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Historia franco-española del cine

El cine llegó a la capital el 13 de enero de 1897 con la proyección de Espectaculo Scientifico en el Salón Pertierra de Manila. Unos meses más tarde, fue el turno de los hermanos Lumière de conquistar el país con sus producciones, que fueron llevadas a Manila por un soldado español. En sus maletas llevaba 30 películas, con la firme intención de establecer un cine en el archipiélago, a pesar de la guerra que se avecinaba. En aquella época, el único cine de la ciudad, hoy desaparecido, estaba en la esquina de la calle Escolta con San Jacinto. Durante la década de 1910, cineastas y operadores internacionales recorrieron el país captando la realidad de la nueva ocupación norteamericana. Fue en 1919 cuando José Nepomuceno, conocido como el padre fundador del cine filipino, rodó su primera película. Dalagang Bukid o La joven del campo cuenta la historia de una joven obligada a casarse con un viejo rico, mientras está enamorada de un joven estudiante sin dinero. La película, hoy perdida, sigue considerándose un logro en la historia cinematográfica del país, y su éxito a principios de la década de 1920 marcó la pauta para futuras producciones. También fue Nepomuceno quien, en 1933, produjo la primera película totalmente sonorizada, La daga de oro. Sin embargo, ésta no fue la primera película sonora del país, pues ese título correspondió a L'Aswang (1930), una obra en tagalo directamente inspirada en las terroríficas leyendas del monstruo epónimo, bien conocido en la mitología filipina.

La Segunda Guerra Mundial y la ocupación japonesa paralizaron la producción nacional, pero ésta se reanudó tras el conflicto. Esta primera edad de oro comenzó en 1948, con las películas Timbu Mata (1948), Leonora (1951) y Princesa Tirana (1951), todas rodadas en visayano. También fue en esta época cuando el dúo Mat Ranillo y Gloria Sevilla ganó popularidad con grandes éxitos nacionales como Utlanan (La frontera, 1952) y Carmen (adaptación de una obra radiofónica en 1953). El cine tagalo no se quedó atrás, con numerosas producciones centradas en temas rurales y sociales. Fue durante este periodo cuando el cine filipino obtuvo su primer reconocimiento internacional, con Genghis Khan (1952), de Manuel Conde, seleccionada para Venecia y luego para Cannes.

La década de 1960 fue testigo de un declive en la calidad de las producciones nacionales, que tendieron a centrarse en obtener beneficios mediante remakes hollywoodienses de escaso interés estético. Pero cineastas como Gerardo de León siguieron haciendo películas de calidad, como esta nueva adaptación de la novela superventas Noli Me Tángere(No me olvides), que obtuvo la estatuilla a la mejor película en la décima edición de los FAMAS, los premios cinematográficos filipinos, en 1961.

Con la instauración de la dictadura del Presidente Marcos, la censura se impuso en el país. No obstante, muchos artistas consiguieron trabajar y contribuyeron a una segunda edad de oro del cine nacional. Entre ellos, la cineasta Marilou Díaz-Abaya (1955-2012), que realizó su primera película Tanikala(Cadenas) en 1980, seguida de Brutal ese mismo año. Sus obras son violentamente críticas con el régimen dictatorial de la época, y este aspecto tanto social como militante recorre toda su obra, la más conocida de las cuales es sin duda el biopic José Rizal (1999), héroe nacional de la lucha contra los españoles.

Hoy en día, el cine filipino cuenta con el apoyo de una poderosa comisión cinematográfica, que ayuda a la producción nacional al tiempo que atrae rodajes internacionales. Desde 1975, Manila acoge cada año el Festival de Cine de Metro Manila, que muestra el talento nacional en una gama cada vez más diversa de géneros. Artistas como Brillante Mendoza, Lav Diaz y Sean Ellis están contribuyendo a la reputación internacional del cine filipino, con obras como Taklub (2015), The Woman who left (2015) y Metro Manila (2013), todas ellas premiadas en importantes festivales europeos.

Rodajes internacionales destacados

Cualquiera que conozca a Francis Ford Coppola estará familiarizado con la increíble aventura que supuso el rodaje deApocalypse Now (1979), cuya mayor parte se rodó en Filipinas, hasta el punto de que fue objeto del fascinante documental En el corazón de las tinieblas (1991). Entre las desventuras sufridas por el cineasta destaca la desaparición de los helicópteros utilizados en la película y cedidos amablemente por el ejército filipino. Como los helicópteros se utilizaban también para combatir a los rebeldes hostiles al régimen, no era raro que una escena tuviera que aplazarse por falta de transporte. Una verdadera epopeya para una película que se ha convertido en de culto gracias, en particular, a las interpretaciones de Martin Sheen y Marlon Brando. Entre los lugares emblemáticos de la película figuran la bahía de Baler y el río Pagsanjan. En 1984, le tocó a Chuck Norris recalar en el archipiélago para rodar Portés disparus (1984). Una película de acción poco sutil pero nítida rodada en las regiones de Quezón y Laguna. Dos años más tarde, el cineasta Oliver Stone aterrizó en Filipinas para Platoon, una nueva película ambientada en la guerra de Vietnam. Las selvas de la provincia de Luzón fueron el telón de fondo de las aventuras de Charlie Sheen, Willem Dafoe y Forest Whitaker en este drama bélico, que se ha convertido en visita obligada para los aficionados al género.

A finales de los 90, el país fue escenario del thriller Bangkok One Way (1999), protagonizado por Claire Danes y Kate Beckinsale, sobre dos mujeres estadounidenses atrapadas en una red de narcotraficantes tailandeses. La mayor parte de la película se rodó en Manila, donde se pueden ver lugares emblemáticos como el Coconut Palace, el Fabella Sanctuary y el Cotton Club. Más recientemente, El legado de Bourne (2012), protagonizada por Jeremy Renner y Rachel Weisz, se rodó en la paradisíaca región de El Nido. Es una forma estupenda de añadir un poco de cine a tu viaje, entre dos cócteles.