arquitectos imaginaron la estación como una metáfora del movimiento, en la que predominan las formas redondeadas, como las estructuras metálicas ovaladas que cubren los andenes. Por el sobrio uso de los materiales, el diseño de un interior diáfano y organizado y el dominio de las proporciones y los niveles de luz, los dos arquitectos fueron galardonados con el Premio Nacional de Arquitectura.

En el siglo XXI, Sevilla vuelve a soplar un viento de innovación arquitectónica... aunque estos nuevos edificios estén lejos de ser universalmente aclamados. En 2011, la ciudad inauguró el Metropol Parasol, del berlinés Jürgen Mayer. Diseñada en el marco de la remodelación de la plaza de la Encarnación, esta estructura de madera de 150 m por 75 m y 28 m de altura está formada por seis parasoles cuya forma pretendía asemejarse a la de las bóvedas de la catedral... ¡pero que ahora los sevillanos llaman setas! La construcción de esta superestructura -que alberga un museo, un mercado e incluso un restaurante en varios niveles- fue muy criticada, sobre todo por su coste desorbitado. Otra creación polémica es la Torre Sevilla de César Pelli, inaugurada en 2016. Esta torre, de base elíptica y 180 m de altura, atrae las miradas por su altura y su color (está recubierta por un revestimiento de aluminio de color terracota)... lo que tuvo como efecto impedir que el centro histórico de la ciudad fuera clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El caso fue un éxito rotundo... así que el ayuntamiento decidió prohibir la construcción de cualquier nuevo rascacielos que pudiera dañar el panorama histórico de la ciudad.

Porque el patrimonio arquitectónico andaluz es uno de sus mayores activos, muchos arquitectos prefieren hoy rehabilitarlo, como en el caso de Rafael de la Hoz y su renovación del Teatro Góngora de Córdoba, que respeta la función original del lugar a la vez que se integra perfectamente en el tejido urbano histórico.