Los primeros escritos y el Barroco

Panamá fue mencionada por primera vez en la época de su descubrimiento. En efecto, en 1535 -treinta y dos años después de que Cristóbal Colón desembarcara y fundara la colonia original, Santa María de Belén- Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1478-1557), historiógrafo de las "Indias", publicó su Historia General y Natural de Las Indias , en la que mencionaba Tierra Firme, un vasto territorio bautizado por la corona española que incluía el istmo de Panamá. A pesar de su escaso interés literario -el autor había escrito anteriormente una novela de caballerías- y de que se trata claramente de una acusación contra los indios, en beneficio de los conquistadores, este texto es sin embargo valioso por sus descripciones, en particular de la flora y la fauna. Juan de Miramontes Zuázola se propuso de nuevo plasmar la historia en su poema épico Armas antárticas, terminado hacia 1608. Tras embarcarse en 1586, a la edad de 19 años, para enfrentarse a Francis Drake, dedicó sus versos a los piratas, a los que nunca llegó a conocer. El siglo XVII también estuvo marcado por la muerte del gobernador de Tierra Firme. Su muerte causó tal conmoción que se le dedicó un poemario(Llanto de Panamá a la muerte de Don Enrique Enríquez), publicado en Madrid en 1642. Los colaboradores: ocho españoles y seis poetas nacidos en Panamá, que pueden considerarse, por tanto, los primeros autores nacionales. Entre ellos, Mateo de Ribera, nacido en 1604, es el más conocido y se encargó de recopilar los textos; Ginés de Bustamante, clérigo del que se sabe que cursó estudios universitarios en Lima antes de regresar a su país natal; Diego Fernández de Madrid, militar; y Bartalomé Avia Gutiérrez y Francisco de la Cueva, cuyas biografías son mucho más sucintas. Antonio Serrano de Haro, diplomático español que redescubrió esta obra olvidada en el siglo XX, les dio el nombre de "Generación Barroca", a la que podríamos adscribir a Juan Francisco de Páramo y Cepeda por el contenido de las canciones que compuso a finales de siglo. En sus Alteraciones del Dariel, se explayó sobre las luchas de poder entre piratas, colonos y los indios gunas, primeros habitantes de Panamá.
El siglo XVIII fue más tranquilo y mucho menos literario, pero el XIX se abrió con un texto importante: La Política del Mundo, primera obra de teatro panameña, escrita por Víctor de la Guardia y Ayala, nacido en Penonomé en 1772. Político viajero -terminó su vida en Costa Rica en 1824-, hizo de su conocimiento de los asuntos mundiales el tema de su drama, no dudando en criticar la invasión de Napoleón a España en el primero de sus tres actos. Justo Arosemena Quesada (1817-1896) también utilizó la política como hilo conductor en El Estado federal de Panamá (1855), su ensayo más destacado, que le valió la fama de ser el padre del sentimiento nacional panameño, pues en él ya afirmaba el deseo de independencia que pronto volvería a agitar a su país.

