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¿Hacia la desertización?

Es un fenómeno conocido: Portugal pierde cada año una parte de sus habitantes. En la última década, el país ha perdido el 2% de su población. Al mismo tiempo, la población se concentra cada vez más en las ciudades y en la costa, abandonando el interior. Lisboa y sus alrededores y el Algarve son las únicas regiones que registran crecimiento demográfico. Tras alcanzar un máximo en 2008 con 10,6 millones de habitantes, la población del país ha comenzado a descender, situándose ahora en 10,3 millones. Las previsiones son preocupantes y dramáticas: al ritmo actual, en 2050 los portugueses solo serán nueve millones y apenas superarán los siete millones en 2099. La emigración, unida a una baja tasa de fecundidad (1,42 hijos por mujer), es la principal razón de este déficit. Más de 68000 personas abandonan el país cada año para probar suerte en otros lugares, principalmente en Europa: en el Reino Unido y España, en particular, pero también en Suiza, Francia, Alemania y Luxemburgo. Si la emigración en Portugal da a veces la impresión de ser el reflejo natural de un pueblo de conquistadores, la realidad es menos romántica. En el pasado, como hoy, si los portugueses emigran, es sobre todo con la esperanza de un empleo y mejores condiciones de vida. Con una tasa de emigración superior al 21%, Portugal es el país europeo del que más personas emigran. Más de uno de cada cinco portugueses vive en el extranjero. La novedad es que ahora los emigrantes suelen ser jóvenes y cualificados, lo que supone una pérdida de recursos para su país de origen. El Alentejo no es una excepción a esta tendencia: la desertificación observada desde los años 1970 no se ha visto frenada por las distintas estrategias de desarrollo. La población de la región disminuyó un 6,9% en 2021, con un saldo natural y migratorio negativo. En el mismo período, mientras Évora y Viana do Alentejo vieron aumentar ligeramente su población, solo el municipio de Mourão perdió casi el 18%. En el distrito de Beja, las estadísticas son comparables: algunos municipios perdieron entre el 16 y el 21% de su población, mientras que los nacimientos cayeron más del 10%. En cuanto a la densidad media de población, mientras que en el Alentejo se sitúa en 24 habitantes por kilómetro cuadrado, (la media en el territorio nacional es de 114 ), por ejemplo, en Mértola, en el Baixo Alentejo, la media desciende a 5,6 habitantes por kilómetro cuadrado.

El envejecimiento de la población

Como en el resto de Europa, Portugal tiene una población envejecida. Más del 23% de sus habitantes tiene más de 65 años, con una edad media de 46,2 años. La mitad de la población tiene más de 45 años (40,8 en 2008). Esto convierte a Portugal en el segundo país con la población más envejecida de Europa, después de Italia y por delante de Finlandia, Grecia y Alemania. Esto no solo supone un descenso de la actividad y el dinamismo económico, sino también una fuente de gastos crecientes para el Estado, que se ve obligado a pagar el cuidado de los ancianos, especialmente las pensiones de jubilación. Y a medida que aumenta la esperanza de vida, también lo hace la edad media. Esta tendencia es aún más grave en el Alentejo, donde hay casi 229 ancianos (mayores de 65 años) por cada 100 jóvenes (menores de 20 años). En el territorio nacional, el índice es de 182 por 100 jóvenes. Otra consecuencia previsible del envejecimiento de la población es la pérdida de población activa: ¡podría llegar al 30% en Portugal en 2050! Otra perspectiva preocupante para la economía del país.

La inmigración al rescate

Pero Portugal está reaccionando y tratando de encontrar soluciones. A diferencia de otros países europeos que tratan de restringir la entrada de inmigrantes, Portugal confía en la inmigración para frenar su declive demográfico. En mayo de 2018, en el congreso del Partido Socialista, el primer ministro António Costa declaró: «Necesitamos más inmigración y no toleraremos ningún discurso xenófobo». La afirmación sigue siendo válida: en Portugal, solo la llegada de extranjeros al territorio puede controlar el saldo migratorio. En 2020, por ejemplo, el balance fue positivo: la diferencia entre entradas y salidas fue de + 41000 personas. Y el número de inmigrantes aumenta constantemente. Ese mismo año, había 662095 extranjeros residiendo en Portugal. Además de los ciudadanos europeos jubilados (ingleses, franceses, etc.), muchos de ellos atraídos por el sol, las ventajas fiscales y la seguridad, Portugal acoge cada año a un gran número de brasileños (casi un tercio del total de inmigrantes), así como a caboverdianos, rumanos, ucranianos, chinos, italianos, etc. La gran mayoría de estos inmigrantes tienen el portugués como lengua materna (Brasil, Cabo Verde, Angola, etc.).  Hay otra población que crece un poco más cada año: la de los procedentes del subcontinente indio (indios, nepalíes, etc.), de los cuales varias decenas de miles llegan a Portugal cada año, para alivio de los agricultores del Alentejo.

Las dos lenguas oficiales de Portugal

Sorprendentemente, el portugués solo fue reconocido como idioma oficial del país en 2001. Fue en esta fecha cuando se mencionó por primera vez en la Constitución, en el artículo 11: «El portugués es la lengua oficial». Al igual que el español, es una lengua románica, derivada del latín, nacida en el siglo III a. C., cuando los romanos invadieron la península Ibérica. El portugués es la cuarta lengua europea más influyente del mundo, después del inglés, el español y el francés. Hay casi doscientos millones de hablantes, sobre todo en los antiguos países colonizados: Brasil, Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bisáu, Guinea Ecuatorial, Santo Tomé y Príncipe, Macao y Timor Oriental. Resulta insólito, pero el portugués no es la única lengua oficial del país. En el norte, un dialecto de la región de Tras-os-Montes, el mirandés, lo siguen hablando casi 10000 personas en un área de unos quinientos kilómetros cuadrados.