Séchage des cerises de café © GlobalP - iStockphoto.com .jpg

Inestabilidad política persistente

En 2019, la prestigiosa Academia Sueca concedió el Premio Nobel de la Paz a Abiy Amhed, en parte por su labor de reconciliación con Eritrea, que desembocó en la firma de un armisticio, pero también por su papel de reconciliador nacional, primero con la minoría oromo y después entre las etnias enfrentadas localmente en varias regiones del país. Pero su medalla se vio obviamente empañada por la guerra de Tigray, que estalló en noviembre de 2020, en particular por las atrocidades cometidas por el ejército regular aliado con el ejército eritreo y la milicia Amhara Fano, que cometieron asesinatos y violaciones en serie, hasta el punto de que se llegó a hablar de un genocidio tigre. El armisticio se firmó finalmente en Pretoria entre el gobierno federal etíope y las autoridades rebeldes de Tigray el 2 de noviembre de 2022. Abyi Ahmed sigue hoy al frente del barco, mientras que su voluntad de desarmar a las milicias étnicas de cada región ha provocado nuevas convulsiones en Amhara, donde los poderosos Fano no quieren deponer las armas.

Hambre crónica e inseguridad alimentaria

La guerra en Tigray, que cuenta con una población de 6 millones de habitantes, ha provocado tantas muertes por balas como por inanición. La situación es ahora tensa, y las ONG humanitarias intentan paliar la falta crónica de alimentos para 5,5 millones de personas, sobre todo refugiados. Además, a escala nacional, la fragmentación de la tierra en pequeñas parcelas, la presión demográfica (más de 116 millones de personas) y sus consecuencias sobre el medio ambiente, y la retención de la propiedad de la tierra por parte del Estado explican en parte la situación. El gobierno ha emprendido un vasto, aunque controvertido, programa de reubicación de las poblaciones sin tierra en regiones fértiles infraexplotadas. A pesar de los considerables recursos hídricos, el acceso al agua potable sigue siendo irregular fuera de las grandes aglomeraciones.

La agricultura es vital para el país

La agricultura representa actualmente el 70% de la población activa, frente al 85% anterior, y aporta algo menos de un tercio del PIB. A pesar de que existe una amplia gama de cultivos, como algodón, cereales, semillas oleaginosas, frutas, verduras, especias y flores, la producción agrícola está dominada en términos de rentabilidad por el café, que es el principal producto de exportación (35%) y proporciona sustento al 12% de la población. Aunque no se fomenta oficialmente, el cultivo del khat es la segunda exportación más importante del país y representa una parte significativa y creciente de los ingresos agrícolas.
Aunque Etiopía está considerada como uno de los graneros de África, sigue luchando por alimentar a su propia población y desarrollar sus exportaciones agrícolas. El subdesarrollo de la agricultura etíope se explica por una política agrícola deficiente y poco financiada. Casi todas las tierras cultivadas pertenecen a pequeños propietarios para los que la mecanización es inadecuada. Estas parcelas, tradicionalmente labradas con bueyes y arados, sólo pueden proporcionar una producción de subsistencia, creando situaciones dramáticas en caso de condiciones climáticas desfavorables. Además, a pesar de las subvenciones públicas, el uso de fertilizantes sigue siendo escaso y se riegan pocas tierras.

La ganadería se enfrenta a una sequía sin precedentes

La otra riqueza del sector primario etíope es su considerable cabaña ganadera. Con unos 30 millones de cabezas de ganado vacuno, 25 millones de cabezas de ganado ovino y 20 millones de cabezas de ganado caprino, además de millones de burros y camellos utilizados principalmente para el transporte, Etiopía es el primer productor de ganado del continente. Muchos pueblos seminómadas son pastores empedernidos. Sin embargo, las zonas semiáridas del país han sufrido en los últimos años una sequía sin precedentes como consecuencia del calentamiento global. Cerca de 340.000 personas están afectadas en el valle del Omo.

Preocupante deforestación

En las zonas rurales, la población sigue dependiendo de fuentes tradicionales de energía, como el estiércol animal, pero también la leña y el carbón vegetal, cuya sobreexplotación es una de las razones de la deforestación. Bien gestionados, los recursos forestales podrían constituir una importante fuente de ingresos, pero dado el alarmante estado de los bosques del planeta, la conservación y la reforestación son las máximas prioridades. La explotación de los combustibles fósiles y un mejor aprovechamiento del formidable potencial hidroeléctrico y geotérmico podrían satisfacer las crecientes necesidades energéticas de un país sin recursos petrolíferos.

