Quien diga que un viaje a los Países Bajos es monótono no es un aventurero. Este país llano de pólderes, con sus extensas praderas verdes, donde pastan vacas gordas, intercaladas con canales y salpicadas aquí y allá con molinos, es una tierra de batalla. La gente de los campos de batalla se ha agotado para hacer retroceder el mar y extender su territorio, presenciando esta lucha histórica la tierra de Zelanda que sufrió el cataclismo de las inundaciones en 1953. Un pequeño país con ambiciones locas que ha conquistado el mundo y desde Maastricht en el sur, pasando por Delft, hasta Groningen en el norte, sus hermosas ciudades ofrecen muchas caras. El bello Maastricht, el fortificado Breda, el antiguo Nijmegen, el : desconcertante y dinámico Rotterdam y sobre todo el encantador Amsterdam combinan tradición y modernidad con la imagen del país. De este a oeste, de norte a sur, el viajero nunca se aburre y se acuerda de los paisajes de ensueño de la provincia de Gelderland, de las penínsulas de Zeeland, donde el cielo, la tierra y el mar se funden alrededor de Middelburg, de la bella ciudad histórica, de los valles risueños de Limburg, de las inmensas extensiones llanas de Frisia salpicadas de ciénagas, estanques y pantanos. En cuanto a Ámsterdam, la Venecia del Norte, es imposible no sucumbir al encanto de esta capital situada en las olas, una maraña de canales con aguas cambiantes, como tantas venas que fluyen hacia su corazón.