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Palacio Baburizza à Valapaiso © mathess - iStockphoto.com.jpg

Arte rupestre

Fabulosas civilizaciones se sucedieron en suelo chileno mucho antes de la llegada de los conquistadores: mayas, aztecas, incas y muchos otros pueblos desaparecidos han dejado vestigios que siguen impresionándonos. El norte de Chile ofrece algunos yacimientos de exhibición. En el desierto de Atacama, a 16 km de Huara, se encuentra la mayor concentración del mundo de diseños a ras de suelo. El origen y el significado de estos geoglifos siguen rodeados de misterio. Destaca el Gigante de Atacama, un hombre esculpido de 86 metros de altura con máscara de felino y adornado con plumas, probablemente un jefe o un dios. Fechado en el año 1000, está rodeado de representaciones en positivo (formadas por montones de piedras) o negativo (ahuecadas). El museo arqueológico de San Miguel de Azapa cuenta con un parque al aire libre dedicado a los petroglifos. En la región de Atacama se puede observar un estilo particular de pintura rupestre, el Taira-Tulan. Esta técnica, que se utilizó entre el 800 a.C. y el 400 a.C., representa claramente figuras humanas o animales de perfil, totalmente en color. En algunos camélidos se aprecian efectos de transparencia. En el corazón de la capital, el Museo Chileno de Arte Precolombino alberga la mayor colección de objetos producidos antes de la invasión española. Se recorren miles de años de historia a través de decenas de objetos incas, la última y más importante de las civilizaciones precolombinas.

Arte colonial e independencia

El arte indígena fue literalmente barrido por los católicos. Durante las misiones evangelizadoras, el arte colonial dominó de 1598 a 1810.

Los jesuitas españoles dictaron rápidamente los códigos, que fueron aplicados por artesanos sin verdadera formación. Como el objetivo del arte colonial era convertir a la gente a la fe católica, el dominio técnico no se consideraba esencial. Los rasgos manieristas y barrocos, en particular el claroscuro, se combinaron con los estilos locales. Al frente de la Escuela Quiteña, fundada por los frailes franciscanos, Miguel de Santiago fue reconocido como el pintor con más talento de su época.

Tras la independencia en 1818, surgió un arte "republicano" puramente imitativo. Los pintores nacionales trabajaban por encargo para decorar museos y cobraban por pintar retratos de familias aristocráticas. Al mismo tiempo, se produjo una oleada de artistas itinerantes. Procedentes de todo el mundo, cada uno con un estilo diferente, trajeron consigo sus propias particularidades. Entre ellos, las escenas costumbristas de Manuel Antonio Caro y Mauricio Rugendas, los retratos de Raymond Monvoisin y los animales de Claudio Gay. El arte empezó a apreciarse por su valor estético. En las alturas del Cerro Alegre, el Museo Municipal de Bellas Artes de Valparaíso, instalado en el Palacio Baburizza, expone pinturas de artistas extranjeros y chilenos de los siglos XIX y XX.

Nueva vida

A comienzos del siglo XX, los artistas se reunieron y dieron un nuevo impulso a la pintura chilena. Fue el caso de la llamada generación de 1913, que incluía a pintores como Pedro Luna, Agustín Abarca, Beatrix, Judith Alpi, los hermanos Lobos y otros. Este fue el primer movimiento artístico real de Chile. Sus pinturas se asemejan a una forma avanzada y tardía del impresionismo francés, mezclada con las especificidades chilenas.

En los años veinte, un colectivo de pintores chilenos trabajó en París. Se trata del Grupo Montparnasse (1923-1930), que escapó a las ataduras de la pintura figurativa para expresarse libremente. Creado en 1922 en Santiago, este grupo estaba formado por artistas chilenos que frecuentaban el ambiente artístico del barrio parisino de Montparnasse a principios del siglo pasado. París, y más concretamente el barrio de Montparnasse, fue un punto de referencia para los movimientos artísticos y vanguardistas de la época, revolucionando el campo del arte al ofrecer una visión menos enclaustrada que las tradiciones naturalistas. Todas las nacionalidades del mundo acudían aquí para experimentar nuevas formas de expresión artística. El Grupo Montparnasse, fundado por el pintor Luis Vargas Rosa, y sus "montparnassianos" hicieron su primera aparición pública en una exposición celebrada en la casa de subastas Rivas y Calvo. Sus propuestas contrastaban con los conceptos artísticos oficiales de la época. El movimiento se enriqueció con el contacto con artistas como Pablo Picasso y Paul Cézanne, que experimentaban con las tendencias del momento, como el cubismo y el expresionismo. Su arte moderno provocó polémica y atrajo a nuevos seguidores. Entre ellos se encontraba Álvaro Yáñez, conocido por su seudónimo Jean Emar, que ayudó a difundir la obra del Grupo Montparnasse a través de las páginas del diario La Nación. Esta nueva expresión de la forma artística tuvo un profundo efecto en los estándares de la pintura sudamericana.

Más recientemente

Nemeso Antúnez y Roberto Matta son probablemente los artistas chilenos más reconocidos internacionalmente.

