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Cine del Alentejo

Se dice que una de las primeras películas de ficción realizadas en el Alentejo se rodó en la pequeña ciudad de Mora. Pão Nosso (1940), o El pan nuestro de cada día, es una película de ficción sobre la vida rural y los amores de una pareja urbana tras la compra de una gran llanura en el Alentejo. Las calles blancas y las iglesias del pueblo son el telón de fondo de esta película, por lo demás bastante banal. En 1965, el Alentejo volvió a aparecer en la pantalla, esta vez en El bueno y el malo, de Manuel Guimarães. La historia de un pequeño agricultor que trabaja para ganar el pan de cada día y a pesar de todo se enfrenta a las dificultades de la vida. Y a partir de ahí, la historia de toda la región, donde los paisajes del Baixo Alentejo en blanco y negro crean imágenes sublimes en la película de Guimarães. Posteriormente, el número de películas de ficción rodadas en el Alentejo se redujo drásticamente. Los documentales de temática social y sobre animales se sucedieron durante las décadas de 1970 y 1980, con películas notables como Torre bella (1975), dirigida por Thomas Harlan, sobre la creación y posterior fracaso de un movimiento ciudadano para crear una cooperativa agrícola en las tierras sin explotar de un rico terrateniente; A lei da terra, de Solveig Nordlund y Alberto Seixas Santos (1977), un documental filmado en plena reforma agraria, analizado a través del prisma de las luchas sociales y los movimientos obreros portugueses de la época. En los años 1990, el cine internacional volvió al Alentejo, mientras que la producción local seguía siendo marginal. Destacan las películas Adeus princesa (1992), un thriller periodístico con la futura estrella de la televisión Diogo Infante, y Mortinho por chegar a casa o Dying to go home, una comedia romántica de Carlos da Silva y George Sluizer (1996), también protagonizada por Diogo Infante y Maria d'Aires. En esta última, las minas de São Domingos, en la región de Beja, y la pequeña ciudad de Vidigueira, con sus iglesias blancas y su plaza cercana, son fácilmente reconocibles fuera de las calles de Lisboa. Desde la década de 2000, nuevos cineastas han llegado a la región, trayendo consigo diferentes estilos. Sergio Tréfaut, director de origen brasileño, dedica su documental Alentejo, Alentejo (2014) a la tradición lírica del cante alentejano, antes de construir Raiva o Rage (2018). Al igual que algunos de sus predecesores, se centra en la difícil vida de los habitantes de la región bajo el régimen de Salazar; se filmó entre Serpa y Beja. Paralelamente, Vicente Alves do Ó, rodó Al Berto (2017), en gran parte en Sines, donde cuenta la historia de un poeta en la incierta época posterior a la Revolución de los Claveles. Más recientemente, las series de televisión han llegado al Alentejo, con Pecado (2021), una serie entre el romance y el thriller, disponible en el canal portugués TVI.

Algunas apariciones internacionales

Ni James Bond ni Indiana Jones han hecho escala en el Alentejo. Las producciones internacionales son realmente escasas debido a la pobreza de la región durante el siglo XX. Sin embargo, durante la década de los noventa, algunos directores pisaron la región, sobre todo en Reguengos de Monsaraz, para un fresco épico sobre el personaje de Cristóbal Colón, con Marlon Brando y Tom Selleck en el reparto. Por desgracia para John Glen, director de Octopussy Solo para tus ojos y Matar no es jugar, su película Columbus: el descubrimiento (1992) recibió muy malas críticas y fue nominada en cinco categorías de los premios Razzie de 1993, que reconocen las peores películas del año en Hollywood. Lo mismo ocurrió —en menor medida— con la película de 1993 La casa de los espíritus, protagonizada por Jeremy Irons, Meryl Streep y Antonio Banderas. Esta producción americano-europea, adaptada de la novela homónima de Isabel Allende, no convenció al público a pesar de su impresionante reparto.

Renovar los festivales

En un intento de revitalizar la región, esta se unió a la vecina Ribatejo para crear su propia comisión de apoyo a las producciones y eventos cinematográficos en 2017. Se trata de una oportunidad para mostrar en la pantalla los soleados paisajes y valles del Alentejo, y sabemos el impacto que las grandes producciones internacionales pueden tener en el turismo y la economía local. Este apoyo acompaña ahora a los festivales nuevos y a los ya existentes. Entre ellos, el más antiguo es sin duda el FIKE, el festival de cortometrajes de Évora, que cada año, en octubre, rinde homenaje a los cortometrajes en todas sus formas. Se puede acudir al teatro García de Resende y al auditorio Soror Mariana para descubrir una variada programación de películas internacionales de animación, documentales y cortometrajes de ficción. Otra cita cinematográfica ineludible es el festival Periferias —en agosto—, una iniciativa transfronteriza, coorganizada por la ciudad de Marvão, famosa por sus fortificaciones, y la vecina ciudad extremeña de Valencia de Alcántara. Todo en pantalla gigante y al aire libre, la mejor manera de disfrutar del cine en esta época del año. Por último, el incipiente Festival de Cine Documental del Alentejo se celebra ahora en agosto en Monte da Estrada, en una antigua escuela la primaria. Es una oportunidad para conocer a los cineastas internacionales que han venido a presentar sus películas alrededor de un brasero, o para refugiarse del calor en el pequeño edificio blanco que se utiliza actualmente como sala de proyección.