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Los orígenes

El yacimiento de Antequera alberga uno de los mayores conjuntos megalíticos del mundo. Aquí se encuentran los dólmenes de Menga y Viera (monumento formado por una losa apoyada en pilares que forman las paredes de una cámara funeraria) y el tholos de El Romeral (enterramiento circular abovedado con ménsulas). El Dolmen de la Creu d'en Corbetella, situado en la ruta megalítica, es una de las mayores construcciones prehistóricas de Cataluña. Esta asombrosa estructura conducía originalmente a un pasillo de enterramiento. En Asturias, al igual que en Galicia, se puede descubrir la elaborada arquitectura de los primeros poblados celtas: los castros. Estos se agrupaban en casas circulares y estaban protegidos por potentes y macizos recintos, como el Castro de Coaňa, ya dividido en calles y con un ingenioso sistema de drenaje de aguas. Esta sofisticación se encuentra también entre los íberos, un pueblo aún poco conocido, pero que dejó increíbles restos de calles, casas, cisternas, silos y una poderosa muralla formada por torres redondas y cuadradas en el histórico emplazamiento de Ullastret. Un dominio de la arquitectura que se encuentra entre los griegos y luego los romanos. El yacimiento de Empuries, único en su género, alberga murallas, ágora y santuarios griegos, así como foro, termas y villas romanas. El acueducto de Segovia con sus 166 arcos construidos en dos niveles, el recinto de Lugo con sus 6 m de anchura y 11 m de altura o el Arco de Triunfo de Medinaceli (¡que se ha convertido en un símbolo de los sitios antiguos en las señales de tráfico!) son algunas de las obras maestras del pragmatismo y el monumentalismo romanos. Pero los sitios antiguos que no hay que perderse son los de Mérida y Tarragona, en Extremadura. Mérida pretendía ser una réplica idealizada de la Roma Imperial, con su estudiado urbanismo, su impresionante gestión del agua (presas, diques, acueductos, alcantarillas), sus suntuosos teatros, anfiteatros y templos de granito y sus villas con delicados mosaicos. Tarragona es una obra maestra del urbanismo, con tres terrazas que representan el poder religioso, el poder político y el ocio. Este conjunto, que combina topografía y función, está protegido por impresionantes muros. Después de los romanos, fueron los visigodos quienes dejaron su huella en España. Artesanos de un arte cristiano embrionario, los visigodos destacaban en el arte de la orfebrería y la ornamentación. Sus edificios son reconocibles por sus enormes muros y sus arcos de herradura. La ermita de Quintanilla de las Viňas, con sus estilizados capiteles, es un muy buen ejemplo.

Esplendor del Islam

Durante el califato de Córdoba (siglos VIII-X), se utilizaron los materiales más nobles (sillería, mármol) junto con los efectos decorativos más sofisticados: arcos de herradura (heredados de los visigodos), alfizs o molduras rectangulares que enmarcan los arcos, motivos geométricos y florales, mosaicos con reflejos iridiscentes, inscripciones caligráficas... De esta época data la Mezquita Catedral de Córdoba, con su mihrab (nicho que apunta a La Meca) ricamente decorado y sobre todo su increíble bosque de columnas de jaspe, granito y mármol. Al mismo tiempo, la arquitectura morisca era también defensiva, con la construcción de poderosas fortalezas, de cantería irregular, protegidas por dobles recintos salpicados de torres y puertas monumentales. LaAlcazaba de Málaga es un magnífico ejemplo, así como la silueta original de los Reales Alcázares

de Sevilla, con sus torres almenadas y merlones.

