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Una tierra de cine desde el principio

Desde los primeros tiempos del cine, Nueva Zelanda ya era tierra del séptimo arte. El 13 de octubre de 1896, el kinetoscopio de Thomas Edison sirvió para proyectar la primera película de la historia del país. Unos meses antes, el inglés Alfred Henry Whitehouse ya había traído a la isla el kinetoscopio de Edison en forma de exposición itinerante. Whitehouse, un astuto hombre de negocios, se convertiría en el padre del cine neozelandés, rodando la primera película neozelandesa en 1898. Todo lo que queda de estas primeras vistas es la Partida del Segundo Contingente para la Guerra de los Boers, filmada en 1900 en Newton Park en Wellington. Es una inmersión en un mundo pasado, que puedes descubrir en línea en el riquísimo sitio del Archivo Nacional de Cine de Nueva Zelanda, Ngā Taonga. En 1914 se estrenó en los cines Hinemoa, una producción directamente inspirada en el legendario romance de Hinemoa y Tūtānekai y más o menos reconocida como el primer largometraje rodado en Nueva Zelanda. Una película considerada perdida, pero cuyas huellas perviven en la historia cinematográfica del país. En 1996, Correos reutilizó la imagen promocional de la película en uno de sus sellos, en honor del centenario cinematográfico de Nueva Zelanda.

En cuanto a las salas de cine, los primeros edificios dedicados al cine aparecieron a principios del siglo XX, y ya en 1897 se instaló la primera sala de proyección en Roxburgh . El 28 de noviembre de 1910, el Kings Theatre abrió sus puertas en Auckland y acogió a cerca de 1.800 personas por proyección, proyectando películas mudas varias veces por semana. Este legendario local pasó a llamarse Prince Edward Theatre en 1926 y Playhouse Theatre en 1947, antes de reabrir como Mercury Theatre. Un nombre que el teatro lleva con orgullo desde 1968. Actualmente en proceso de renovación, este cine centenario tiene previsto reabrir sus puertas en 2024.

En la primera mitad del siglo XX, la industria cinematográfica neozelandesa luchó por difundir su cine más allá de las fronteras del país. Aumentó el número de salas, pero éstas eran principalmente producciones de Hollywood o británicas. Los cineastas Rudall Hayward y Hilda Moren, la primera pareja de poder del cine nacional, realizaron docenas de comedias cortas entre 1920 y 1930, al tiempo que ofrecían largometrajes mudos al principio, con sonido a partir de 1936. De ellas, La última batalla de Rewi, realizada primero en 1925 y luego en 1939 en una nueva versión sonora, es sin duda la más interesante. Una película que narra las últimas esperanzas de las fuerzas māory de Rewi Maniapoto en la batalla de Ōrākau, uno de los episodios más famosos de las guerras māory. Tras el dúo, el cineasta John O'Shea sería la otra figura clave del cine neozelandés de este periodo, y seguiría produciendo y dirigiendo hasta finales de la década de 1960. Fue responsable de un puñado de largometrajes de este periodo, entre ellos Broken Barrier (1952) y Don't Let It Get You (1966), películas interesantes, pero que apenas trascendieron las fronteras neozelandesas.

De la New Zealand Film Commission a El Señor de los Anillos

Creado en 1978, este organismo estatal ha apoyado desde el principio la producción cinematográfica nacional, tanto mediante incentivos fiscales como con ayudas directas a la industria cinematográfica neozelandesa. Los resultados no se hicieron esperar. Sleeping Dogs (1977) fue un éxito de taquilla, que reveló al actor Sam Neill, nativo de Nueva Zelanda. Al mismo tiempo, la producción se diversificó tanto delante como detrás de la cámara. En 1984, Melanie Read se convirtió en la primera directora neozelandesa en estrenar un largometraje(Trial Run), mientras que Barry Barclay, de ascendencia maorí, produjo y dirigió Ngati en 1987. A principios de 1990, Jane Campion fue aclamada. Jane Campion ganó el Oscar al mejor guión por La lección de piano en 1993, mientras que Peter Jackson obtuvo el León de Plata en Venecia por Criaturas celestiales. Unos años más tarde, empezó a trabajar en el mayor proyecto cinematográfico de Nueva Zelanda hasta la fecha, El Señor de los Anillos. Un proyecto que no sólo reveló al mundo la belleza de los paisajes neozelandeses, sino que revolucionó la industria cinematográfica del país. Desde entonces, decenas de grandes producciones de Hollywood se han rodado en Nueva Zelanda, o han recurrido a la experiencia de empresas de efectos especiales o posproducción, como Avatar (2009), de James Cameron, o Las aventuras de Tintín (2011), de Spielberg. Recientemente, el cineasta neozelandés Taika Waititi también ha disfrutado de una exitosa carrera en Hollywood, tras su debut nacional con Águila contra tiburón (2007) y Boy (2010).

Un verdadero paraíso para los cinéfilos

Siguiendo los pasos de la Comunidad del Anillo, o de Bilbo el Hobbit, podrá descubrir el país y sus mil tesoros naturales. Empiece por visitar el set de rodaje de Hobbiton, uno de los lugares emblemáticos de la saga, no lejos de Hamilton. Después, diríjase más al sur para explorar los alrededores de Rivendel, en el Parque Regional de Kaitoke, o dé un paseo por los jardines de Isengard, también conocido como Parque Harcourt. Para los aficionados, una auténtica peregrinación está al alcance de la mano Desde las estribaciones del monte Domingo, sobre el que se construyeron los decorados de Edoras, hasta el pueblo del orfebre Jens Hansen, responsable de la fabricación de los anillos utilizados durante el rodaje. Haría falta una guía entera para enumerarlos todos. Afortunadamente, este recorrido es fácil de encontrar en Internet. Entre otras películas notables rodadas en la isla, puede sumergirse en el escenario de El último samurái (2003) visitando el valle de Uruti, en la región de Taranaki. O reviva algunos de los momentos más gloriosos de Narnia en torno a las Rocas del Elefante, donde el león Aslan acampa en la película. Por último, intente asistir a una representación o proyección en el Teatro Cívico de Auckland. Este legendario recinto, construido en 1929, es el escenario de uno de los momentos memorables de King Kong (2005), de Peter Jackson. Entre éste y los cerca de ochenta cines del país, se encontrará en un auténtico paraíso cinematográfico. Le costará marcharse.