Basilique Notre-Dame des Anges à Cartago © Bribris - Shutterstock.com.jpg
La Vierge des Anges, patrone du Costa Rica © Brando Santos Pupiro - Shutterstock.Com.jpg

Espiritualidades precolombinas

Antes de la llegada de los conquistadores, las grandes civilizaciones precolombinas estaban confinadas a ciertas zonas como las regiones andinas y Mesoamérica. Costa Rica se desarrolló al margen de las grandes civilizaciones, como los aztecas en el actual México y los mayas en los actuales territorios de Belice, Guatemala y Honduras. Aunque escasamente poblado, este pequeño territorio hostil se encontraba en la encrucijada de varias civilizaciones. Debido a la falta de datos fiables, también por la ausencia de escritura y la dispersión de las poblaciones, es imposible determinar el número real de habitantes antes del siglo XV. Sin embargo, las estimaciones oscilan entre 30.000 y 40.000 habitantes.

Los jefes tribales, llamados "caciques", conservaban el poder de sus antepasados y transmitían su autoridad de padres a hijos. Además de jefes, eran curanderos e intermediarios entre el mundo físico y el espiritual. Apegados al chamanismo y al animismo, los pueblos que ocuparon la Costa Rica precolombina no estaban dominados por ninguna otra civilización y, sin un marco político y social realmente definido, todos los pueblos libraban despiadadas guerras entre sí. Diferentes guerreros de distintas tribus organizaban incursiones en territorio enemigo para capturar prisioneros, hacerlos esclavos u ofrecerlos como sacrificios. Respecto a esta última práctica, el volcán Poás, situado en la actual provincia de Alajuela, era un lugar privilegiado para ofrecer jóvenes vírgenes capturadas al enemigo. Degollados o arrojados vivos por los sacerdotes a la caldera (cráter), eran sacrificados como ofrendas a los dioses. Aunque los conflictos internos sugieren que el territorio estaba dividido, algunos vestigios de objetos encontrados demuestran, sin embargo, la existencia de creencias comunes. Pintados en negro y rojo, varios objetos transmitían un mensaje religioso: el negro representaba el reino de los muertos, mientras que el rojo simbolizaba el sol. Esta cerámica se encuentra en la cultura Papagayo en Guanacaste y en la cultura Huetar en el Valle Central.

Bribris y Cabécares: en contacto espiritual con la Tierra

Aunque hablan dos lenguas diferentes, los bribris y los cabécares forman un único grupo étnico conocido tradicionalmente como el pueblo de Talamanca, término derivado de su territorio natal, la selva de Talamanca. Formada por unas 20.000 personas, esta gran familia comparte el mismo sistema de creencias y es relativamente conocida por su conexión con la Tierra. Bribris y Cabécares transmiten la espiritualidad de la Madre Tierra de generación en generación. Para la mayoría de los grupos étnicos, la Tierra es un ser vivo, independiente e inmortal, que nace, crece, da vida y mantiene el ciclo del mundo viviente. Esta espiritualidad es también una filosofía: la naturaleza construye su identidad y no es sólo un recurso. Estas comunidades tienen una verdadera lectura del bosque, cada planta y cada árbol cuentan algo. Las plantas también tienen una energía vibratoria y las tribus se conectan a esta energía para curar muchos males.

Conservada por los chamanes, esta cosmogonía tiene como figura central a Sibú, también llamado Sibö o Zipoh. En palabras de Carlos Aguilar, famoso arqueólogo costarricense, "Sibú es el ser supremo entre los talamancas, el Gran Espíritu; omnipotente y omnipresente. Representa el espíritu del bien, se le respeta, pero no se le teme, no se le venera, no se le adora. Según la leyenda, el mundo primitivo, sumido en la oscuridad, estaba poblado por seres malignos, los Sòrburus. Uno de ellos, Sibökomo, fue el primer "awa", es decir, el primer chamán. Este título le otorgó ciertos poderes, entre ellos el de poseer piedras mágicas que le dieron la idea de crear vida en la Tierra. Sin embargo, los Sòrburus habían marchitado la superficie de la Tierra hasta dejarla estéril, lo que hacía imposible que las semillas humanas "germinaran". Sibökomo, decidido a crear vida, decidió tomar como rehén a su sobrina Sìitami, hecha de tierra. Un día, una de estas piedras masculinas se perdió dentro de Sìitami: la chica se quedó embarazada y dio a luz a su hijo Sibú nueve meses después. Cuando nació, los Sorburus intentaron matarlo, pero una colonia de hormigas lo escondió hasta que creció y volvió para luchar contra sus enemigos, entre ellos Sórkula, el más poderoso de ellos, al que derrotó con engaños.

Por último, un aspecto importante de las manifestaciones religiosas de los talamanqueños son sus ritos funerarios. Estos ritos corresponden a un primer enterramiento, en el que el cadáver envuelto se deja en el bosque para que se descomponga, y a un segundo enterramiento, en el que los huesos se entierran en el bosque. Durante estos ritos, los cantos fúnebres acompañan al alma del difunto hasta la casa de Sulá. Padre de la Tierra, llamado Iriria, Sulá ofreció semillas a Sibú para crear la especie humana. Así, Sulá moldeó a los humanos uno a uno, decidiendo para cada uno su personalidad y características. Los hombres fueron creados de arcilla antes de ser bañados en las aguas del río. En un testimonio dado por un chamán bribri a la antropóloga María Eugenia Bozzoli, aprendemos: "Es allí, en las aguas donde nos lavaron. Sula baña nuestra carne en estas aguas coloreadas que le pertenecen. Si yo soy oscuro, mi agua es opaca, si tú eres blanco, tu agua es clara. Así lo planearon Sibö y Sulá.