En el Reino de Taifa (siglo XI), los materiales utilizados eran menos nobles: ladrillo, yeso y mortero. Pero esto no impidió una rica ornamentación compuesta por motivos vegetales, geométricos o caligráficos. Las ciudades se desarrollaron en un laberinto de calles estrechas bordeadas de casas bajas encaladas con tejados planos y fachadas casi ciegas. Los Pueblos Blancos de Andalucía, con su silueta fortificada y sus casas cubiertas de cal blanca que refleja la luz y el calor y decoradas con muy pocas y muy profundas aberturas, son los herederos directos de este estilo. En estas medinas hispanas, como el barrio del Albaicín en Granada, también se desarrolló una sorprendente arquitectura del agua, como muestran los bellísimos baños de Granada, El Banuelo, con sus pequeñas aberturas en forma de estrella. Durante el periodo almorávide (siglo XII), los arcos, que ya no eran elementos de soporte sino puramente decorativos, se hicieron cada vez más complejos. Las cúpulas y los domos se decoraban con motivos geométricos cada vez más elaborados o con los llamados mocárabes o techos de estalactitas. El mihrab de la mezquita de Almería es el heredero de este estilo. Los almohades (siglo XIII) buscaban la sencillez en una arquitectura monumental y defensiva de gran pureza de líneas. En Sevilla, la Torre del Oro, que toma su nombre de los azulejos que la decoran, y la Giralda

, una torre cuadrada revestida de adornos de ladrillo cuyo motivo repetitivo en forma de diamante se llama sebka, son los orgullosos representantes de este estilo. Pero el periodo más rico y sorprendente fue el de los nazaríes (XIII-XIV). Los azulejos de vivos colores y los motivos geométricos hacen juego con las columnas y capiteles de mármol de colores y la madera policromada de los ricos artesonados. Todas las zonas expuestas han recibido un tratamiento ornamental increíblemente rico que demuestra las sorprendentes propiedades del estuco (yeso mezclado con polvo de mármol). LaAlhambra de Granada es el más bello testimonio de esta época y del singular refinamiento de su arquitectura palaciega. El Generalife, la residencia de verano de los gobernantes nazaríes, concebida como "el jardín del paraíso supremo", es una de las más bellas ilustraciones de la importancia que los árabes daban a la naturaleza y especialmente al agua. El agua purifica, refresca y amplía el espacio gracias a un inteligente juego de reflejos, lo que explica la presencia de fuentes y estanques en el corazón de los patios. Junto a este arte islámico, se desarrolló un arte sincrético por parte de los artesanos cristianos: el arte mozárabe, que tomó prestadas las tradiciones visigoda (arco de herradura), islámica (cúpulas nervadas, motivos decorativos) y cristiana (planta basilical o de cruz latina, ábsides, etc.). La iglesia de Santiago de Penalba, con su planta de cruz latina, sus columnas corintias y sus bóvedas abovedadas, es un ejemplo perfecto.

Arquitectura de la Reconquista

Todo comienza en Asturias, un pequeño reino que nunca conoció la dominación árabe, y donde se desarrolló un arte prerrománico único, especialmente en Oviedo. No se pierda la iglesia de Santa María del Naranco, que sigue estando muy influenciada por el arte visigodo y tiene rasgos típicos asturianos, como sus columnas en forma de cuerda. A partir del siglo XI, el estilo románico toma fuerza, sobre todo en Cataluña, y más concretamente en la Vall de Boi, como muestran las iglesias de Santa María y San Climent de Taüll. Estos edificios llevan la impronta del románico lombardo, que se aprecia en la sencillez de la planta, la sobriedad de los volúmenes, las arcadas ciegas, los arcos de medio punto, el arte de los frescos y, sobre todo, en las torres-cocheras de planta cuadrada decoradas con motivos salientes como la banda lombarda. Ávila, conocida como "la ciudad de los santos y las piedras", es un buen ejemplo de esta novela de la Reconquista. Al pie de sus asombrosas fortificaciones con 82 torres semicirculares y 9 puertas monumentales, se despliega una serie de iglesias de gran pureza románica. Una sobriedad llevada al extremo en los grandes complejos monásticos cistercienses que combinan espiritualidad y funcionalidad. El más famoso es el Monasterio de Poblet, con su sala capitular con bóvedas sostenidas por esbeltas columnas y su claustro revestido de arcadas con columnas estilizadas, que constituyen una elegante transición al gótico. La Catedral de Barcelona, con su nave de 26 metros de altura, la de Sevilla, con su bóveda estrellada y sus pilares fasciculados (formados por cinco columnas pegadas), la de León, con sus 1.800m2 de vidrieras, y la de Burgos, con sus altas y cinceladas agujas, son magníficos ejemplos del estilo gótico flamígero. Un estilo que encontrará su apogeo en el estilo isabelino. Este último es el arte de la Reconquista por excelencia. Los reyes afirmaban su poder con escudos y símbolos heráldicos, al tiempo que utilizaban un consumado arte de la decoración, multiplicando las formas libres, las curvas y los ornamentos cincelados inspirados en los descubrimientos del Nuevo Mundo. El Monasterio de San Juan de los Reyes, en Toledo, y la Casa delas Conchas, en Salamanca, son dos buenos ejemplos