Hoy, un pintor como Gonzalo Ilabaca, residente en Valparaíso, recibe críticas elogiosas y la aprobación de un público de entendidos. Verdadero "cronista urbano" de la vida cotidiana, pinta los detalles del gran puerto, sus personajes, sus rincones, sus leyendas, en una especie de neoexpresionismo de lo más seductor. La otra gran figura del cambio de siglo fue el artista francés Thierry Defert, más conocido como Loro Coirón. Sus grabados de Valparaíso (sus mercados, sus gentes, sus trozos de vida) se reproducen en tarjetas postales. Loro realizó una obra maestra en el Congreso de Valparaíso.

Varios fotógrafos proponen enfoques originales. Guy Wenborne sobrevuela su país en un Cessna 182 desde hace veinticinco años. A 6.500 m de altitud, firmemente atado a un arnés y a una temperatura de -25°C, ha producido unas imágenes soberbias que recuerdan a las de Yann Arthus Bertrand. Sus imágenes de glaciares, volcanes, desiertos y minas revelan un Chile infinito, torturado, bárbaro y barroco. Un Chile de contrastes, opuestos y desproporciones.

Sin embargo, el fotógrafo chileno más famoso es Sergio Larraín, nacido en Santiago en 1931. Trabajó para Magnum con Cartier-Bresson desde 1959, y colaboró con Pablo Neruda en un libro sobre la casa del poeta en Isla Negra. No se pierda sus magníficas instantáneas que inmortalizan la leyenda de Valparaíso.

También merece la pena detenerse en la obra de Rodrigo Opazo, cuyo objetivo es captar "aquellos territorios que aún no han sido engullidos, donde el ser humano conserva una identidad especial y donde aún pueden leerse las tradiciones". Opazo ha fotografiado la fe religiosa chilena en Chiloé, por ejemplo, durante las celebraciones de Jesús de Nazaret, entre el 28 y el 30 de agosto y el tercer domingo de enero, en la isla Cauhach, en La Tirana y en Andacollo.

Por último, pero no menos importante, está la fotógrafa-antropóloga Paz Errázuriz, cuyas fotografías de oficios femeninos (vigilancia de baños públicos, recolección de desechos de carbón marino, venta de bolsas plásticas, etc.) están impregnadas de una trágica humanidad. El arte fotográfico se promueve en los centros de arte y galerías del país, concentrados en Valparaíso. Desde 2004, la Sala de Arte Wenteche Valparaíso defiende un arte de excelencia. Se exponen obras de fotografía, dibujo, grabado, pintura y escultura. Más de 400 artistas chilenos y latinoamericanos han pasado por sus salas desde su fundación. Otra dirección es la Galería Bahía Utópica, especializada en arte contemporáneo y promotora de artistas residentes en Valparaíso. Pintura, dibujo, escultura y fotografía de todo el mundo tienen aquí su lugar.

Arte callejero

Cuando se trata de arte callejero, Chile es un precursor. Santiago está lleno de sorpresas en este campo. Un recorrido por el arte callejero es también una buena forma de descubrir esta ciudad, demasiado a menudo eclipsada por su hermana mayor. Destacan dos barrios, el primero de los cuales es mejor visitarlo de día, con varias personas. En el Barrio Brasil, las paredes cobran vida con un arte callejero salvaje. ¿En qué calles? Calle Compañía de Jesús, Calle Catedral, Calle Santo Domingo y sus alrededores. Pero tenga cuidado en esta zona. Por la tarde, diríjase al Barrio Bellavista, un barrio que cobra vida por la noche. Al este de los mercados de Vega Central y Tirso de Molena, los comerciantes han prestado sus cortinas de hierro a los artistas. Algunos puntos de referencia: calle Bombero Nuñez, calle Santa Filomena, calle Dardignac, calle Antonia López de Bello, calle Lorato.

Vale, "Valpa" es la reina del arte callejero. Estamos en medio de un hervidero artístico. Ni una calle, ni un cruce de caminos sin dibujos, collages y grafitis. Pionero en su género, el Museo a cielo abierto de Valparaíso presenta veinte murales en las laderas del cerro Bellavista. Inaugurado en 1992, el museo reúne una gran variedad de estilos. Entre los artistas sudamericanos figuran el surrealista Roberto Matta (1911-2002), que también es arquitecto, poeta y escultor, el arte geométrico del cubano Mario Carreño Morales (1913-1999) y el surrealista Santiago Rodolfo Opazo (1935-2019). En los últimos 20 años, la ciudad ha optado por canalizar estas explosiones de creatividad. Cabe recordar que el arte callejero surgió en Chile durante la dictadura de Pinochet como medio de exaltación de la protesta. En la actualidad, este modo de expresión cuenta con el apoyo del Gobierno a través de encargos oficiales. Inti es uno de los muralistas sudamericanos más conocidos. Nacido en Valparaíso, combina la pintura a rodillo y el aerosol para crear frescos en Chile (también en Santiago), Colombia, Honolulu, París y Mulhouse, Bélgica, Noruega, Suecia... ¡Suficiente para hacer girar la cabeza! ¿De dónde procede su seudónimo? Inti es una divinidad inca del Sol, venerada por todos los pueblos indígenas. Un bonito guiño a sus orígenes