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Del mito a la religión

Aunque los negritos y los austronesios (reconocidos por algunos como los primeros navegantes de la historia del mundo) son quizá los dos pueblos más conocidos del archipiélago, muchas otras tribus han dejado también un importante legado cultural. Cabe mencionar a los ilocanos, de la región de Ilocos (noreste de Luzón), que compusieron una epopeya: Biag ni Lam-and(La vida de Lam-ang), transcrita en la época colonial gracias al poeta Pedro Bukaneg (c.1592-1630), que la dictó de memoria, pero que sin duda es anterior a ella. Transmitida oralmente de generación en generación, algunos investigadores han señalado que la historia ha evolucionado, incorporando elementos que recuerdan al Ramayana hindú, así como referencias a la religión católica. La historia sigue adaptándose a los tiempos modernos, ¡habiendo sido llevada a la gran pantalla en 2012! Un segundo poema épico es igual de valioso: elHandiong (llamado así por el protagonista), originario de la región de Bicol. Salvado y traducido al español por el misionero franciscano Bernardino de Melendreras (1815-1867), se cree que este relato, desgraciadamente fragmentario, describe la región tal y como era hace 4.500 años. Sin pretender ser exhaustivos, podríamos mencionar también el Hudhud, un corpus creado por la comunidad ifugao (Luzón), que fue clasificado Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO en 2008, o el Twaang, el héroe recurrente de las canciones de los bagobos que viven en el sur de Mindanao. La isla tampoco es baladí, ya que en ella desembarcó Magallanes en 1521, y también fue aquí donde tuvieron lugar los combates entre musulmanes y españoles, conflicto que inspiró a Tomás Pinpin para publicar el primer periódico del archipiélago, Sucesos Felices, que apareció dos veces, en 1637 y 1639. Este impresor, nacido en Aubucay hacia 1585, publicó también el primer libro en tagalo (lengua endémica hoy conocida como filipino), Arte y Reglas de la Lengua Tagala, escrito por Francisco Blancas de San José.

En sus inicios, la literatura filipina consistía principalmente en obras prácticas, pero también dedicaba gran atención a la religión, como demuestra el poema rimado Pasión de Gaspar Aquino de Belén ( siglo XVI), que evoca la Pasión de Cristo, y la plétora de obras dramáticas que seguían tipologías muy precisas, desde los Moriones, representados disfrazados y enmascarados, hasta el Senákulo que representa la muerte de Jesús, sin olvidar el Salubong (representado en Pascua) o el Pangangaluwa (preferido para el día de Todos los Santos). No se olvidan los entretenimientos más ligeros, pero se limitan a cuentos y canciones (corridos, awit), comedias sobre el amor cortés y justas verbales (duplo).

De la palabra hablada a la escrita

La oralidad es, pues, el ADN de la primera literatura filipina, pero de ella nació uno de sus poetas fundadores: José de la Cruz, conocido como Huseng Sisw (1746-1829), apodo (que puede traducirse como José el Poussin) que se ganó porque solía cobrar en pájaros los poemas de amor que le encargaban. Nunca vio sus obras impresas, pero se han convertido en clásicos(Awa ng Pag-ibig, Clarita, La Guerra Civil de Granada, etc.).), también dejó la imagen de un erudito autodidacta, que se desenvolvía con igual soltura en tagalo, español, griego y latín, que comenzó su carrera en los escenarios, la continuó declamando versos inigualables y la terminó formando a Francisco Balagtas y de la Cruz (1788-1862), uno de los padres de la poesía filipina. Balagtas escribía en su lengua materna, el tagalo, lo que no era fácil en una época en que el gobierno colonial llegó a exigir a los filipinos nativos que adoptaran nombres que sonaran españoles. Balagtas tuvo otros encontronazos con el poder, y recibió varias condenas a prisión, la primera de las cuales, a raíz de una rivalidad amorosa, inspiró su obra maestra, Florante en Laura. El destino se cebó con él hasta después de su muerte, cuando sus manuscritos fueron destruidos en un incendio. Sólo Florante en Laura, publicada anteriormente, escapó a la destrucción, y sólo gracias a la memoria de sus hijos pudieron reconstruirse cinco de las diez comedias que había compuesto. Sin embargo, en su lecho de muerte, les había hecho prometer que nunca serían escritores..