Mientras que el arte románico era principalmente religioso, el gótico se convirtió en urbano. Las élites burguesas y mercantiles aportaron el capital necesario para construir los nuevos hitos de la ciudad: elayuntamiento y la bolsa. El Barri Gotic de Barcelona, el mayor barrio gótico de Europa, está lleno de estos tesoros. Pero el representante más orgulloso de este estilo gótico urbano es la Lonja de la Seda de Valencia, un monumental complejo comercial dedicado al comercio de la seda, cuya mayor parte está ocupada por la Sala de Contratación, con su suelo de mármol policromado y sus bóvedas de crucería que descansan sobre esbeltas columnas en espiral de casi 16 m de altura

Aunque los cristianos fueron reconquistando la península, no expulsaron a los artistas y artesanos moros. Impresionados por el refinamiento de su arquitectura, les pidieron que construyeran iglesias, palacios y castillos. Fue el advenimiento del estilo mudéjar. Estos últimos se mantuvieron fieles a la tradición islámica en los materiales (yeso, ladrillo, madera), las técnicas de construcción (arco de herradura, arco apuntado, techos de madera, alfiz) y, sobre todo, en los elementos decorativos (motivos geométricos, artesonados, estucos, cerámica vidriada), integrando al mismo tiempo elementos góticos (esbeltas agujas, motivos heráldicos, etc.). Los campanarios eran especialmente elaborados, adoptando a menudo el refinado estilo de los minaretes almohades. En Aragón, especialmente en Teruel y Zaragoza, hay decenas de ejemplos de este estilo. No se pierda la hermosa torre y el impresionante cimborrio de crucería de la Catedral de Santa María de Mediavilla en Teruel. El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, con su claustro en la tradicional combinación de colores rojo-limón y blanco de la arquitectura islámica, es otro buen ejemplo de este estilo. Un esquema bicolor se encuentra también en el poderoso Castillo de Coca, que forma parte de las fortalezas que pueblan el paisaje castellano. El Alcázar de Sevilla, el Castillo de Belmonte y el Castillo de la Mota, por su parte, combinan torres de vigilancia, barbacanas y matacanes con artesonados dorados, arcos de herradura y decoraciones escultóricas mudéjares. En la comarca de El Maestrat, que debe su nombre a los maestres, los templarios que construyeron allí poderosas fortalezas, también se pueden descubrir muy buenos ejemplos de ciudades medievales, como Morella, que, al abrigo de sus murallas fortificadas, presenta un trazado urbano típicamente medieval formado por un laberíntico entramado de calles estrechas, pasadizos abovedados, tramos de escaleras y plazas con soportales comerciales y hermosas casas blasonadas

Del Renacimiento al Clasicismo

Arte decorativo de inspiración italiana, el renacimiento plateresco da protagonismo a volutas, arabescos, guirnaldas y delicados relieves de filigrana que recuerdan el trabajo de precisión del orfebre o platero. El Hostal de San Marcos en León, con sus medallones y columnas y arcos esculpidos, es uno de los edificios platerescos más bellos de España, al igual que la fachada de la Universidad de Salamanca y, sobre todo, la del Convento de San Esteban, con sus frisos, medallones y grotescos adornando arcos triunfales, hornacinas y consolas. La ciudad de Baeza también cuenta con magníficos ejemplos de este estilo tan decorativo, como lo demuestran su Casa del Pópulo y las decoraciones esculpidas de su ayuntamiento. Su vecino, Úbeda, hizo una transición hacia un segundo Renacimiento más sobrio. La ciudad lleva la impronta de Andrés de Vandelvira, famoso por su delicado trabajo con la piedra y sus decoraciones reducidas a su más simple expresión. Las formas puras y armoniosas se encuentran en el llamado clasicismo renacentista del arquitecto Juan de Herrera. A él le encomendó Felipe II de Habsburgo la continuación de las obras del famoso Palacio de El Escorial, que introdujo un nuevo estilo, el desornamentado, todo sobriedad y sencillez. Esta sobriedad se aprecia en los primeros edificios barrocos, de los que hay muy buenos ejemplos en torno a la Plaza Mayor de Madrid, que a su vez fue rediseñada para romper con el tortuoso trazado de la ciudad medieval. El Ayuntamiento y el actual Ministerio de Asuntos Exteriores presentan tejados de pizarra y armoniosas fachadas de ladrillo

