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2019, el giro a la izquierda

En Canarias, como en el resto de España, la Constitución de 1978 fijó las reglas del juego político. Desde entonces, el país se ha convertido en una monarquía constitucional con Felipe VI como jefe de Estado, sucediendo a su padre Juan Carlos I, tras su abdicación en 2014. La misma Constitución transfirió un importante poder de decisión a las regiones, y desde el 10 de agosto de 1982 las Islas Canarias cuentan con un Estatuto de Autonomía, al igual que las otras 16 regiones españolas.

En el ámbito ejecutivo, el gobierno local lo ejerce el Gobierno de Canarias, encabezado por un presidente, que se reúne alternativamente, cada 4 años, en Santa Cruz de Tenerife o en Las Palmas de Gran Canaria. A nivel legislativo, es el Parlamento (70 diputados elegidos por 4 años y con sede permanente en Santa Cruz) quien domina la materia. Y a nivel administrativo, la comunidad se divide en 2 provincias: la de Tenerife que incluye La Palma, La Gomera y El Hierro, con capital en Santa Cruz de Tenerife, y la de Gran Canaria que incluye Fuerteventura y Lanzarote, con capital en Las Palmas de Gran Canaria. Cada una de las 7 islas también está gobernada por un cabildo, una especie de consejo municipal insular, que goza de cierta autonomía en los ámbitos de la cultura, el turismo, el medio ambiente, la sanidad, las carreteras y el agua, elegido por sufragio universal directo para 4 años.

Las elecciones autonómicas de mayo de 2019 marcaron un antes y un después en la gobernabilidad de Canarias, con Ángel Víctor Torres, PSOE (Partido Socialista Obrero Español), al frente del Gobierno. Tras el acuerdo alcanzado el 20 de junio de 2019 entre el PSOE, primer partido en ganar las elecciones autonómicas, Nueva Canarias, Podemos y Agrupación Socialista Gomera, que le garantizaba los 37 votos necesarios. Las elecciones pusieron fin a 26 años de gobierno de Coalición Canaria, una agrupación de partidos nacionalistas que había ocupado el cargo desde su creación en 1993, a menudo tras un acuerdo con el derechista PP (Partido Popular). También sancionó en parte las sospechas de corrupción que habían salpicado al ex presidente Fernando Clavijo Batalla (concesión del servicio municipal de grúas en La Laguna), así como a antiguos dirigentes históricos (comisiones sobre la constructora OHL). El mismo giro a la izquierda se observó en las elecciones municipales de mayo de 2019. Vieron a los socialistas conquistar la mayor parte del poder municipal, especialmente en las dos capitales, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, y en la mayoría de los municipios más poblados, liderando el 60% de la población a través de 35 municipios. Por otro lado, Coalición Canaria sufrió otro revés al perder sus principales bastiones municipales, Santa Cruz de Tenerife, La Laguna y los tres ayuntamientos de El Hierro.

La preponderancia del turismo

La economía canaria está fuertemente dominada por los servicios, ya que sólo el sector terciario emplea a casi tres cuartas partes de la población activa y genera un porcentaje idéntico del PIB (producto interior bruto). Se trata de una tendencia que viene de lejos y que no ha hecho más que aumentar con los años. Este sector está a su vez fuertemente dominado por el turismo, que representa una media de cerca del 50% de los empleos del sector servicios y el 50% de su PIB. Y más del 30% del PIB global de las Islas Canarias. Aunque las sumas obtenidas no siempre benefician a las islas, ya que las numerosas empresas extranjeras presentes suelen invertir el dinero ganado en su propio país o pagar sus impuestos anuales en sedes situadas en la Francia continental. Además, otras actividades del sector secundario dependen en gran medida del turismo, como la construcción, que da empleo a casi el 8% de la población activa y a casi la mitad de los puestos de trabajo del sector secundario. Aunque esta actividad contribuyó en gran medida a la economía del archipiélago desde finales de los años 90 hasta principios de los 2000, se vio profundamente afectada por la crisis financiera de 2008, que provocó la paralización y el abandono de muchas obras, cuyos "cadáveres" aún pueden verse hoy en día, ya que retirarlos resultaría demasiado caro. En el sector secundario, Tenerife y Gran Canaria concentran el 80% de las empresas industriales y más del 90% de los empleos generados por este sector. La industria también se ha desarrollado en las actividades portuarias y el refinado de petróleo (el centro más importante está en Santa Cruz de Tenerife), así como en la industria alimentaria, asociada a la industria frigorífica. Con un 10% de la tierra cultivada, la agricultura tiene una participación muy pequeña en la economía canaria. Los principales productos son cebada, trigo, vid, patatas, plátanos y tomates, que se comercializan en España y Europa.

Y siempre el suelo y playa

Si la llegada de las élites europeas en busca de tranquilidad y buena salud permitió la instalación de infraestructuras turísticas de lujo en el norte de Tenerife, desde finales del siglo XIX, es un modelo de turismo completamente distinto el generado por el boom turístico, iniciado en los años sesenta con el desarrollo de líneas marítimas regulares, entre las islas y con la Península, y acentuado en los setenta por la multiplicación del transporte aéreo. Esto dio lugar, en cambio, a la creación de numerosos complejos hoteleros en el sur de casi todas las islas para ofrecer vacaciones de sol y playa, a ser posible al menor coste. Aunque a menudo denostado por ciertos profesionales del turismo que querrían sustituirlo por un turismo de calidad, que promoviera la cultura y las riquezas interiores del archipiélago, este modelo anglosajón de desarrollo turístico sigue prosperando. Quizá también porque los ingleses siguen siendo el principal mercado de Canarias. En 2018, Canarias fue el tercer destino español, tras Cataluña y Baleares. Pero también registró su primera caída en el número de turistas: 13,7 millones frente a los 15 millones del año anterior, con los ingleses representando casi el 40%, seguidos de los alemanes, por encima del 20%. Analizado como consecuencia de la reactivación de ciertos destinos mediterráneos, como Turquía y Egipto, provocó una guerra de precios entre islas, que no anuncia necesariamente un nuevo modelo turístico.