La historia de Remigia Salazar (1805-1860), cuyo nombre de nacimiento era Talusan y que también fue víctima del decreto de 1849, ilustra bien las tensiones que reinaban a finales delsiglo XIX entre los indígenas y los colonos. El primer periódico oficial(Del Superior Gobernio, 1810) ignoraba todo lo que pudiera despertar el menor sentimiento patriótico o deseo de independencia. Sin embargo, a partir de los años treinta nació un movimiento de protesta, protagonizado principalmente por mujeres, "las mujeres fuertes". En 1845, Remigia Salazar se convirtió en la primera mujer editora, al hacerse cargo de la imprenta de su marido, Cándido López -que a su vez fue el primero en publicar a una escritora nativa, Luisa Gonzaga de Léon-, cuando éste murió repentinamente. Aunque sus publicaciones eran principalmente religiosas, 10 de las 29 obras que publicó eran en su lengua materna, el hiligainon. Sobre todo, dio a luz el primer periódico libre de Manila, La Esperanza, que se publicó de 1846 a 1850, todo un reto dada la presión a la que estaba sometida. Le siguió Leona Florentino (1848-1884), desterrada y exiliada por su marido a causa de sus ideas feministas. No obstante, su poesía recibió un reconocimiento póstumo, ya que fue la primera filipina incluida en laEnciclopedia Internacional de Obras Femeninas en 1889.

Así pues, el compromiso marcó este periodo crucial de la historia de Filipinas, y fue su lucha por la independencia lo que le valió a José Rizal una muerte prematura a la edad de 35 años. Condenado y ejecutado por las autoridades coloniales en 1896, se convirtió en un héroe nacional y dejó tras de sí una obra que tenemos la suerte de poder descubrir en francés gracias a Classiques Garnier, que ha reeditado en 2019 Noli me tangere: una novela tagala escrita en castellano y publicada originalmente en Berlín en 1887. En la misma línea revolucionaria, Aurelio Tolentino escribió una obra de teatro antiimperialista, Kahapon, Ngayon at Bukas(Ayer, hoy y mañana). Representada en el Teatro Libertad de Manila el 14 de mayo de 1903, le costó a su autor ser arrestado por las fuerzas americanas, que habían entrado en la arena política filipina y recuperado el archipiélago en 1898, de acuerdo con los términos del Tratado de París. Tolentino no fue indultado hasta 1912, momento en el que volvió a escribir obras de teatro. Filipinas no alcanzó la semiautonomía hasta 1935.

Siglos XX y XXI

Cuando un nuevo ocupante se apoderó del archipiélago, el español, que hasta entonces había sido la lengua predominante, fue prohibido en favor del inglés. El tagalo no fue reconocido oficialmente hasta 1937, y no fue hasta 50 años después cuando se convirtió en lengua nacional (bajo el término más genérico de filipino). Este crisol lingüístico provocó cierta confusión -o enriquecimiento, según se mire- en la literatura. Fernando María Guerrero (1873-1929) y Antonio Abad (1894-1970) siguieron siendo fervientes defensores del español : el primero fue representante local de la Real Academia de la Lengua Española en Madrid, el segundo uno de los primeros galardonados con el Premio Zóbel (dos veces, en 1928 y 1929) por sus novelas(El último romántico, El Campeón, La Vida secreta de Daniel Espena). En cambio, Zoilo Galang (1895-1959) optó por escribir en inglés, y en 1921 publicó la primera novela filipina en ese idioma, A Child of Sorrow. A continuación escribió una colección de cuentos populares, Tales of the Philippines, y sobre todo una vasta enciclopedia dedicada a su país natal.

Una vez superado este relativo periodo de vacilación, los escritores anglófonos empezaron a madurar, tanto en la forma como en el contenido, y se atrevieron a seguir tendencias más audaces. Villa José García (1908-1997), apodado Doveglion (contracción de Paloma, Águila, León), causó sensación con su estilo modernista: además de experimentar con rimas invertidas, tomó la costumbre de seguir cada palabra con una coma. El novelista Manuel Arguilla ganó el Concurso Literario de la Commonwealth en 1940. Cuatro años más tarde, fue capturado y ejecutado por los japoneses, convirtiéndose en uno de los símbolos de un nuevo conflicto extremadamente mortífero que perseguiría durante mucho tiempo la obra de la escritora feminista Estrella Alfon (1917-1983). Bienvenido Santos (1911-1996), que durante la Segunda Guerra Mundial siguió al gobierno estadounidense al exilio, trató ampliamente la cuestión de la diáspora en sus numerosas novelas, entre las que destacan El hombre que (creía) parecerse a Robert Taylor y ¿Para qué demonios te has dejado el corazón en San Francisco? Pero la historia aún no había terminado con Filipinas, que sufriría otro largo periodo de dictadura en la década de 1970. El pasado se convirtió en tema favorito de escritores como Francisco Sionil José (1924-2022), que en cinco volúmenes narró la historia de una familia desde 1880 hasta nuestros días en La Saga de Rosales, disponible en francés en Fayard; Lualhati Bautista, que evocó el gobierno de Marcos en Dekada '70, ganadora del Premio Palanca; y Ambeth R. Ocampo, que revivirá la figura tutelar de José Rizal en varias decenas de ensayos.