Evangelización a través de la religión católica

Fundado en 1535, el Virreinato de España tenía por objeto administrar los recursos de las colonias. En aquella época, el territorio no despertaba mucho interés por parte de la corona, y no fue hasta 1561 cuando Juan de Cavallón Arboleda, un conquistador español, y el padre Juan de Estrada Rávago comenzaron a colonizar un territorio en el que la vida social y religiosa era mínima. Los sacerdotes se encontraron con iglesias despobladas e hicieron varios intentos de animar a la población a asistir a misa. La evangelización de la población indígena se convirtió en una prioridad para establecer la religión católica en el territorio. Los misioneros españoles recibieron el encargo de someter a las diversas tribus y se les ordenó emprender una "guerra justa" en caso de rebelión de los caciques. Esta evangelización forzosa fue acompañada de saqueos, conversión a la esclavitud y torturas. A los que no se sometían, la Iglesia Católica les aplicaba toda una serie de castigos en el marco de la Inquisición. Perafán de Rivera, virrey de Cataluña y partidario de la Inquisición, inició el sistema de encomiendas. Pretexto para cortar de raíz cualquier proyecto de rebelión, este sistema permitía a los colonos disponer de mano de obra nativa al tiempo que se comprometían a evangelizar a las distintas tribus. Teóricamente, el sistema de encomiendas era ilegal; sólo la Corona española tenía potestad para establecerlo. Pero, desinteresada en la gestión logística de la colonia costarricense, la Corona española no organizó la colonización del territorio y las encomiendas siguieron su curso. En los siglos siguientes, el catolicismo se infiltró en todas las etnias y culturas: la Iglesia intervino más con estos pueblos para convertirlos, por considerarlos demoníacos. Estos pueblos querían romper el vínculo con su supuesta cultura pagana y no les importaba salvar su identidad cultural. Así, muchos pueblos indígenas se pasaron a la fe católica tras darse cuenta de que su espiritualidad estaba decayendo. Hasta mediados del siglo XIX, el país estaba formado por dos religiones: la católica y la indígena, conocida como animista. En 1750, para 29.268 habitantes, había unos 17.000 cristianos y 12.212 indígenas con creencias locales. Hoy, el catolicismo es la religión del Estado. El artículo 75 de la Constitución vigente establece: "La religión católica, apostólica y romana es la del Estado; éste contribuirá a su mantenimiento sin impedir el libre ejercicio, en la República, de las demás religiones que no se opongan a la moral universal ni a las buenas costumbres".

Religión y espiritualidad desde el siglo XIX

En la actualidad, cerca del 70% de los costarricenses se identifican como católicos y el 5,4% como protestantes. El protestantismo llegó a Costa Rica a finales del siglo XIX de la mano de los comerciantes británicos y la población negra caribeña. A pesar de una confianza aparentemente infalible en la Iglesia, las cifras empezaron a cambiar a partir de mediados del siglo XX: algo menos religiosos y mucho menos practicantes, los costarricenses se abrieron a otras formas de creencia y espiritualidad. A partir de los años sesenta, casi 10.000 de los 1,5 millones de habitantes se declaran ateos, pero la religión cristiana sigue teniendo el monopolio sobre las espiritualidades autóctonas, en total decadencia. A principios de la década de 1970, el bahaísmo, religión abrahámica y monoteísta que proclama la unidad espiritual de la humanidad, se hizo popular y fue la tercera religión más practicada del país. Tras los escándalos relacionados con las agresiones sexuales a menores por parte de sacerdotes, la Iglesia se encuentra sumida en el caos y la confianza de los costarricenses en ella sigue disminuyendo considerablemente. Cansados de la imagen de una Iglesia que se había vuelto demasiado conservadora, los costarricenses recurrieron a otras religiones y creencias distintas del catolicismo. Desde finales de los años noventa, varias sectas, principalmente de Estados Unidos, se han instalado en Costa Rica. Además, una pequeña comunidad judía y religiones del Lejano Oriente cuentan ya con varios miles de seguidores. En 2022, el país sigue teniendo 4,7 millones de cristianos y 420.000 ateos. Los costarricenses católicos se declaran practicantes: organizan bautizos, van a la iglesia para las bodas y mantienen la ceremonia religiosa para los funerales. Las diversas manifestaciones vinculadas al catolicismo son sobre todo tradiciones folclóricas que se han convertido en culturales: los pequeños pueblos siguen celebrando fiestas religiosas para marcar su identidad, mantener sus tradiciones y atraer a muchos turistas. Cada 2 de agosto, la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles de Cartago reúne a millones de peregrinos en torno a "La Negrita", la Virgen Negra declarada patrona de Costa Rica y protectora de las Américas.