Cobre: el regalo envenenado

Bajo el fértil suelo de Zambia yacen más de 20 millones de toneladas de cobre, principalmente en la región de Copperbelt , lo que convierte al país en el séptimo productor mundial. El gobierno apuesta cada vez más por esta explotación, que ha privatizado en gran medida en los últimos años. La explotación minera se intensifica, en correlación con el aumento de la deforestación, ya que las minas se sitúan en gran parte en cuencas forestales, que quedan así desfiguradas. Pero los habitantes no se rinden. En 2015, varios miles de personas presentaron una denuncia contra la empresa minera india Vedanta, acusada de verter residuos tóxicos, sobre todo ácido sulfúrico, en el agua. El gigante minero es presuntamente responsable de graves enfermedades y de la destrucción del medio ambiente y, por extensión, de los medios de vida de muchos aldeanos. Aunque niega su implicación, la multinacional india ha indemnizado a los aldeanos con una cantidad que se mantiene confidencial. No es la primera demanda de este tipo en Zambia, que sufre regularmente la contaminación de las minas de cobre. En 2011, cinco ONG iniciaron una batalla legal contra Glencore, el operador de Mopani, la mayor mina del país, por evasión fiscal y poner en peligro la salud pública. El caso desembocó en la nacionalización de la mina.

El bosque amenazado por las sierras

Los bosques de Zambia se enfrentan a una feroz deforestación, sobre todo en el norte del país, que por sí solo representa más de la mitad de la superficie forestal del país. Según Global Forest Watch, casi el 9% de los bosques de Zambia han desaparecido en los últimos 20 años. Y esta hecatombe es cada vez más intensa: ¡incluso se ha duplicado en la última década con respecto a la anterior!

Las causas son múltiples: el uso del carbón vegetal sigue siendo muy común para hacer frente a los numerosos cortes de electricidad; la teca, una madera preciosa muy presente en torno al Zambeze, es diezmada para ser objeto de un jugoso comercio; la práctica agrícola de roza y quema, conocida localmente como chitemene, degenera a menudo en grandes incendios de matorrales; el número de campos cultivados es cada vez mayor; y, por último, la minería del cobre provoca la destrucción de numerosos ecosistemas.

Sin embargo, la situación es tan alarmante que los actores internacionales están reaccionando enérgicamente ante ella y están aumentando sus programas de salvaguardia. En 2017, el Banco Mundial desbloqueó 33 millones de dólares para que Zambia pusiera en marcha una estrategia para hacer frente al calentamiento global y, en particular, para luchar contra la tala de árboles. El programa REDD+, lanzado en 2008 por la ONU y del que Zambia fue uno de los primeros países afectados, ha permitido crear un sistema de vigilancia forestal para recopilar datos sobre la deforestación.

La multiplicación de las centrales hidroeléctricas

Son los numerosos ríos de Zambia los que abastecen su consumo eléctrico. La presa de Kariba, que suministra electricidad a Lusaka, es la más espectacular. Cuando se construyó en los años 50, era la mayor presa del mundo y provocó la creación del que sigue siendo el mayor lago artificial del mundo, el lago Kariba, al retener el agua. Esta inundación se tragó para siempre un rico ecosistema, obligando a huir a animales y pueblos indígenas. Dio lugar a la Operación Noé, de seis años de duración, cuyo objetivo era reubicar a la fauna salvaje que había perdido su hábitat como consecuencia de la presa. Así, 6.000 animales (elefantes, antílopes, aves, serpientes y muchos otros) fueron reubicados, sobre todo en el Parque Nacional de Matusadona, creado para la ocasión. Pero la región podría sufrir otra inundación destructiva, ya que la presa, si no se mantiene adecuadamente, podría romperse, lo que hace temer una catástrofe ecológica sin precedentes. Sin embargo, si esta presa, y las muchas otras presentes en el territorio, han roto drásticamente el equilibrio ecológico de la región, no todo es negro. Por ejemplo, el súbito embalse de agua dulce ha permitido la proliferación de numerosos mamíferos.

¿Hacia el final de la caza furtiva?

Los animales son, sin duda, otra de las riquezas de Zambia expoliadas sin pudor.

El país alberga la tercera mayor población de elefantes de África, además de otros grandes mamíferos: leones, leopardos, guepardos, jirafas... De hecho, Zambia es uno de los 30 países más ricos del mundo en mamíferos Por desgracia, tal abundancia atrae muchas envidias, y la caza furtiva es rampante. Los cuernos de rinoceronte y los colmillos de elefante se unen a los pangolines, el animal más cazado furtivamente del mundo, en cargueros con destino a Asia, donde la medicina tradicional china los considera remedios. A estos cazadores furtivos chinos se unen los estadounidenses, aficionados a la caza de trofeos. Alegando una superpoblación de especies, algunas de ellas en peligro de extinción, las autoridades entregan cupos de trofeos de caza a turistas que pagan un alto precio.

El WWF calcula que Zambia ha perdido cerca del 40% de su fauna salvaje en los últimos 40 años a causa de la caza furtiva y la deforestación. No obstante, programas independientes multiplican sus victorias, como es el caso del Programa de Conservación de Luangwa Norte. Fundado en 1986 por la Sociedad Zoológica de Fráncfort y el Departamento de Parques Nacionales y Vida Silvestre, este programa ha establecido, en particular, un sistema de guardas en el Parque Nacional de Luangwa Norte, que alberga el 63% de los elefantes del país. En 2018, el programa está disfrutando de su victoria: no se ha matado a ningún elefante en el parque durante el año, y la caza furtiva en los alrededores ha descendido un 50%.

Parques nacionales: claves para la conservación

Casi un tercio del territorio de Zambia está protegido: una puntuación muy superior a la media internacional. Sin embargo, si la voluntad está ahí, la eficacia lo está menos, ya que el nivel de protección de los parques no alcanza los niveles internacionales. La caza furtiva, la tala de árboles e incluso la minería siguen presentes, aunque las zonas protegidas han experimentado una extraordinaria remodelación en los últimos veinte años.

De los 20 parques nacionales del país, el Parque Nacional de Luangwa Meridional es el de mayor importancia. Con más de 40 especies de mamíferos y 400 de aves, su concentración de vida salvaje es una de las más altas del mundo El parque alberga la rara jirafa de Rodesia (Giraffa camelopardalis thornicrofti).

Sin embargo, el Parque Nacional de Kafue es el más extenso del país, con 22.400 km². Además, está formado por muchos ecosistemas típicos de Zambia: el miombo, la sabana arbolada, los dambos, que son praderas inundables, y los bosques de mopane. Sólo se puede acceder a una pequeña parte de este paraíso biológico, por lo que el resto es aún más virgen y está parcialmente inexplorado.

Por último, el Parque Nacional del Bajo Zambeze sólo tiene 4.000 km², pero está frente a su primo zimbabuense, el Parque Nacional de las Pozas de Mana. Y como la frontera entre los dos parques es puramente administrativa y no hay ninguna valla que los separe, ¡la zona protegida supera los 10.000 km²! Antiguamente reserva personal del presidente zambiano, el parque ha escapado en gran medida al turismo de safari, por lo que sigue siendo uno de los más salvajes del país.

El gobierno demuestra su voluntad de seguir luchando por la protección de la naturaleza, abriendo zonas protegidas incluso hoy en día, como el Parque Nacional de Lusaka, que abrió sus puertas en 2015.