Política: un contexto estable

Confirmado a principios de 2022 como Primer Ministro, con una cómoda mayoría socialista en el Parlamento, Antonio Costa se ha beneficiado del éxito de sus elecciones: una política de recuperación a través de la demanda, apoyada por una política social. Desde que asumió el cargo en 2015, se había comprometido a pasar la página de la austeridad: subió el salario mínimo, revisó la remuneración de los funcionarios y el sistema de pensiones. El consumo de los hogares ha aumentado, beneficiándose en particular de los programas de lucha contra la precariedad. La reactivación de las industrias orientadas a la exportación (automoción, calzado, textil) apoyó la recuperación, mientras que Portugal acogió un número creciente de empresas extranjeras dispuestas a invertir. Los grupos de inversión chinos han entrado en el accionariado de la mayor compañía de seguros de Portugal, la red eléctrica REN y el principal banco privado del país. El sector servicios (68,3% de la población activa) confirma su posición dominante en la economía portuguesa a través de su actividad predominante, el turismo, que ha pasado de 6,5 millones de visitantes en 2009 a 12,8 millones en 2018. Es una cifra espectacular si se compara con la población portuguesa (10,3 millones de habitantes).

Economía: una buena dinámica

Al borde de la quiebra en 2011, Portugal ha conseguido, en pocos años y a diferencia de otros países del sur de Europa, reducir su déficit presupuestario y el desempleo (17% en 2014, algo más del 6% en 2021), atraer a inversores y volver al crecimiento sostenido (4,9% en 2021, un récord desde 1990). La inesperada recuperación, descrita como el «milagro portugués», sigue siendo matizada, ya que se mantienen ciertos desequilibrios. El turismo, que estaba en auge, se ha visto muy afectado por la crisis sanitaria, y además está desarrollando efectos secundarios perversos, el más importante de los cuales es el aumento de los precios de las viviendas. La consecuencia visible es que los habitantes, sobre todo de las clases medias, están siendo expulsados del centro de las ciudades. Y lo que es más sorprendente, el país se ha convertido en un paraíso para las startups y los nómadas digitales, que han elegido Lisboa como sede de su Web Summit anual. El hecho es que el salario mínimo portugués, aunque ha aumentado, sigue siendo bajo (822 euros) en comparación con el de algunos de sus vecinos europeos, y sigue sin convencer a los jóvenes licenciados, frikis o no, para que se queden a trabajar en el país... En el sector energético, Portugal sigue dependiendo de las importaciones de combustibles fósiles (74,2% de las importaciones en 2019), aunque está desarrollando un ambicioso programa de plantas de energía solar y es uno de los primeros países del mundo que aspira a la neutralidad del carbono para 2050. El Alentejo alberga una de las dos mayores centrales eléctricas del país: se encuentra en Amareleja (distrito de Beja) y ocupa 250 hectáreas. A pleno rendimiento, sus 262000 paneles fotovoltaicos tienen una potencia máxima de más de 46 MW, suficiente para abastecer 30000 hogares