Gaucho © cristianl - iStockphoto.com.jpg

Libertad, libertad querida...

Aunque el nombre puede ser diferente a ambos lados de los Andes, el huaso chileno y el gaucho argentino tienen una historia y una cultura casi similares. Los primeros gauchos eran hijos de pioneros, principalmente andaluces, que se instalaron en la pampa argentina a mediados del siglo XVI. Las pampas, las vastas llanuras fértiles pero desiertas, eran entonces el inmenso territorio de los pueblos indígenas. En su mayoría solteros, abandonados a un destino que los llevó a los confines de la tierra, estos recién llegados europeos se encontraron con estos primeros pueblos y pronto se unieron a ellos. Los mestizos resultantes de estas primeras relaciones fueron los primeros gauchos. Inmediatamente rechazados por las tribus que no los consideraban como propios, y despreciados por los colonos que entonces desataban una ola de conquistas sin precedentes en sus tierras natales, fueron bautizados como gauchos, que significa "huérfano" en la lengua de Huacho. Sin identidad propia y sin pertenecer a ninguno de los dos mundos, se establecieron en la autosuficiencia, desconfiando de la ley y el orden. Lobo solitario, en constante conexión con la naturaleza que le rodea, el gaucho aprendió a domar las tierras hostiles y desconocidas de la Patagonia. Ansioso de libertad, se unió al caballo para convertirse en uno con las vastas extensiones de la pampa. No fue hasta el inicio de la Guerra de la Independencia argentina cuando creció la leyenda de estos jinetes nómadas: gracias a su conocimiento del Salvaje Oeste patagónico y a sus bien afinadas habilidades, desempeñaron un papel clave en la independencia de Argentina de la Corona española. Después de la guerra, perdieron parte de este poder de libertad y comenzaron a instalarse en grandes estancias agrícolas.

El hombre del fin del mundo

Además de cazar el ganado y entrenar a los caballos, el trabajo de los gauchos también consistía en preparar las pieles para venderlas a los comerciantes de la ciudad. Hoy en día, el trabajo del gaucho sigue siendo cuidar de su rebaño, que está acostumbrado a vagar casi libremente: las líneas de la valla no encierran más que espacios vacíos hasta donde alcanza la vista. Sin embargo, el ganado se reúne una vez al año: se reúnen las ovejas para esquilarlas y se marcan los terneros. Durante el periodo de esquileo, la esquila, que tiene lugar de diciembre a febrero, los esquiladores más hábiles pueden esquilar un animal en casi un minuto y recoger hasta 6 kilos de lana Los terneros se siguen marcando a la antigua, como lo hacían sus antepasados: las propiedades son tan grandes que los gauchos no tienen más remedio que marcar a sus vacas con hierro (por si pierden los pendientes). Este trabajo tradicional se realiza según un conocimiento dictado por años de experiencia, se trata de marcar la piel peluda del animal sin llegar a quemar su carne. Cambiar las herraduras de los caballos, descargar el ganado, recoger el estiércol... en este mundo excepcionalmente masculino, el trabajo es físico y requiere un cierto ritmo

Sin embargo, el gaucho está muy orgulloso de su aspecto: reconocido por su elegancia, el gaucho se reconoce sobre todo por su forma de vestir. Según el traje tradicional, el gaucho lleva sus famosas botas de potro, botas de cuero con espuelas de plata sujetas, o alpargatas, una especie de alpargatas. El pantalón bombacho (pantalón holgado para facilitar el movimiento a caballo), sostenido por diferentes cinturones como la rastra (cinturón con monedas de plata), la camisa, el chaleco o el poncho de lana gruesa, el uniforme se completa con accesorios como el sombrero, la boina, el pañuelo al cuello, el facón y la boleadora.

El viaje fantástico

Aunque el gaucho es más popular en Argentina, es Chile quien tiene el fiel corcel de estos vaqueros del Sur profundo. Los caballos fueron introducidos en América en 1493 durante el segundo viaje de Cristóbal Colón desde España. Setenta y cinco sementales y yeguas, principalmente árabes y andaluces, fueron introducidos en Chile en 1540 durante una expedición dirigida por el conquistador Pedro de Valdivia. Hoy en día, el caballo chileno -o criollo en Argentina- está considerado como la mejor raza de Sudamérica. Al igual que el gaucho, ahora representa la historia y la geografía de la región. Robustos y dotados de una resistencia excepcional, los criollos, a pesar de su pequeño tamaño (1,50 m), tienen una musculatura prominente. Primero fueron domesticados para satisfacer la necesidad de viajar. Sin embargo, la construcción de líneas ferroviarias y la llegada del automóvil perjudicaron al incansable corcel. Sin embargo, esta noble y dedicada raza no fue abandonada. Desde finales del siglo XIX, el caballo chileno se destaca por una disciplina tradicional muy querida por los gauchos: el rodeo(domas o jineteadas ). Sin embargo, este arte festivo se caracteriza por dos disciplinas distintas. En Argentina son más populares las jineteadas, un primo del rodeo americano, en las que se trata de permanecer sobre el caballo durante al menos doce segundos, siendo lo más elegante posible. Los caballos se seleccionan con mucho cuidado, siguen siendo salvajes y pasan la mayor parte del año en los campos al aire libre. Declarado deporte nacional en 1962, el rodeo chileno reúne a dos huasos a caballo. Su misión es bloquear un bovino contra una valla, reproduciendo así la práctica tradicional de los vaqueros que amansaban a su ganado.

Los mitos de la pampa

En 1925, Aimé Tschiffely, un gaucho suizo ambicioso y un poco loco, emprendió una expedición poco habitual: viajar de Buenos Aires a Nueva York acompañado de sus dos fieles corceles Mancha y Gato. Este viaje, no exento de esfuerzo, terminó el 20 de septiembre de 1928, tres años y medio después de su partida. Tras recorrer 21.500 kilómetros, su épica aventura a través de los Andes y los desiertos americanos le valió la aclamación del público neoyorquino. Calificados como "verdaderos héroes" por el presidente estadounidense, el valiente jinete y sus dos compañeros siguen inspirando. La fecha de su hazaña ha quedado grabada para siempre en la historia de la hípica y ahora es el Día Nacional del Caballo en Argentina

Al otro lado de los Andes, en 1949, el caballo Huaso y su jinete Alberto Larraguibel batieron el récord mundial de salto de altura con 2,47 m. Alberto Larraguibel se convirtió en una leyenda chilena y en el plusmarquista mundial de salto de obstáculos. Esta hazaña nunca ha sido superada, y aún hoy se considera un acto heroico, ya que es uno de los récords más antiguos de la historia del deporte

Pero más allá de estos dos personajes con singulares hazañas, es Martín Fierro el responsable del mito del gaucho. Verdadero Cristo de las pampas, este héroe, creado desde cero por el autor José Hernández, restauró la imagen de los gauchos. Calificados durante mucho tiempo como vagabundos insignificantes o pendencieros, los gauchos no fueron realmente respetados hasta la publicación, en 1872, de este poema épico, que se convirtió en una de las principales obras de la literatura argentina. Personaje eminentemente popular, encarna a un gaucho en vías de desaparición, presa de todas las tribulaciones de su tiempo: " Soy un gaucho, que se oiga, como explica mi lengua. Para mí, el mundo es pequeño, cuánto más grande, ni la serpiente me muerde ni el sol me calienta. Mi gloria es permanecer libre, como un pájaro en el aire. No hago nido en una tierra donde se sufre tanto para vivir; nadie debe seguirme cuando vuelvo a levantar el vuelo.