Luego, poco a poco, los elementos decorativos se hicieron más elaborados. Alonso Cano, arquitecto, escultor y pintor, es uno de los grandes representantes de este segundo periodo barroco. Es el responsable de la magnífica fachada principal de la Catedral de Granada. Pero el más impresionante y abundante de los periodos barrocos es el del tercer periodo, conocido como churrigueresco, llamado así por los Churriguera, una gran dinastía de arquitectos. Arte de la puesta en escena y de los efectos visuales, este barroco multiplica las columnas retorcidas, las pilastras en pirámides invertidas, los retablos finamente cincelados, los entrelazamientos y las formas geométricas, los estucos y los dorados en abundancia. La fachada principal de la Catedral de Santiago de Compostela, diseñada como un inmenso retablo, es el ejemplo más increíble

A los Habsburgo les siguieron los Borbones, que construyeron nuevos palacios combinando el barroco español y el rococó francés. Este esplendor recuerda al Castillo de Versalles, que sirvió de modelo para el soberbio Palacio de Aranjuez y sus inmensos jardines franceses, y al impresionante Palacio de la Granja, con su soberbio juego de colores creado por la yuxtaposición de piedra rosa, mármol gris y piedra blanca en la fachada. Luego, a partir de 1752, la Real Academia de Bellas Artes, que acababa de crearse, se opuso a esta profusión decorativa abogando por el orden y la moderación y abriendo así el camino a las líneas clásicas. El Palacio Real de Madrid es el gran representante de esta nueva sobriedad. Sin embargo, fue bajo la influencia del rey-constructor Carlos III y del arquitecto Ventura Rodríguez cuando la ciudad sufrió sus mayores transformaciones. Juntos diseñaron el Paseo del Prado, "el paseo verde del arte", en forma de hipódromo y salpicado de soberbias fuentes, al que se añadieron el jardín botánico y el observatorio astronómico, un modelo de sencillez y simplicidad que debemos al más famoso exponente del neoclasicismo: Juan de Villanueva

Historicismo y modernidad

Junto al estilo neoclásico, se desarrolla una nueva tendencia arquitectónica basada en un romanticismo que bebe de las fuentes de todos los estilos pasados. En Andalucía, la moda era la arquitectura neomudéjar, como muestra el Palacio de Orleans y Borbón en Sanlúcar de Barrameda. En el norte del país, los indianos, los españoles que volvieron de Sudamérica, construyeron suntuosas residencias mezclando estilos del pasado (torretas góticas, patios mudéjares, encajes platerescos y decoraciones barrocas) y la modernidad, con balcones muy bellos y ventanas de metal y hierro forjado. La arquitectura metálica se encuentra en hazañas de ingeniería civil como el Puente Internacional de Tui, de Gustave Eiffel, o el Puente de Vizcaya, en Bilbao, el primer puente del mundo con una vaina de transferencia suspendida. A Coruña debe su sobrenombre de "ciudad de cristal" a las galerías de cristal o arcos de ventanas que adornan sus fachadas. Se conocen como fachadas acristaladas

. Entre el estilo neo y la arquitectura de vidrio y metal, los casinos son también los grandes representantes de esta efervescencia arquitectónica, como los casinos de Murcia y Santander. Pero los ejemplos más sorprendentes de esta mezcla se pueden ver en Sevilla. Ya en 1909, la ciudad de Sevilla se preparaba para acoger un gran acontecimiento: la Exposición Hispanoamericana de 1929. En 1901, la Estación de Plaza de Armas recibió una nueva fachada que combinaba los ladrillos y la cerámica de la arquitectura neomudéjar con el vidrio y el hierro de la arquitectura industrial. El Casino de la Exposición, con su fachada decorada con pilastras y molduras de yeso, es un buen ejemplo de neobarroco, mientras que el monumental palacio de la Plaza de España se inspira en las formas del renacimiento plateresco. La Estación del Norte y el Mercado Central de Valencia llevan la impronta de un modernismo de cristal y acero, teñido de Art Nouveau como demuestran sus decoraciones cerámicas. Este Art Nouveau iba a tomar una forma muy especial en Cataluña: la del Modernismo.