Del Romanticismo al Modernismo

En la misma línea, el apego a la patria iba a impregnar el movimiento romántico. Panamá se separó de España en 1821, y pronto haría lo mismo con Colombia, proclamando la independencia en 1903. Era un momento especial para definir una identidad nacional común. El patriotismo era, por tanto, más común que en el Romanticismo europeo. Entre los autores que empezaron a escribir en aquella época destacan Tomás Martín Feuillet (1832-1862), Amelia Denis de Icaza (1836-1911) y Jerónimo de la Ossa (1847-1907). El primero encarna la figura del poeta maldito, abandonado de niño y que sólo descubre el secreto de sus orígenes tras la muerte de sus padres adoptivos, trauma que dio origen a una persistente melancolía. Su temprana muerte fue igualmente trágica, ya que fue asesinado durante una misión militar. Publicó en varios periódicos -como El Panameño y El Centinela- y escribió grandes poemas, el más famoso de los cuales es La Flor del Espíritu Santo, dedicado a la variedad de orquídea emblema de Panamá. Amelia Denis de Icaza fue la primera mujer escritora de su país y la única representante de su sexo durante el Romanticismo. Sin embargo, su obra no está exenta de ira -cuando no de tristeza-, exacerbada por el dominio de Estados Unidos sobre Panamá, situación que descubrió a su regreso de Nicaragua, donde había pasado muchos años y forjado una fuerte amistad con Rubén Darío. Profundamente implicada en cuestiones sociales, se indignó por la prohibición de entrada de panameños en la zona del Canal, y sus poemas(Patria, A la Muerte de Victoriano Lorenzo, Dejad que pase, Al Cerro Ancón, Un ramo de reseda , etc.) fueron igual de apasionados. Por último, además de sus textos poéticos, Jerónimo de la Ossa es conocido sobre todo por haber escrito la letra del himno nacional - Himno Istemeño - a petición de su amigo, el compositor Santos A. Jorge. Su canción se cantó por primera vez en 1903, y la primera línea del estribillo(Alcanzamos por fin la victoria) no deja lugar a dudas sobre su alegría.
Tal vez no sea casualidad que ese mismo año se publicara Horoas lejenas y otros cuentos, de Darío Herrera, poeta precursor del modernismo panameño, muy influido por los escritores franceses. Panamá se abría internacionalmente. Ricardo Miró, sobrino de Amelia Denis de Icaza, realizó largos viajes a Europa, que influyeron tanto en su escritura, también modernista, como en sus temas, como en su obra cumbre Patria (1909), en la que evocaba su añoranza mientras trabajaba como cónsul en Barcelona. La primera parte del siglo XX fue, pues, una síntesis de dos impulsos, uno dirigido hacia el exterior, el otro hacia el interior, donde tomó forma una literatura más decidida, más específicamente panameña, a imagen de la poesía de María Olimpia Miranda de Obaldía (1891-1985) que, desde su primera colección, Orquídeas, en 1926, permaneció definitivamente inclasificable. Escritora intimista y muy querida por sus conciudadanos, ingresó en la Academia Panameña de la Lengua en 1951 y obtuvo numerosos premios en toda Sudamérica. 1902 fue también un año importante, con el nacimiento de Ignacio de Jesús Valdés -el "periodista del pueblo" que recopiló y publicó cuentos tradicionales- y Rogelio Sinán -novelista, cuentista, dramaturgo y poeta calificado de vanguardista-. Fue decisivo el encuentro de Sinán con Pablo Neruda y Gabriela Mistral, que le animaron a visitar Italia para aprender el idioma, donde descubrió el dadaísmo y el surrealismo, que resultarían fundamentales para su posterior investigación poética. Stella Sierra (1917-1997) siguió un camino similar, aunque mostró preferencia por la cultura hispánica. Ganó el primer premio del concurso Ricardo Miró y recibió numerosos galardones por sus colecciones(Canciones de Mar y Luna, Palabras sobre poesía, Libre y cautiva, etc.), aclamadas en toda Europa.

Literatura contemporánea

José María Sænchez Borbón (1918-1973), por ejemplo, relató Bocas del Toro, su archipiélago natal, en numerosos cuentos -algunos de los cuales se han traducido al inglés y al francés, además de al alemán y al ruso- en los que combinaba descripciones de un entorno natural duro con descripciones de las difíciles condiciones en que vivía la gente. Joaquín Beleño también se embarcó en esta vena cuasi sociológica, centrándose en particular en el trabajo y sus excesos. Escribió sobre los trabajadores del Canal (en cuya construcción participó) en Luna verde y Los forzados de Gamboa, y sobre los sobreexplotados guaymís de las plantaciones frutales en Flor de plátano. Ramón Heberto Jurado (1922-1978), hijo de Ricardo Miró, se acercó al naturalismo: su visión pesimista de la injusticia social y de un campo esclerotizado por la superstición queda patente en San Cristóbal. Por último, de origen chino y criollo, como revela su seudónimo, Changmarín se convirtió también en portavoz de la voz del pueblo, adaptando su estilo a las clases populares para hacerse oír mejor. Firmemente comprometido con la política, lo que le valió varias condenas de cárcel y el exilio en Chile en 1968, supo combinar como nadie sus convicciones con un sentido del humor deliberadamente ingenuo en su proteica obra (que va de la poesía a la literatura infantil).
Elsie Alvarado de Ricord (1928-2005), primera mujer que dirigió la Academia Panameña de la Lengua, Justo Arroyo (1936), elegido escritor del año 2000 por la Cámara panameña del Libro, y Gloria Guardia (1940-2019), cuyo menor reconocimiento es haber disfrutado de una residencia de escritura en la Fundación Rockefeller, también fueron aclamados. Ellos abrieron el camino a una nueva generación que, a su vez, daría un nuevo énfasis a la literatura panameña, con vocación de abordar temas más universales y contemporáneos. Estos autores tampoco se limitaron a un solo campo, como en el caso de Enrique Jaramillo Lévi, que publicó unos cincuenta libros pero también fue editor, o Conselo Tomás, que fue a la vez novelista y titiritera. También podríamos mencionar a Carlos Wynter Melo, nacido en 1971, que apareció en la lista "Bogotá39 " de escritores latinoamericanos a seguir en 2007, como confirman sus éxitos Ojos para ver una invasión (2015) y Mujeres que desaparecen (2016). José Luis Rodríguez Pitti combina la fotografía y la escritura, mientras que el primer libro de Lili Mendoza, Ghetto Baby, fue adaptado en un documental. Porfirio Salazar comenzó con una colección de textos muy breves, Los poemas del arquero, antes de crear el Grupo Umbral, un colectivo de jóvenes escritores panameños. Jorge Cham, por su parte, está forjándose una reputación como dibujante, sin abandonar su carrera de ingeniero en robótica.