El "tigre africano" resiste económicamente

La industria etíope, que incluye flores cortadas, alimentos, bebidas y textiles, es muy dinámica (representa el 20% del PIB), pero sólo emplea al 7% de la población activa, a diferencia del sector servicios, que ya emplea al 40% de la población activa (y representa otro tanto del PIB). Para revitalizar el sector industrial, dañado por más de quince años de gestión marxista, el gobierno lanzó un vasto plan de privatizaciones y atrajo a varias empresas internacionales, sobre todo chinas. El sector del cuero está en pleno auge y las grandes marcas textiles no dudan en instalarse en el país. Hasta la guerra de Tigray, el turismo contribuyó a impulsar el sector terciario. A pesar de estos éxitos iniciales, la economía etíope sigue siendo muy frágil, sobre todo desde la crisis de Covid-19 en 2020, a la que siguió la guerra de Tigray entre 2020 y 2022, y las turbulencias que vive actualmente el país en amhárico. El PIB del país, que crece casi un 10% al año, alcanzará los 1.098 dólares per cápita en 2022, frente a los 361 dólares de 2010. Queda por ver si este crecimiento beneficiará únicamente a la emergente clase media (20% de la población) o empezará a afectar a los más pobres, que constituyen la mayoría.

Midroc, el imperio Al-Amoudi

Pregunte a cualquier etíope quién es el hombre más rico del país y seguro que obtendrá la respuesta Al-Amoudi. Este empresario etíope-saudí ha aprovechado el amplio programa de liberalización económica del Gobierno en los últimos quince años. Hoy a la cabeza de un auténtico imperio, el jeque Mohammed Al-Amoudi ha invertido en sectores tan diversos como la construcción, los servicios, la producción textil, la extracción de oro y la agricultura, y ha hecho del Sheraton de Addis Abeba, uno de los hoteles más lujosos del continente, el emblema de su prestigioso éxito. Además de su carrera personal industrial y comercial, es conocido por su generosidad, que se manifiesta en su participación en numerosas iniciativas caritativas y proyectos de renovación urbana.

El sector textil, punta de lanza

Etiopía se ha convertido en el "nuevo taller del mundo" desde la llegada de los minoristas británicos Tesco y George, pero sobre todo desde la instalación de la segunda empresa de ropa del mundo, H&M, que ha producido muchos artículos en Etiopía. Es el resultado de una política hipervoluntarista que acaba de llevar a Etiopía a formar parte de los Brics en 2023. El objetivo del gobierno es hacer del textil y la confección la punta de lanza del desarrollo económico del país. La mayor fábrica del país, Ayka Addis Textile, filial etíope del grupo Ayka Tekstil, con sede en Estambul, funciona a pleno rendimiento en el suburbio de Alem Gema, en Addis Abeba. Entre 50 y 60 euros al mes, un empleado cuesta ahora diez veces menos que en China. Además, el país cuenta con 10.000 hectáreas de algodón orgánico, vendido a un importante distribuidor alemán. Etiopía también quiere sacar partido de su producción de cuero, ya que, con 72 millones de cabezas de ganado, posee la mayor cabaña de África.

Recursos de exportación diversificados

Infraexplotado durante mucho tiempo, el subsuelo etíope, que incluye yacimientos de oro, tantalio, hierro, lignito, estaño, cobre, níquel y potasio, se está convirtiendo en una de las grandes riquezas del país. El sector minero está en plena expansión y se espera que represente el 10% del PIB en los próximos años (frente al 4% actual). La sal, extraída en el noreste del país, también contribuye a la economía nacional. El café sigue siendo uno de los pilares de la economía etíope. Los esfuerzos de los últimos años han dado sus frutos, y el aumento de la producción de Arábica (500.000 t) ha impulsado los ingresos de exportación. Otros productos se exportan bien: oleaginosas, khat, cereales, cuero, oro y ganado. También se fomenta la horticultura y la producción de especias. Las importaciones se refieren principalmente al petróleo, los bienes de equipo agrícolas e industriales, los automóviles, los abonos y productos farmacéuticos, los cereales y los textiles.