Como parte del movimiento de la Renaixença, o renacimiento de la identidad catalana, abogaba por una vuelta a los orígenes de un pasado glorioso, recurriendo a las fuentes medievales del arte decorativo y la artesanía, al tiempo que se inspiraba en la naturaleza y sus formas orgánicas, dando rienda suelta a una sorprendente libertad formal. Puig i Cadafalch y sus voluptuosas creaciones curvas son un gran representante de ello. En Barcelona, Antoni Gaudí impulsó aún más esta libertad formal inventando una arquitectura-escultura con fachadas de volúmenes curvos animados por teselas de cerámica iridiscente. El Parque Guëll, con sus extraños senderos trogloditas, los edificios de la Casa Milá, con sus asombrosas crestas, y, por supuesto, la Sagrada

Familia, con sus torcidas agujas antes de estallar en cruces florales, son los grandes testigos de este estilo inimitable. El cambio de siglo fue también un periodo de gran renovación urbana. En Barcelona, Ildefonso Cerdà decidió derribar las murallas y ampliar la ciudad en forma de cuadrícula. Así nació el barrio del Eixample ("ensanche"). En Madrid, la Gran Vía estaba recién inaugurada. A los edificios de la Belle Epoque les siguieron pronto los testigos del modernismo emergente. El edificio de la compañía Telefónica, de 88 metros de altura, fue el primer rascacielos de la ciudad. Sus vecinos se inspiraron en el estilo racionalista que también encontramos en uno de los edificios emblemáticos de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929: el Pabellón Alemán de Mies Van der Rohe, con sus líneas puras y su elegante juego de luces. Esta efervescencia creativa iba a ser frenada por el franquismo. Como todos los regímenes autoritarios, el franquismo abogó por una arquitectura monumental que combinaba el historicismo y los acentos racionalistas. De este modo, Madrid se dotó de arcos de triunfo y los edificios erigidos en la época parecían todos ellos calcados del gigantesco Palacio del Escorial. Pero la locura de la grandeza franquista es más evidente en el Valle de los Caídos, un monumento compuesto por una basílica de 245 m de profundidad excavada en la roca y rematada por una cruz de 150 m de altura; y la Universidad de la Laboral en Gijón, cuyos 270.000 m² albergan una de las mayores iglesias elípticas del mundo.

