Empresa

Profundamente traumatizada por un largo periodo de guerra, que incluyó cuatro años de uno de los peores regímenes genocidas de la historia contemporánea, la sociedad camboyana sigue persiguiendo sus fantasmas. Los últimos veinte años han estado marcados por los juicios a los principales líderes de los Jemeres Rojos, que parecen haber concluido recientemente. Pero la falta de voluntad del gobierno para llevar a estos criminales de guerra ante la justicia (fue necesaria una considerable presión internacional para crear una organización que supervisara los juicios en 1999) y la presencia perturbadora de antiguos jemeres rojos en las altas esferas del gobierno durante muchos años han alimentado la división de la sociedad. La mayoría de los carniceros de Pol Pot ya han sido juzgados, y la mayoría han muerto de viejos. Hay que reconocer que los juicios han sido muy controvertidos, señalando su lentitud y el reducido número de acusados, lo que deja a muchos jemeres rojos en libertad. Se han concedido muchas amnistías en un espíritu de "reconciliación nacional". Pero trazar una línea bajo el pasado, sin olvidarlo, era probablemente necesario. En cualquier caso, las heridas aún están frescas y las cicatrices tardarán décadas en desaparecer.

País con una población homogénea, más del 90% de la cual es de etnia jemer, Camboya ha desarrollado a lo largo de los siglos un verdadero sentimiento nacional, que le ha ayudado a mantener un alto nivel de cohesión social a pesar de los trágicos acontecimientos que ha sufrido. Sin embargo, esta cohesión está siendo puesta a prueba por los estragos de la corrupción a todos los niveles, que está ampliando la brecha entre una élite cada vez más rica que no duda en hacer alarde de sus posesiones, y la gran mayoría de los habitantes que no tienen casi nada para vivir

Política

Camboya es un reino, cuyo actual gobernante es el rey Norodom Sihamoni. Mucho menos querido por sus súbditos que su padre, el rey Norodom Sihanouk, padre de la independencia del país y su líder durante muchos años, su poder es sólo simbólico. El líder de facto es el Primer Ministro Hun Sen, que lleva en el poder de forma ininterrumpida desde 1998 (habiendo ocupado también el cargo entre 1995 y 1993). El reino es oficialmente una democracia, pero Hun Sen lleva mucho tiempo bloqueando el acceso al poder con la ayuda de una élite que se enriquece en el proceso. En las elecciones parlamentarias de 2018, el primer ministro ganó disolviendo el principal partido de la oposición y metiendo en la cárcel a algunos de sus militantes. La libertad de prensa es casi inexistente, y Hun Sen tiene incluso una brigada de élite de 2.000 hombres totalmente bajo su mando e independiente del ejército regular. Es el jefe de un clan cuya fortuna se estima entre 500 y 1.000 millones de dólares. El reparto de concesiones a numerosos grandes grupos, sobre todo chinos, dilapidando los recursos naturales del país al mejor postor, le permite seguir al frente del país mientras alimenta su fortuna personal. Inspirado en el modelo político chino -dictadura de partido único y economía ultraliberal-, Hun Sen no ha dudado en amordazar a la oposición deteniendo regularmente a sus principales opositores. En la actualidad, el Partido Popular de Camboya es, de hecho, un partido único. En cada pueblo, pequeña ciudad o distrito de Phnom Penh, se ven por todas partes las oficinas de su partido, pero nunca las de sus oponentes. Este clima político ha acercado a Hun Sen a Pekín: el gobierno chino está aumentando sus inversiones en Camboya y se ha convertido en el interlocutor privilegiado del Primer Ministro. Opositores y activistas denuncian esta "colonización" económica por parte de China.

Economía

Lejos de la época dorada del imperio jemer, el pequeño reino de Camboya lucha por recuperarse de años de colonización, seguidos de décadas de guerra. El régimen de los jemeres rojos desmanteló la economía, redujo la industria a la nada y eliminó sistemáticamente a sus élites. Desde el cambio de siglo, el crecimiento económico ha sido fuerte, pero el país partía de una base muy baja. En 2018, Camboya seguía siendo la 111ª economía del mundo en términos de PIB, de entre 198 países. El país es miembro de la Organización Mundial del Comercio, lo que en teoría le obliga a adoptar un marco de competencia e inversión relativamente estricto. Pero el comercio a pequeña escala sigue rigiéndose por un sistema ancestral al que no se aplica el marco. Los caprichos del clima obligan a muchos campesinos a emigrar a las ciudades en busca de trabajo en las fábricas, a menudo en condiciones parecidas a los trabajos forzados.

La pesca y la agricultura representan el 70% de los empleos de la población camboyana. Los principales cultivos, como el arroz y la soja, están destinados principalmente a alimentar a la población. El país es también un importante productor de caucho del árbol del caucho, que se exporta. La pesca, que da empleo a casi 3 millones de personas, es un sector importante para Camboya, que es elcuarto

exportador mundial de pescado de agua dulce. Los numerosos ríos del país, así como el lago Tonle Sap, cuyas aguas se desbordan en la época de lluvias y están repletas de peces, son las fuentes de esta riqueza natural, que lamentablemente se ve amenazada por el calentamiento global y las políticas medioambientales del gobierno. La explotación de los bosques, el principal recurso natural, es también un golpe para este medio ambiente en peligro. El reino también vive de la industria textil, la principal del país. Por último, gracias a los templos de Angkor, el turismo se había convertido en la segunda fuente de ingresos del país, después de la agricultura, antes de la pandemia de cóvidos. Pero la afluencia de turistas, mal controlada, ha creado muchos problemas y sigue siendo motivo de debate.

Por último, Camboya sigue dependiendo en gran medida de las potencias extranjeras. En 2011, la ayuda internacional seguía representando el 60% del presupuesto estatal. Muchos proyectos de desarrollo son iniciados por Europa, Japón, China o Corea del Sur. Por otro lado, sectores enteros de la economía están cada vez más controlados por conglomerados extranjeros, especialmente chinos.