Ulysse et les prétendants, épisode de l'Odyssée © whitemay - iStockphoto.com.jpg
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La marca de la herencia homérica

Es imposible hablar de Grecia sin mencionar a Homero, autor de laIlíada y laOdisea, que marca la transición de la literatura oral a la escrita. Estas dos obras evocan principalmente los temas de la épica, el viaje y la alteridad. Recuerdan la relación entre los antiguos y los muertos, que se basaba esencialmente en el recuerdo de los difuntos y las ofrendas. Se sabe muy poco sobre la vida de Homero, salvo que vivió en la primera mitad del siglo VIII a.C., concretamente en Esmirna. Algunos especialistas también han planteado la hipótesis de que la figura de Homero se inventó de la nada y que laIlíada y laOdisea fueron obra de varios autores anónimos. Una cosa es cierta: el éxito de estas dos epopeyas nunca ha flaqueado. LaIlíada, que gozó del mayor favor entre los antiguos, celebra las proezas individuales en un estilo enérgico y abundantemente florido. La epopeya narra el último año de la guerra de Troya, exactamente seis días y seis noches. En términos sencillos, este conflicto, que duró diez años, enfrentó a dos pueblos: los aqueos (griegos) y los troyanos. Comienza tras el rapto de Helena, esposa de Menelao, por el troyano Paris. La historia describe las batallas libradas por destacados héroes: Héctor, Áyax, Aquiles...

En cuanto a laOdisea, narra el regreso del héroe Odiseo, que gracias a su astucia (su caballo) pudo penetrar en Troya, a su isla de Ítaca, donde le espera su esposa Penélope. Un regreso que durará diez largos años, jalonados por diversas aventuras. El héroe griego tendrá que enfrentarse a los Cicones, los Lotófagos, los Cíclopes, la bella y encantadora Circe, el reino de los muertos de Hades, las sirenas, Caribdis y Escila... Durante todo este tiempo, la fiel Penélope hará todo lo posible por repeler a todos los pretendientes. Su truco consiste en decir que se casará con un nuevo marido cuando haya terminado su tapiz. Así que, para no terminarlo nunca, todas las noches deshace su trabajo. Es una verdadera inspiración heroica la que estalla en esta Odisea iniciática de un hombre que, en veinte años de guerras y aventuras, nunca desesperó: Ulises, ausente o presente, astuto e invencible, sigue siendo, aunque miserable, el héroe humano por excelencia.

Los grandes nombres de la literatura antigua

Veamos más de cerca a estos autores que dejaron huella en toda la literatura y que siguen influyendo en artistas y pensadores contemporáneos. Empecemos por el filósofo Heráclito (c. 540-480 a.C.): conservamos fragmentos de su obra Sobre el universo, que trata tanto de física o política como de teología. Define el fuego como el elemento primitivo de la materia. El mundo, en perpetuo movimiento y devenir, encuentra su origen y su armonía en el conflicto de los opuestos. Por su parte, Esquilo (ca. 525-456 a.C.) es considerado el fundador de la tragedia griega. De sus 90 obras sólo conocemos siete, entre ellas Los persas y Prometeo encadenado. Dotó al drama de sus estrictas leyes dando mayor protagonismo al diálogo y a la acción. Introdujo la máscara y abrió nuevos caminos en la puesta en escena. ¿Conoce Edipo Rey, Antígona o Electra? Se trata de las obras más famosas del poeta trágico Sófocles (entre 496 y 494-406 a.C.). De las más de cien obras creadas, conocemos siete. A diferencia de Esquilo, en quien los dioses desempeñan un papel primordial en los asuntos humanos, la obra de Sófocles parece influida por el espectáculo de una Atenas democrática en el apogeo de su sistema social y político.

