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Por una curiosa coincidencia, la primera película rodada en Canarias de la que tenemos constancia está dedicada al volcán Chinyero, el tercero más grande del mundo, que tuvo su última erupción justo un año antes, en 1909. Sin embargo, la irrupción de las producciones extranjeras tardó en materializarse. Hasta los años 60, la mayoría de las películas realizadas en Canarias eran alemanas, señal de que la fuerte predilección de los turistas alemanes por el archipiélago no era nueva. Detlef Sierck, más conocido como Douglas Sirk, realizó La Habanera (1937), en la que Gran Canaria desempeñó el papel de Puerto Rico. Esto se convertirá en una constante, como si su aspecto de parque temático, con ambientes variados, privara al archipiélago de su propia identidad, obligándolo a ponerse constantemente diferentes disfraces. Los paisajes salvajes de este archipiélago volcánico lo convierten en un lugar perfecto para representar el enfrentamiento entre el hombre y una naturaleza que le supera. Así, John Huston echará el ancla para rodar las últimas escenas de la famosa Moby Dick (1956) hacia la bahía de El Confital, en Las Palmas. Naturaleza inhóspita, poblada por monstruos también en Un millón de años antes de Cristo. (Don Chaffey, 1966). No importa que los dinosaurios y elhomo sapiens no existieran en esa época, o que el pelo de Raquel Welch no sea nada prehistórico, esta película de aventuras kitsch alcanza la categoría de curiosidad gracias a sus efectos especiales artesanales y, sobre todo, a los paisajes de Canarias en los que se aventura como pionera: los del Parque Nacional del Teide en Tenerife, pero también los de Timanfaya y Lago Verde. Realizó una serie de películas con títulos evocadores(When Dinosaurs Ruled the World, Val Guest, 1970, rodada en Fuerteventura, o The Sixth Continent, Kevin Connor, 1975, en La Palma). Las Islas Canarias parecieron entonces convertirse en un refugio para el cine "bis" o de explotación: el ultraprolífico Jesús Franco llegó a rodar allí algunas de sus películas, cócteles de terror y erotismo. El rocoso rodaje, una costumbre con Werner Herzog, de Les Nains ont commencé petits (1970), tiene lugar en Lanzarote. La película, que relata la revuelta de unos enanos encerrados en un manicomio, es inclasificable. Ese mismo año, George Lautner firmó The Road to Salina, una película que destaca en su obra, en la que las zonas desérticas cercanas a las salinas de Janubio pretenden representar la costa californiana. Cuando se rodó La Chevauchée terrible en Canarias en 1975 (Antonio Margheriti), el spaghetti western estaba en decadencia, pero, como extensión curiosa, el pueblito del Far West, construido para la ocasión y situado en el Cañón del Águila en San Agustín, se transformó en un parque de atracciones, Sioux City, que todavía existe.

La moda de las óperas espaciales

En los años 80, la ópera espacial está de moda. Las Islas Canarias, cuya geología se asemeja a la de Marte en algunos lugares, proporcionan el escenario para Krull (Peter Yates, 1983) o Enemigo (Wolfgang Petersen, 1985). Nada que haya dejado una marca, nada de lo que avergonzarse. Mencionemos un equivalente sueco muy popular de los Bronzés, firmado Lasse Åberg, que sigue el equipamiento de las Islas Canarias de un puñado de turistas. Algunos episodios de la serie inglesa "Doctor Who" tienen como telón de fondo las Islas Canarias. De lo contrario, la isla es testigo de un continuo desembarco de producciones de segunda y tercera categoría, con algunas excepciones, antes de que Juan Carlos Fresnadillo rompa esta rutina con Intacto, un emocionante thriller que finalmente da una visión española. No es sorprendente para un director nacido en Santa Cruz.

Los años 2000-2010

La producción irá entonces viento en popa. La película Los abrazos rotos (2009), un hermoso melodrama de Pedro Almodóvar, que cayó bajo el hechizo de Lanzarote, el pueblo de Arucas y la playa de Famara, puede por fin reclamar el estatus de clásico. Conscientes de que tenían los pies en una mina de oro, las autoridades locales aumentaron los incentivos fiscales y las superproducciones de Hollywood llegaron al archipiélago, como una versión lujosa del cine bis de antaño. Peplums(Furia de Titanes, Louis Letterier en 2010 y su secuela), un episodio de Fast & Furious ( la sexta de Justin Lin en 2013), uno de Star Wars (Solo en 2018 de Ron Howard que vuelve tres años después de rodar una nueva historia inspirada en Melville, En el corazón del océano) o incluso series en ruinas (The Witcherpor citar una). Wild Oats (Andy Tennant, 2016) es una frívola película turística, pero al menos celebra el archipiélago como lo que es. Lo hizo de forma más seria en 2011 El color del océano (Maggie Peren), que contrastaba la vida de los turistas con la de los inmigrantes varados en la isla. El cine ibérico ha mostrado últimamente algunos signos alentadores, con El canto de los pájaros, 2008 de Alberto Serra, actual pope del cine de autor español, una película de terror en 2009 de Gabe Ibáñez y una serie policíaca en 2019 que comparte el nombre de la isla más remota del archipiélago, Hierro, mientras que un fresco histórico -largo- en pantalla grande, Palmeras en la nieve (Fernando González Molina, 2015) muestra una inspiración siempre variable. Por último, en 2019, el cineasta rumano Corneliu Porumboiu dirige Los silbadores, en la que un inspector corrupto de Bucarest es enviado a las Islas Canarias para aprender el silbo.