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Una política siempre controvertida

Filipinas es una república en la que el presidente es elegido por votación popular para un mandato de seis años. Tras la caída del dictador Marcos en 1986, la vuelta a la democracia resultó difícil. Filipinas adoptó la democracia constitucional para el gobierno en virtud de la Constitución de 1987. Esta Constitución está muy inspirada en el modelo estadounidense. Aumenta el número de controles al ejecutivo por parte del legislativo y otorga a este último un poder considerable. El sistema filipino implica, por tanto, un equilibrio de poder constante y la necesidad de que el Presidente establezca relaciones consensuadas con el Congreso y el Senado. Los sucesivos presidentes han fracasado a la hora de cumplir sus promesas y convencer a la población. Entre 2016 y 2022, Rodrigo Duterte, apodado "el Donald Trump de Asia", dirigió una guerra antidroga que fue muy criticada internacionalmente y se cree que mató a más de 30.000 personas. Los filipinos, cada vez más desilusionados y conscientes de los problemas de corrupción que asolan su país, siguen sin embargo manteniendo la esperanza, implicándose en la política local y cumpliendo con su deber cívico votando (más del 83% en las últimas elecciones presidenciales). En mayo de 2022, Ferdinand Marcos Junior, hijo del ex dictador Marcos, fue elegido presidente. Sara Duterte, hija del presidente saliente, fue elegida vicepresidenta. En su discurso, el nuevo presidente declaró que sus prioridades serían combatir la subida de los precios y aumentar la producción de alimentos, al tiempo que continuaría la campaña antidroga de su predecesor de forma menos violenta.

La situación económica

A finales de los años cincuenta, Filipinas era la segunda economía de Asia después de Japón. En aquella época se esperaba que el país se desarrollara muy rápidamente, pero la omnipresencia de la corrupción y las políticas erróneas no ayudaron. En la última década, sin contar Covid, la economía ha crecido a un ritmo anual de alrededor del 6%, uno de los mejores de la región. Este dinamismo está impulsado sobre todo por la inversión y el consumo de los hogares, que es el principal motor de la economía (75% del PIB). Curiosamente, las transferencias financieras de los trabajadores filipinos en el extranjero representan casi el 10% del PIB (la mayor diáspora económica del mundo). Hay unos 2 millones de Oversea Filipino Workers (filipinos que trabajan en el extranjero) que se han marchado para encontrar un empleo y un salario decente (con Arabia Saudí a la cabeza, Estados Unidos, Hong Kong, etc.). Este fenómeno migratorio comenzó en los años 70, bajo el régimen de Marcos, que lo fomentó para paliar el problema del desempleo. La siguiente generación lo vio como un modo de vida. Las mujeres, en particular, abandonan a sus familias. Este desprendimiento, visto como un sacrificio, es una forma de mantener a sus familias y ofrecer a sus hijos un futuro mejor. Suelen dedicarse al trabajo doméstico. Los filipinos también se especializan en trabajar como tripulantes en los grandes cargueros y petroleros que recorren el mundo.

En la actualidad, la economía del país intenta recuperarse de las consecuencias de la crisis sanitaria de Covid. La tasa de desempleo, que se duplicó hasta superar el 10%, bajó al 5,4% en 2023. Pero casi 3 millones de filipinos más cayeron por debajo del umbral de la pobreza como consecuencia de la pandemia, y casi un tercio de las familias siguen viviendo por debajo del umbral de la pobreza. La indigencia es flagrante en Manila, donde es frecuente cruzarse con niños con la piel ennegrecida por los gases de escape, buscando tesoros escondidos en la basura de la ciudad. La distribución de los recursos sigue siendo espantosa: el 5% de los filipinos posee el 80% de la riqueza.

Relaciones internacionales

Filipinas ha disfrutado tradicionalmente de una relación privilegiada con Estados Unidos. Esta situación cambió ligeramente bajo la presidencia de Rodrigo Duterte, entre 2016 y 2022, cuando declaró su intención de distanciarse de Estados Unidos en favor de una relación más estrecha con China. El nuevo presidente, Marcos hijo, ha declarado que restablecerá una relación más equilibrada con las dos potencias, al tiempo que seguirá oponiéndose a Pekín por la situación en el mar de la China Meridional, rico en petróleo y reclamado por varios países asiáticos, entre ellos China y Filipinas. Este conflicto por el mar de la China Meridional se entrelaza con el conflicto por Taiwán, en el que Filipinas es un importante aliado militar y estratégico de Estados Unidos. El otro eje de la política exterior del país es la ASEAN, el quinto mayor bloque económico del mundo. Filipinas fue miembro fundador de la ASEAN(Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) en 1967. El país también es miembro de la APEC(Cooperación Económica Asia-Pacífico) y del G24, y fue uno de los cincuenta y un miembros fundadores de las Naciones Unidas el 24 de octubre de 1945. Por último, el otro gran socio económico del país es Japón, segundo socio comercial y primer inversor en ayuda oficial al desarrollo, que representa el 30% de la ayuda recibida por Filipinas. La Unión Europea es un socio económico importante (cuarto socio comercial), pero un socio político de perfil bajo.

Turismo

El archipiélago filipino sigue siendo un destino poco visitado (en comparación con sus vecinos) que, sin embargo, está experimentando un marcado desarrollo (el número de turistas se ha más que duplicado entre 2010 y 2019). El número de visitantes francófonos aún no es muy elevado, pero sin duda está creciendo. El programa de televisión Koh Lanta, rodado en Filipinas en 2007, dio el primer impulso a la llegada de franceses a esta región del mundo, y la edición de 2022 en Palawan y la de 2023 frente a Luzón deberían confirmar este impulso. Japón y el Sudeste Asiático aportan más del 50% de la clientela, pero ésta se diversifica rápidamente con la llegada de europeos y, sobre todo, de estadounidenses. También hay muchos australianos. Antes de la crisis sanitaria, el sector turístico representaba el 3% del PIB, es decir, unos 10.230 millones de euros. En 2020, este volumen de negocio se desplomó hasta los 2.420 millones, lo que supone una drástica caída del 76%. Solo 1 millón de turistas habían entrado en el país. En 2021, el país solo había registrado 163.000 turistas y luego 2,02 millones en 2022. Esta cifra sigue estando lejos de la tasa anual anterior a la pandemia, que superaba los 8 millones de visitantes.