De hecho, fue en una Atenas en decadencia, donde las clases sociales, las tradiciones y las instituciones se tambaleaban, donde Eurípides (480-406 a.C.) compuso sus 92 obras, de las que sólo se conservan 18. Es una obra que rompe con la celebración tradicional del pasado y abre nuevos caminos al cuestionar las pasiones de la gente de su tiempo. La modernidad de su obra le valió fama póstuma. Es conocido por sus obras Las bacantes, Medea, Electra, etc. Pasemos ahora a Sócrates (ca. 470-399 a.C.). Este filósofo ateniense, hostil a toda enseñanza dogmática, nunca escribió ningún tratado de filosofía. Su pensamiento es más conocido por los Diálogos de Platón, las Nubes de Aristófanes y los Memorabiliade Jenofonte. Su método se basa en preguntas que deben llevar a sus interlocutores a superar sus propias contradicciones. En resumen, intentó perfeccionar el lema: Conócete a ti mismo. Acusado de impiedad hacia la religión del Estado y corrupción de la juventud, fue condenado a beber cicuta (planta venenosa de los caminos y escombros) tras negarse a huir por respeto a las leyes de la ciudad. Por su parte, Demócrito (ca. 460-370 a.C.) heredó la tradición filosófica de Jonia. Como no ha llegado hasta nosotros ningún texto original, son Aristóteles y Diógenes Laërce quienes nos han dado a conocer su filosofía. Fundador de su escuela, su pensamiento define la naturaleza como una infinidad de átomos, partículas invisibles, indestructibles y complementarias entre sí, cuyo movimiento en el vacío es el origen de los seres, los mundos y el universo. Para él, la felicidad hay que buscarla en la moderación de los deseos. Quizás menos conocido por el gran público, Aristófanes (c. 445-380 a.C.) fue un poeta satírico muy apreciado en su época. Criticaba la actualidad social y política con humor cáustico. De sus 44 obras, que pertenecen a la comedia antigua, sólo se conservan 11. Sus tendencias conservadoras incluyen atacar a los demócratas en guerra con Esparta en Los acarnienses, burlarse de filósofos como Sócrates y Eurípides en Las nubes y las ranas, y tratar problemas sociales en La asamblea de mujeres. En cuanto a Platón (c. 428-348 a.C.), podemos imaginarlo enseñando en los jardines de Académos, donde había creado su academia, con el dedo levantado, como nos muestra Rafael en La escuela de Atenas. Para él, el conocimiento sólo es concebible si el alma se orienta hacia la contemplación del Bien y de lo Verdadero. Toda su obra está dedicada a transmitir este ideal: La Apología de Sócrates, El Banquete (sobre el amor), La República (sobre la organización del Estado), Las Leyes (sobre las de la ciudad). En cuanto a Aristóteles (384-322 a.C.), fue tutor de Alejandro Magno desde 342, pero, más aún, brillante alumno de Platón. Sin embargo, pronto creó su propia escuela en Atenas, rival de la academia de Platón: el Liceo o Peripatos, una especie de peristilo donde se aprendía hablando y paseando. Aristóteles se interesó por la física, la metafísica, las ciencias naturales y la literatura.

Literatura moderna

La historia de la literatura griega moderna está estrechamente ligada a la cuestión de la lengua. En el siglo III a.C., algunos lingüistas decidieron congelar el griego literario en una especie de fijación arcaica. Se trataba de la katharevousa, totalmente opuesta al griego vivo, que evolucionó a lo largo de los siglos y recibió el nombre de lengua demótica. Esta última triunfó en la literatura a partir del siglo XIX. Pero esta oposición lingüística paralizó en gran medida la expresión literaria griega. Como forma de nacionalismo, la literatura griega también sufrió la falta de identificación nacional ante los múltiples ocupantes (venecianos, genoveses, cruzados, otomanos). La poesía oral griega fue la primera forma literaria moderna que tomó forma. Destaca aquí el papel del poeta del siglo XVII Vitsentzos Cornaros, que en su Erotokritos retoma la tradición de las canciones populares cretenses y rechaza una lengua fija y culta. Estas canciones populares locales tienen una importancia primordial en la aparición de una literatura griega moderna y permiten utilizar la lengua demótica viva y hablada como lengua poética y literaria. La división entre liberales y reaccionarios continuó hasta el siglo XIX. El poeta Dionysios Solomos (1798-1857) siguió los pasos de la canción popular y logró la síntesis poética que permitió la victoria del demotismo. Había nacido la literatura griega moderna Una figura dominó esta nueva generación, que sería famosa hasta alrededor de 1920: el poeta Costis Palamas (1859-1943), cuya obra reflejaba el lirismo nacionalista en boga en el nuevo Estado griego. La generación de 1880 recurrió con gusto al folclore popular, como hizo Alexander Papadiamantis (1851-1911), un maestro en este campo. Se le considera uno de los más grandes escritores griegos modernos y el fundador de la literatura moderna. Fue un escritor prolífico, autor de casi doscientos ensayos, cuentos y novelas. Algunas de sus obras se publicaron por entregas en periódicos, pero muchas se publicaron después de su muerte. Escribió, por ejemplo, novelas históricas como Les Immigrés(1881) y Les Marchands des Nations (1882), pero también dirigió su pluma a la vida y costumbres de su siglo y a las pasiones amorosas. Quienes gusten de sumergirse en la vida de los autores tendrán un gran placer al descubrir su casa en la ciudad de Skiathos, convertida en museo.

Autores contemporáneos

Como un eco de sus antepasados, Grecia fue cuna de dos Premios Nobel de Literatura en 1963 y 1979, George Seferis (1900-1971) y Odysseus Elytis (1911-1996) respectivamente.

Nikos Kazantzakis (1883-1957) también es famoso por su obra más célebre, Alexis Zorba (1946). Constantin Cavafy (1863-1933) sigue dando a la poesía griega sus cartas de nobleza. Por último, Stratis Tsirkas (1911-1980) está considerado uno de los mejores novelistas contemporáneos. Su trilogía Ciudades a la deriva (1960-1965) ganó el premio al mejor libro extranjero en Francia. Incluso escritores más contemporáneos como Vassilis Alexakis (1943-2021), Takis Theodoropoulos, Alexis Stamatis, Ersi Sotiropoulos o Petros Markaris tienen una notable producción literaria.