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Música y danza tradicionales

Probablemente haya tantas tradiciones musicales y coreográficas en Etiopía como pueblos. Por ejemplo, entre los tigrayanos, en el norte, la danza es suave, toda circular y caracterizada por movimientos de hombros y cuello, mientras que entre los amhara, en el centro del país, los movimientos se centralizan en la parte superior del cuerpo y el cuello. Entre los oromo, en el centro y sur de Etiopía, los movimientos son todos de salto, utilizando todo el cuerpo, mientras que entre los guragé, la danza parece acrobática.

Dato curioso: una danza tradicional etíope se hizo viral recientemente en las redes sociales. Acertadamente traducido como "hombros bailarines",el eskista es un baile de las regiones septentrionales de Etiopía -y más concretamente de la etnia amhara- caracterizado por movimientos intensos y bruscos de los hombros, el pecho y el cuello, todos rodando y rebotando. Originalmente acompañado de música tradicional, ha sido redescubierto gradualmente por las generaciones más jóvenes que bailan con música electrónica o melodías contemporáneas y aprecian la naturaleza compleja y particularmente impresionante de sus movimientos.

Otras prácticas tradicionales asociadas a una región concreta son una forma musical musulmana de las tierras bajas del noreste, conocida como manzuma. Tradicionalmente interpretada por los ulemas, eruditos religiosos musulmanes, esta canción, caracterizada por armonías corales masculinas y generalmente acompañada por palmas y tambores etíopes, se utiliza para oraciones en grupo, entretenimiento, enseñanza del Islam e incluso para ahuyentar a los demonios.

Otra tradición ligada a la fe es que en Etiopía se canta toda la liturgia ortodoxa, y esta expresión musical se denomina zema.

No es de extrañar que Etiopía cuente con numerosos instrumentos únicos. Empezando por el krar, un primo de la lira de seis cuerdas -no confundir con la begena, una gran lira de diez cuerdas- que suelen tocar los azmaris. Los azmaris son bardos etíopes, músicos itinerantes muy respetados, tanto hombres como mujeres, que improvisan letras al son del krar. Es interesante saber que asistir a una actuación de azmari es fácil, ya que los mejores de estos cantantes actúan todas las noches en el barrio de Kazanchis, en Addis Abeba. Por lo demás, merece la pena conocer las obras de la "reina del krar", Asnatqètch Wèrqu, figura legendaria del instrumento, o de Kassa Tessema, amado tanto por sus letras como por su manejo del instrumento.

Otro instrumento emblemático es el masinko, una especie de violín de una sola cuerda utilizado en muchas partes del país, sobre todo por los pueblos amhara, tigrayan y oromo. Muy extendido, es uno de los instrumentos tradicionales más importantes del país. El masinko ha tenido varios maestros, como Getamessay Abebe, Legesse Abdi, Adane Teka y Alemayehu Fanta.

Otros instrumentos muy comunes son el washint, una flauta de bambú (que suelen tocar los pastores etíopes), el malakat, que se asemeja a una trompeta, el toom, un lamelófono utilizado por los pueblos nuer, anuak, majangir y surma, entre otros, y el kebero, un tambor etíope.

La música y la danza tradicionales están vivas en Etiopía. Por eso son fácilmente visibles en los escenarios, sobre todo en la capital y en las ciudades turísticas de Bahir Dar y Gondar. En Addis Abeba, Yod Abyssinia, 2000 Habesha y Fendika (laapuesta azmari imprescindible de la ciudad) son algunos de los escenarios más famosos. En Bahar Dar, el restaurante cultural Checheo ofrece actuaciones nocturnas de canciones y danzas tradicionales, acompañadas de tedj, el hidromiel etíope.

Además de estas excelentes direcciones, el Año Nuevo etíope(enkutatash), que se celebra el 11 de septiembre, es la ocasión de numerosos espectáculos de danza y música tradicionales.