Flores cortadas, un negocio global

Además, en pocos años Etiopía se ha convertido en el cuarto productor mundial de flores cortadas, por detrás de Ecuador, Colombia y Kenia. El sector hortícola se ha convertido en la quinta fuente de ingresos del país. Las rosas exportadas a Europa (sobre todo a los Países Bajos, Alemania, Bélgica y Noruega) aportaron 350 millones de dólares en 2022. Es más, las empresas están comprando terrenos aquí para cultivar sus propias flores. El negocio es muy rentable, y la proximidad de Etiopía a Europa la hace casi tan competitiva como Kenia. Así que cuando veas rosas vendiéndose por la calle en Francia, lo más probable es que procedan de Etiopía

Presas hidráulicas, la solución energética

Estimado en 45.000 MW, el segundo mayor del continente tras Congo-Kinshasa, el potencial hidroeléctrico de Etiopía es el motor del desarrollo industrial del país, que aspira a convertirse en el primer exportador africano. Etiopía ya exporta parte de su producción eléctrica a Yibuti, y a largo plazo le gustaría exportar a Kenia y Sudán del Sur. Para lograrlo, se han destinado 9.000 millones de euros a la construcción de dos presas: la Gran Presa del Renacimiento Etíope (una de las mayores del mundo, con 5.250 MW), en el Nilo Azul, y Gigel Gibe III (1.870 MW), en el Omo. A esto hay que añadir la construcción de 8.000 km de líneas eléctricas para unir el país, lo que le confiere una capacidad de generación de electricidad de 4.228 MW, ¡frente a los 378 MW de 1991! Estas presas faraónicas crearon polémica (desplazamientos de población). La presa del Renacimiento provocó enfrentamientos diplomáticos con los países situados aguas abajo (Egipto y Sudán), pero hay que decir que antes de ella el reparto estaba desequilibrado a favor de estos países, lo que debería permitir llegar a un compromiso a largo plazo.

Infraestructuras bien desarrolladas a pesar de la dificultad del terreno

En un país con una geografía poco propicia para el transporte, las carreteras se han convertido en una estrategia nacional. Las grandes carreteras asfaltadas, sometidas a una dura prueba durante las estaciones lluviosas, son objeto de una costosa política de mantenimiento con el apoyo de grandes empresas extranjeras, la mayoría chinas en la actualidad. La compañía aérea nacional, Ethiopian Airlines, es eficiente y presta servicio a más de quince ciudades de todo el país. La oficina de correos, que funciona únicamente en forma de buzones, es bastante eficiente. La cobertura de la red de telefonía móvil se amplía constantemente. Internet, que despierta un gran interés en el país, está bien implantado, pero aún adolece de lentitud en las conexiones. El Gobierno se ha comprometido a reducir considerablemente la desigualdad y la pobreza, en particular dedicando el 70% del gasto público a programas sociales.

El transporte como estrategia de desarrollo económico

La nueva línea ferroviaria que une Yibuti y Etiopía se completó en 2017, aliviando el transporte por carretera de 3.500 toneladas de mercancías al año hacia Yibuti y el Mar Rojo. Proporciona a Etiopía, en plena expansión económica, un acceso rápido al mar, estratégico para las importaciones y exportaciones (el 90% llegan por este puerto), sobre todo para el comercio con China. De hecho, fue China el principal socio que financió el proyecto de 4.000 millones de dólares a través del Exim Bank y realizó las obras a través de la China Civil Engineering Construction Corporation (CCCC), como ocurre en todo el país. Otro ambicioso proyecto es la creación de un tranvía urbano eléctrico en Addis Abeba, con un coste de 470 millones de dólares, financiados en un 85% por China. ¡Una primicia en el África subsahariana! Las dos primeras líneas norte-sur y este-oeste del metro ligero de Adís Abeba se inauguraron en 2015, permitiendo a más de 60.000 etíopes desplazarse por la capital.

El turismo, a media asta por la inestabilidad política

Con un patrimonio natural y cultural único, Etiopía cuenta con innegables bazas para convertirse en uno de los principales destinos turísticos de África. Tras sufrir durante mucho tiempo una mala imagen (regímenes autoritarios, hambrunas, guerra civil, tensas relaciones con los países vecinos), el país ha experimentado un repunte turístico, desgraciadamente aniquilado por la guerra en Tigray de 2020 a 2022. El valle del Omo y sus tribus, y Harar en el este, siguen atrayendo a algunos turistas, pero el país amhara, que seguía siendo una apuesta segura con Lalibela, Gondar y el lago Tana, ve ahora sus lugares turísticos desiertos por las nuevas tensiones que se viven en estos territorios desde marzo de 2023.