Datos demográficos

La estructura por edades de la población japonesa es la de un país envejecido, aunque la edad media en Tōkyō es ligeramente inferior a la del resto del país. El país tiene una de las esperanzas de vida más altas del mundo (89 años para las mujeres y 82 años para los hombres). Además, el descenso de la natalidad está provocando una disminución de la población. El paso al euro se produjo en 2005. Por primera vez desde 1899, la población japonesa descendió con respecto al año anterior. Hoy, más del 35% de la población tiene más de 65 años. Japón tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, con 7,5 nacimientos al año por cada 1.000 habitantes. El País del Sol Naciente es hoy uno de los países más envejecidos del mundo, junto con Italia y Alemania. Los centros urbanos están habitados por una población más joven, a menudo soltera, mientras que las familias y las personas mayores se encuentran en la periferia urbana. En general, el campo japonés está experimentando un importante proceso de envejecimiento, con un éxodo rural de los jóvenes a las ciudades (en busca de trabajo). Muchos departamentos intentan ahora reactivar la natalidad ofreciendo ayudas económicas a las familias que desean tener un tercer hijo.

Nacimiento

Las japonesas tienen una media de 1,42 hijos, frente a 1,87 en Francia. Esta tasa no permite la renovación generacional. Sin una inmigración significativa en los próximos años, la población japonesa seguirá disminuyendo. Desde hace varios años, el Estado anima a las parejas a tener hijos ofreciendo a los padres una prima.

Composición

La población japonesa es una de las más homogéneas del mundo. Según fuentes oficiales, hay menos de 2,8 millones de extranjeros en Japón, es decir, alrededor del 3% de la población. Esta cifra contrasta con el 10% de la población de los países industrializados que son inmigrantes. Japón ha experimentado dos oleadas de inmigración en su historia: la primera desde China y Corea durante el periodo colonial, y la segunda desde América Latina, Filipinas, Vietnam y Tailandia en la década de 1980. Hoy, los coreanos constituyen la mayor comunidad extranjera de Japón. Y no es tan fácil convertirse en japonés. La ley del suelo no prevalece necesariamente. En la actualidad, y desde los años 90, se aplica una política de inmigración "selectiva". Las autoridades favorecen a los sudamericanos de origen japonés. Nunca han ocultado su intención de mantener una nación étnica y culturalmente homogénea. Por ello, no es de extrañar que la tercera comunidad extranjera más numerosa en Japón sea de origen brasileño. Y para mantener la proporción actual de su población activa en el conjunto de la población, las autoridades no tienen más remedio que atraer extranjeros.

Idioma

En Japón, más de 123 millones de japoneses hablan... japonés. Los millones restantes, de origen inmigrante, intentan aprender japonés, con mayor o menor éxito. Aparte del japonés, el coreano, el mandarín y el inglés son los idiomas que más se oyen, aunque sigan siendo marginales. Algunos dialectos son hablados por personas, principalmente de otras partes del archipiélago. El japonés se desarrolló, entre otras cosas, sobre y en torno a los dialectos de la región de Kansai (Kyōto, la antigua capital). A partir del siglo XVII, se construyó en torno al dialecto principal de la región de Kantō, y por tanto el que se hablaba en Tōkyō. El creciente peso político de Edo permitió la influencia de este dialecto en el japonés tal y como se practica hoy en día. Para encontrar todos los signos necesarios para escribir japonés, es necesario conocer tres sistemas: kanji (caracteres tomados del chino), katakana y hiragana. Los dos últimos son simplemente alfabetos silábicos. Tradicionalmente, el japonés se escribe de arriba abajo y de derecha a izquierda, sin espacios entre las palabras. Este tipo de formato se denomina tategaki. La escritura japonesa se remonta al 400 a.C. Influenciada por los caracteres chinos, no se completó hasta el siglo VIII, y después en el XIX, con la creación del katakana por Kibi-no-mabi, y el hiragana inventado por el santo budista Kōbô-daishi.