Música popular

En la década de 1980, Etiopía quedó bajo el control del Derg, que impuso una férrea censura. Entre los músicos de este periodo, Neway Debebe fue con mucho el más popular. Su popularidad se debía en parte al uso de una forma poética de doble sentido en sus letras, que le permitía criticar al gobierno sin llamar la atención -y la ira- de las autoridades.

Mientras Debebe se ha quedado, el régimen ha llevado al exilio a grandes estrellas locales como Aster Aweké y Gigi. A la primera, Aster Aweké, se la conoce a veces como "la Aretha Franklin de África" y ha encontrado el éxito combinando sonidos tradicionales con pop. Vivió y trabajó en Estados Unidos, antes de regresar a su país natal en 2009. Su álbum Ebo (1993) sigue siendo imprescindible.

Una historia similar es la de Gigi (nacida Ejigayehu Shibabaw), famosa por su mezcla de pop y música etíope (con un resultado muy diferente al de la música de Aster Aweké) y obligada durante un tiempo a vivir y trabajar fuera de su país. Su álbum más conocido, Gigi, publicado en 2001, contó con la colaboración de monstruos sagrados como Herbie Hancock, Pharoah Sanders y Wayne Shorter.

Hoy es sin duda Tewodros Kassahun, más conocido como Teddy Afro, el artista más popular. Debe su fama en gran parte a sus letras disidentes, en las que denuncia a los poderes fácticos. Igualmente popular es Fikeraddis, fijo en la escena musical etíope desde hace más de veinte años. Disco tras disco, sigue siendo apreciada por su mezcla de sonidos y ritmos del norte y el sur de Etiopía.

Ethio-jazz

Como bien saben los aficionados a la música, Etiopía es una tierra aparte en este campo, gracias en gran parte a su sublime escena de ethio-jazz de posguerra. Para entender bien la génesis del género, hay que remontarse a los años 40, cuando un destacado miembro de la pequeña comunidad armenia local dio un giro a la música etíope. Se llamaba Nersès Nalbandian, era sobrino de Kevork Nalbandian (director de orquesta y compositor del himno nacional etíope utilizado de 1925 a 1974) y su talento le llevó a dirigir grandes orquestas locales como la Guardia Imperial, la Orquesta de la Policía y la Orquesta Municipal de Addis Abeba. Mientras desempeñaba estos diferentes cargos, fue integrando poco a poco los fundamentos tradicionales, instrumentales y estilísticos de la música etíope con los códigos de la música clásica occidental y el jazz. Sin darse cuenta, sentó las bases de un género totalmente nuevo que iba a influir en toda la música etíope de las décadas siguientes: el ethio-jazz.

Técnicamente, el ethio-jazz es una hábil mezcla de música azmari, mezclada con swing y jazz y llevada por la tezeta(que significa "nostalgia"), una especie de blues etíope - o saudade. El resultado es tan espléndido como melancólico.

Mientras esta mezcla impregnaba lentamente la creación musical etíope, un percusionista formado en Londres y Estados Unidos regresó a Etiopía a finales de los años sesenta, trayendo consigo influencias del jazz y la música latina. Se trata de Mulatu Astatke, el verdadero padre del jazz etíope, que dio a este género sus primeras obras (entre las que destaca Mulatu of Ethiopia, de 1972, un álbum que los coleccionistas adquieren hoy a precio de oro). Un pionero que no alcanzó el éxito internacional hasta la década de 2000, cuando algunos de sus temas clave aparecieron en la banda sonora de la película Broken Flowers (2005), de Jim Jarmush, que le dio a conocer internacionalmente.

El otro gran acontecimiento que permitió al mundo descubrir (aunque tardíamente) el ethio-jazz fue el trabajo realizado a finales de los años 90 por el sello independiente francés Buda Musique y Francis Falceto, que reeditaron las grandes voces del ethio-jazz a través de la colección "Éthiopiques", entre ellas Mahmoud Ahmed, entre ellos figuran Mahmoud Ahmed, el otro padre del género (y uno de los primeros artistas del país en darse a conocer fuera de sus fronteras con su álbum de 1975 Erè mèla mèla ), el fabuloso saxofonista Getachew Mekurya, Tilahun Gessesse, el cantante apodado "La Voz" por su aterciopelada voz de tenor, Alemayehu Eshete, el James Brown etíope, Tesfa-Maryam Kidane y la diva Bizunesh Bekele.

