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Parques nacionales y biodiversidad

Las distintas áreas protegidas representan alrededor del 25% de la superficie del país. Panamá cuenta con 13 parques nacionales, uno de ellos internacional.
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Parque Nacional Omar Torrijos (25.275 ha): situado en la Cordillera Central del país, ofrece impresionantes vistas de los océanos Atlántico y Pacífico desde sus alturas. Fue en este parque de la provincia de Coclé, en las laderas del Cerro Marta (1.046 m), donde se estrelló el avión del general Torrijos en 1981, no lejos del Cerro Peña Blanca (1.314 m). Los excursionistas pueden recorrer los tres senderos emblemáticos del parque: Los Helechos, La Rana y Cuerpo de Paz.

Parque Nacional de Sarigua (4.729 ha): situado en la provincia de Herrera, este parque protege el "Desierto de Sarigua", una zona árida, salina y rica en biodiversidad. Entre sus ecosistemas destacan los manglares y los pelícanos.

Parque Nacional Volcán Barú (14.322 ha): situado en la provincia de Chiriquí, este parque alberga los ecosistemas del volcán del mismo nombre, el punto más alto de Panamá con casi 3.500 m, en la Cordillera de Talamanca. Además del volcán, actualmente inactivo y al que se puede subir (sendero del Quetzal), el parque está regado por numerosos ríos y cuenta con una gran variedad de flora y fauna.

Parque Internacional de la Amistad (207.000 ha): Patrimonio Mundial de la UNESCO, compartido por Panamá y Costa Rica, es el "Corredor Biológico Mesoamericano". Se cree que contiene una quinta parte de las especies de Centroamérica en sus bosques tropicales húmedos (o bosques de niebla).

Parque Nacional Marino Isla Bastimentos (13.226 ha, incluidas 1.630 ha de tierra insular): situado en el archipiélago de Bocas del Toro, este parque marino protege entornos frágiles, como manglares, arrecifes de coral y playas donde desovan las tortugas.

Parque Nacional del Darién (579.000 ha). A la vez reserva de la biosfera y Patrimonio Mundial de la UNESCO, esta vasta zona se caracteriza por su excepcional biodiversidad y la variedad de sus ecosistemas: llanuras, humedales, montañas. Destacan sus playas, manglares y bosques tropicales. Se han registrado aquí más de 56 especies amenazadas o en peligro, numerosas especies endémicas y 450 especies de aves. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la selva del Darién es una zona peligrosa, alejada de las carreteras, donde proliferan las bandas armadas, a veces a costa de los emigrantes en tránsito de Sudamérica a Norteamérica.

Impacto ambiental del Canal de Panamá y el Corredor Mesoamericano

El Canal de Panamá es una ruta "natural" para el movimiento de especies, lo que permite mantener la dinámica evolutiva de los organismos vivos. Sin embargo, la construcción del Canal de Panamá ha creado una ruptura física que no se veía desde que se formó el istmo de Panamá hace 31 millones de años. Para restablecer la continuidad ecológica, en 1998 se puso en marcha un proyecto de corredor mesoamericano. Su objetivo es conectar zonas altamente protegidas, permitiendo la migración de especies, restaurando los ecosistemas y manteniendo así la biodiversidad.
El canal también ha tenido un impacto en los lagos que lo alimentan, mientras que el tráfico marítimo ha provocado un deterioro de la calidad del aire y del agua y la propagación de especies invasoras.

Proteger a los defensores de la vida y los derechos de la naturaleza

Desde 2018, el país es signatario del Acuerdo de Escazú, diseñado para proteger a los activistas y defensores de la naturaleza. Este acuerdo, vigente en varios países de América Latina y el Caribe, pretende garantizar los derechos de los pueblos indígenas.
El país también trabaja para que la naturaleza sea objeto de ley. Una ley que entró en vigor en 2023 otorga a la naturaleza el "derecho a existir, persistir y regenerar sus ciclos", permitiendo a sus representantes (personas jurídicas o físicas) defenderla ante los tribunales.

Hacia prácticas agroecológicas

La deforestación es también una de las principales preocupaciones del país. En todo el país se están desarrollando proyectos agroecológicos y agroforestales. Un ejemplo es un experimento de silvopastura, que consiste en combinar la plantación de árboles con el pastoreo. Este planteamiento tiene varias ventajas: fomenta la biodiversidad al mantener los hábitats naturales, proporciona ingresos a los agricultores y ayuda a almacenar carbono.

Frente al cambio climático

Panamá es especialmente vulnerable al cambio climático, lo que se refleja en una mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos extremos. Por ejemplo, el huracán Julia azotó con fuerza el país en octubre de 2022. También ha sufrido largos y severos periodos de sequía, que en 2019 provocaron un descenso del nivel de los lagos Gatún y Alajuela, que alimentan el Canal de Panamá (con repercusiones para el tráfico marítimo) y contribuyen al suministro de agua potable e hidroelectricidad. Otro poderoso símbolo es que el archipiélago de San Blas está amenazado por la subida del nivel del mar, lo que provoca el desplazamiento de la población a tierra firme.
El país se ha embarcado en un plan energético nacional (2015-2050), destinado en particular a aumentar la cuota de energías renovables, con un objetivo del 50% para 2050.

Turbulencias y negociaciones en torno a una mina de cobre

Panamá alberga una vasta mina de cobre a cielo abierto, que representa el 4% de su PIB y es explotada en régimen de concesión por una empresa canadiense, First Quantum Minerals. En marzo de 2023, tras varios meses de disputas sobre las condiciones de renovación de la concesión del yacimiento (condiciones económicas, incluidos los importes de los cánones, y compromisos medioambientales y sociales), Panamá y la empresa explotadora llegaron a un acuerdo. Queda por ver qué medidas se tomarán para respetar el medio ambiente, a los trabajadores y a las poblaciones locales. La extracción de cobre, uno de los metales más consumidos en el mundo, reviste hoy un gran interés económico y estratégico, pero al mismo tiempo tiene importantes repercusiones medioambientales y sociales (sobre todo contaminación del agua y el aire, deforestación, degradación del suelo, desaparición de hábitats naturales, producción de residuos peligrosos). Continuará.

Una presa como fuente de conflictos

La construcción de la presa de Barro Blanco, que entró en servicio en 2017 en la provincia de Chiriquí, dio lugar a un conflicto entre el pueblo indígena ngäbe, defensor del río Tabasara, y el gobierno panameño, que provocó la suspensión de las obras durante un tiempo en 2015. La construcción de dicha estructura se produjo en un momento en el que se estaba privatizando el sector energético del país, lo que llevó a una producción de energía desincronizada con las necesidades del país y sin ninguna consideración real por el medio ambiente y las poblaciones locales.