Efervescencia contemporánea

En los años 80, la revolución cultural de la Movida llevó a Madrid del franquismo al postmodernismo, del rigorismo al hedonismo, dotando a la ciudad de una arquitectura muy "americana", toda de cristal, hormigón y acero. Esta efervescencia continuó en los años 90 con la construcción de los edificios más famosos de la ciudad, las Torres Kio, que forman la Puerta de Europa. Estas torres de 115 m de altura tienen una inclinación de 15 grados y parecen desafiar las leyes de la gravedad La década de los noventa también fue clave para Barcelona y Sevilla, que acogieron los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal, respectivamente, convirtiéndolas en verdaderos laboratorios de arquitectura. En Sevilla, el Puente del Alamillo, construido para la ocasión, es obra de Santiago Calatrava, famoso por mezclar la estética de la ingeniería funcional y la escultura arquitectónica, favoreciendo las formas curvas y orgánicas. Entre sus obras más emblemáticas se encuentran los puentes, como la Pasarela de Uribitarte en Bilbao y el Puente Lusitania en Mérida. También fue responsable de la mayoría de los edificios de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, de la nueva terminal del aeropuerto de Bilbao, que se asemeja al vuelo de una paloma, y del Obelisco de la Caja de Madrid, un esbelto cilindro de 92 metros de altura. Otra figura central de la arquitectura española es Rafael Moneo, galardonado con el Premio Pritzker (el Nobel de la Arquitectura) por su obra, que combina con elegancia el minimalismo y el monumentalismo. Entre sus creaciones más bellas se encuentran: el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, cuyos arcos del vestíbulo principal se hacen eco de la altura y el estilo de los arcos del acueducto de Los Milagros; la estación de Atocha de Madrid, con su marquesina y la torre del reloj; y el sobrio diseño interior del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Esta sobriedad es lo contrario de los motivos que se encuentran en la obra de Ricardo Bofill. Arquitecto postmodernista, rechaza el funcionalismo y multiplica las referencias antiguas, como en el Teatro Nacional de Cataluña, un auténtico templo griego flanqueado por 26 columnas. También le debemos la Dama del Manzanares, una escultura de bronce y acero que descansa sobre una plataforma piramidal de 21 metros de altura que domina Madrid. Una arquitectura concreta que ha causado mucho debate... a diferencia de la de la agencia RCR Arquitectes. Con sede en la pequeña ciudad catalana de Olot, la agencia ha desarrollado proyectos únicos que combinan la sencillez, la unidad y la poesía atemporal... ¡lo que le valió el Premio Pritzker en 2017! Pero España también sabe acoger a los grandes nombres de la arquitectura internacional para reinventarse. En Santander, Renzo Piano es el responsable del Centro Botín, cuyos dos edificios parecen estar suspendidos en el aire. El emblemático Museo Guggenheim, la flor de cristal, acero y piedra caliza de Bilbao, es obra del famoso Frank Gehry. En Barcelona, es imposible pasar por alto la Torre Glories de Jean Nouvel, una cúpula de cristal de 145 metros de altura con formas curvas y esbeltas. La ciudad catalana también alberga el Palau Sant Jordi de Arata Isozaki y el Edifici Forum de Herzog & de Meuron, con sus volúmenes geométricos de color azul brillante. Los arquitectos suizos también diseñaron el CaixaForum de Madrid, una antigua central eléctrica industrial rehabilitada que cuenta con el primer jardín vertical de España. Otra de las zonas emblemáticas de la capital es la Cuatro Torres Business Area, la Ciudad de Madrid, con torres diseñadas por Norman Foster y César Pelli. El arquitecto argentino provocó un escándalo en Sevilla con su Torre de Sevilla. Con su base elíptica y sus 180 m de altura, la torre atrae la atención con su revestimiento de aluminio de color terracota... lo que impidió que el corazón histórico de la ciudad fuera clasificado como Patrimonio Mundial de la UNESCO. El municipio decidió entonces prohibir la construcción de nuevos rascacielos. Una lección de la que deberían aprender algunas ciudades costeras excesivamente hormigonadas

Riqueza vernácula

Andalucía, y en particular la región de Almería, es una zona calcárea propicia para las viviendas trogloditas, cuya presencia se identifica por las chimeneas lisas y encaladas. En el barrio de La Chanca, en Almería, las fachadas de estas "cuevas" son de vivos colores. En Castilla y León, al igual que en el País Vasco, se pueden admirar hermosas casas con entramado de madera, a menudo bellamente coloreadas. Sus bases de piedra para protegerlas de la humedad, sus tejados en voladizo para proteger los porches y balcones, y sobre todo sus tejados de tejas rojas, son dignos de ver. En las comarcas del noroeste podrá descubrir un pequeño patrimonio único formado por loshórreos, graneros tradicionales construidos sobre pilotes, de piedra en Galicia y a menudo de madera con tejado de paja y pizarra en Asturias; los teitos, antiguas casas de piedra seca y tejado de paja utilizadas como refugios para personas y animales; así como las pallozas, chozas circulares con tejado de paja y paredes bajas. En Castilla-La Mancha, en el Parque Nacional de Cabaneros, también se pueden encontrar chozos, cabañas cónicas de pastores con una sola entrada, que se asemejan a tipis de paja. La región también es rica en molinos de viento, como los de Consuegra y Campo de Criptana, que dominan el paisaje desde sus crestas rocosas. Y estos son sólo algunos ejemplos de un pequeño patrimonio que también hace rico al país