También en la colección "Ethiopiques", Emahoy Tsegué-Mariam Gebru es una de esas joyas desconocidas de la historia de la música que nos agradecerá mil veces que le presentemos. Imagine una monja etíope, el equivalente etío-jazz de Erik Satie o Debussy, y tendrá la increíble obra de Emahoy Tsegué-Mariam Gebru. Fallecida en 2023 a la edad de casi cien años, su música intemporal, que se redescubre poco a poco, merece, como su autora, gozar de una inmensa longevidad.

También hay que mencionar a Hailu Mergia, otra estrella del ethio-jazz, que encontró una segunda vida al final de su carrera, no gracias a "Éthiopiques", sino al excelente sello americano Awesome Tapes from Africa. Formado en acordeón y teclado, formó parte del esplendor de las noches de Addis Abeba en los años 60 y 70, antes de huir a Estados Unidos durante el régimen del Derg. Obligado a abandonar la música, se convirtió en taxista en Washington durante veinte años antes de que el propietario de Awesome Tapes from Africa lo descubriera y reeditara sus primeros trabajos. Éxito inmediato, Hailu Mergia resurgió de sus cenizas y volvió a componer. En 2018 publicó Lalu Belu, un álbum ensoñador y melancólico que demuestra que talentos como el suyo nunca permanecen en silencio.

La escena ethio-jazz está viva y coleando, y en la capital no faltan escenarios en los que disfrutar de un concierto. Desde el incendio del Jazzamba, el mejor club de la ciudad es The African Jazz Village, fundado por el gran Mulatu Astatké. Ubicado en el Hotel Ghion, organiza conciertos con regularidad y, si tiene suerte, podrá ver a Mulatu actuar en persona. Una visita obligada. Por otro lado, el Royal Lounge, el último local de moda de la ciudad, ofrece conciertos de ethio-jazz todos los viernes a partir de las 22:00.

Música contemporánea

Dado el amor de los etíopes por la música, es de esperar que la joven escena local sea vibrante. Entre las bandas más conocidas están Jano Band, un grupo que mezcla rock progresivo con sonidos etíopes; Teddy Yo y Lij Michael, dos de los artistas más influyentes de la escena local de hip-hop (a menudo escrito en amárico); y Dawit Eklund, Mikael Seifu y Endeguena Mulu, un trío que ha sabido mezclar electrónica, jazz y folclore de África Oriental para producir lo que ellos llaman "Ethiopiyawi Electronic".

Para escuchar música en directo, los mejores lugares son Mama's Kitchen, un restaurante de gastrofusión y elegante club de música en directo, y Club H20. Allí toca regularmente la Jano Band.

La diáspora etíope también cuenta con algunos miembros destacados. El más conocido, con diferencia, es The Weeknd, que ahora actúa bajo su nombre de nacimiento, Abel Makkonen Tesfaye. Puede que su música tenga poco que ver con el jazz etíope, pero su estilo está impregnado de Etiopía. Varios observadores han señalado que su forma de cantar sigue los pasos del gran Aster Aweke y que, en general, su característico vibrato está directamente inspirado en la música etíope.

Cada vez más cerca de sus raíces, en 2014 Abel Tesfaye donó 50.000 dólares canadienses a la Universidad de Toronto para financiar un nuevo curso de guez, una lengua etíope clásica, y en 2016 donó otros 50.000 dólares canadienses, esta vez a la iglesia ortodoxa etíope Tewahedo St. Mary de Toronto, a la que asistía de niño. Más recientemente, en 2021, Tesfaye donó esta vez un millón de dólares al Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas para apoyar los esfuerzos de socorro en Etiopía tras la guerra de Tigray. Lejos de la vista, pero no del corazón, Abel Tesfaye cultiva un vínculo fuerte y permanente con sus orígenes.