La escena política griega

En Grecia, el voto es obligatorio para todos los ciudadanos mayores de 18 años. El Parlamento, el Vouli, se elige por 4 años mediante sufragio universal: elige al Presidente de la República, cuya función es principalmente representativa, por un mandato de 5 años, renovable una vez. El Primer Ministro y el Gobierno ostentan el poder ejecutivo.

Los años de crisis (2009-2019) han sacudido la escena política griega y redistribuido las cartas del poder. Las dinastías Papandreu (PASOK, partido socialista) y Caramanlis/Mitsotakis (Nueva Democracia, partido conservador) habían reinado en la escena política desde la restauración de la democracia.

El partido Syriza, coalición de la izquierda radical liderada por Alexis Tsipras, ganó las elecciones de enero de 2015 con el 36,34% de los votos, tras haber rondado el 4% antes de la crisis. En el punto álgido de la crisis económica, tuvo que hacer frente a una situación desastrosa e intentar encontrar un equilibrio entre una población llevada al límite y unos acreedores que exigían cada vez más austeridad. Aunque finalmente fue destronado por Nueva Democracia (2019), su meteórico ascenso, que sepultó al PASOK en el proceso, fue sin embargo un acontecimiento histórico en el panorama político contemporáneo. En la actualidad, Syriza es el principal partido de la oposición y sigue formando una amplia coalición a la izquierda del espectro político y compitiendo por un puesto en las próximas elecciones (2023).

En 2019, la victoria de K. Mitsotakis vuelve a poner en el punto de mira a la derecha conservadora y liberal. Entre las medidas clave de Nueva Democracia, cabe destacar una política económica basada en las empresas y los ricos, especialmente en materia fiscal, pero también una posición muy derechista sobre el estatuto de la Iglesia ortodoxa, el nacionalismo político y la protección de los refugiados.

En el verano de 2023 se celebrarán nuevas elecciones: en el momento de escribir estas líneas, aún es difícil predecir qué partido será el preferido por los griegos, decepcionados por la gestión de la crisis sanitaria, preocupados por la galopante inflación provocada por la crisis energética desde la guerra de Ucrania y cansados de diversos escándalos político-mediáticos, entre ellos las escuchas telefónicas del Gobierno a periodistas y políticos de la oposición (2022).

El reto humanitario

Una de las principales cuestiones en juego en la política actual se refiere a los refugiados que llegan a las costas griegas: las islas del Egeo Norte son las primeras afectadas por ser la puerta de entrada a la UE más cercana a Turquía y a las zonas de conflicto. En el verano de 2015, cuando Grecia vivía las peores horas de la crisis económica, la crisis humanitaria amenazaba con implosionar: las negociaciones con Turquía calmaron el flujo de llegadas en 2016-2017, pero no aportaron una solución duradera a un problema geopolítico global, que volvió a repuntar en el verano de 2019 y no ha cesado desde entonces.

Tras una primera fase de acogida solidaria por parte de la población local, que compensó la falta de receptividad y atención de Grecia y de la UE en su conjunto, la cuestión de la "gestión" de la migración se está institucionalizando. Las islas de Lesbos, Samos y Quíos acogen a la mayoría de los exiliados e instalan campamentos improvisados que se convierten rápidamente en insalubres y de capacidad limitada. La tragedia del incendio del campo de Moria, en Lesbos, alertó a la población griega e internacional de la situación, que ya era ampliamente denunciada por los profesionales humanitarios.

A lo largo de los años, estos campos se han ido ampliando, agrupándose en zonas específicas y luego transformándose gradualmente en "centros cerrados", o zonas penitenciarias. En el momento de escribir estas líneas, se siguen inaugurando modernos campos de detención en las islas del Egeo Norte: tras la apertura del primer "centro cerrado" de Grecia en Samos, pronto se inaugurarán otros en Quíos y Lesbos.

Grecia ha sido ampliamente condenada por ONG de derechos humanos, organizaciones internacionales bajo la égida de la ONU y numerosas investigaciones por sus prácticas inhumanas, a veces incluso ilegales, en la acogida de estos hombres y mujeres venidos de lejos. Uno de los mayores escándalos, que también implica a la UE en su conjunto, se refiere a la práctica ilegal de las "devoluciones" en el mar, es decir, el retorno o devolución ilegal de migrantes en aguas territoriales turcas por parte de los guardacostas griegos, bajo la égida de Frontex, el organismo europeo encargado de patrullar las fronteras de la UE.

Otro gran escándalo: en 2018, el Estado griego inició un proceso judicial contra 24 trabajadores humanitarios griegos e internacionales en la isla de Lesbos. Fueron detenidos y juzgados por espionaje y tráfico de migrantes en el tribunal de Mitilene (Lesbos). Se trata de una situación absurda, condenada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. En enero de 2023, la justicia griega anuló el procesamiento por espionaje, pero el proceso por tráfico de migrantes seguía en curso.

Relaciones con los vecinos

A pesar de la mejora de las relaciones, no faltan tensiones con Turquía. Sobre todo en las islas fronterizas del Egeo septentrional, que siguen desconfiando de su gran vecino. Las disputas se refieren a la gestión de la crisis humanitaria, en la que turcos y griegos se reparten las responsabilidades y los errores a costa de los emigrantes. Pero lo que produce más tintes nacionalistas se refiere a la soberanía de algunas islas del Egeo, frente a la extensión de las aguas territoriales griegas cerca de la costa turca o los sobrevuelos ilegales del ejército turco cerca de la costa griega. Con la guerra de Ucrania, el puerto de Alexandroupoli, en la frontera entre Grecia continental y Turquía, se ha convertido en una nueva base estratégica para la OTAN. Grecia espera convertirse en una fuerza esencial en el equilibrio de poder internacional para contrarrestar el papel central de Turquía en las negociaciones entre Ucrania y Rusia. Por último, la ocupación turca del norte de Chipre sigue siendo motivo de desacuerdo.

Por otra parte, las relaciones históricamente conflictivas con Macedonia del Norte parecen haberse pacificado por fin. Desde 1991, Grecia se niega a que este país balcánico y eslavo, resultado de la implosión de la antigua Yugoslavia, tome el nombre de la dinastía de Alejandro Magno. De todos los debates nacionalistas de más de 25 años, por fin se ha resuelto la cuestión macedonia: el 25 de enero de 2019, el Parlamento griego ratificó el histórico acuerdo de Prespa, que rebautiza la antigua República de Macedonia como República de Macedonia del Norte... Dos palabras que, esperemos, cierren para siempre esta espinosa disputa.