Una escuela difícil

Desde la reforma de Lagos en 2003, la educación es obligatoria de los 6 a los 18 años. Después, si se quiere ir a la universidad, hay que aprobar un examen, la Prueba de selección a las universidades (PSU). La enseñanza privada es bastante común, y los estudiantes se reparten con el sector público. En función de sus resultados en la PSU, los estudiantes pueden matricularse en universidades, institutos de formación profesional o centros de formación técnica. A pesar de una elevada tasa de alfabetización (96%) en un país con un sistema educativo bastante eficiente, algunas regiones remotas y el campo chileno son excepciones debido a su aislamiento y baja densidad de población. La mayoría de las escuelas y universidades se concentran en Santiago, la capital. En el desierto de Atacama, la Araucanía y la Patagonia, las escuelas son escasas y las universidades prácticamente inexistentes. Mientras que la Universidad de Santiago cuenta con más de 20.000 estudiantes, la de Punta Arenas apenas tiene 1.000. En las regiones más aisladas, los alumnos van a la escuela a pie o a caballo, recorriendo muchos kilómetros al día. Por último, el programa escolar se adapta a veces a las especificidades geográficas y culturales de la región: el cuidado de los animales, el aprendizaje de las técnicas agrícolas o el aprendizaje del mapadungun son específicos de las escuelas mapuches. Injusto y muy criticado, el sistema educativo no ha escapado al sistema neoliberal instaurado bajo la dictadura de Pinochet. En otras palabras, se favorece la enseñanza privada en detrimento del sector público, y ya no existe la enseñanza superior gratuita. La matrícula universitaria cuesta una media de 5.000 euros, mientras que el salario medio ronda los 500 euros al mes: las desigualdades no dejan de aumentar y el acceso a la enseñanza superior sigue estando fuera del alcance de muchos jóvenes chilenos. Las familias a menudo tienen que endeudarse para que sus hijos puedan estudiar, y existe una enorme diferencia entre la enseñanza pública y la privada en cuanto al coste de la matrícula y la calidad de la enseñanza. Los estudiantes llevan unos diez años manifestándose para exigir una reforma educativa. En 2011, tras enormes movilizaciones, más del 80% de los chilenos apoyaron las reivindicaciones de los estudiantes. Lamentablemente, este movimiento recurrente aún no ha dado sus frutos. Como consecuencia, cada vez más estudiantes chilenos cruzan los Andes para estudiar en Argentina, donde el sistema escolar está reconocido como uno de los más avanzados de Sudamérica.

Orgulloso pero humilde

Chile es tierra de encuentros con quienes, a finales del siglo XIX y principios del XX, se asentaron en estos territorios antaño inhóspitos. Orgullosos de su historia y de las tradiciones que aún conservan, estos descendientes de pioneros han heredado una identidad única. Humildes y discretos, los chilenos son a la vez generosos y desinteresados. Tienen la capacidad de relativizar, de seguir adelante y de apoyarse en los elementos que les rodean. Son los reyes de la improvisación y del quilombo, que significa caos, desorden, una creencia que dice que no hay que organizarse. En Chile, hay que dejar que las cosas sucedan y que vengan a uno para poder experimentar lo mejor que la vida tiene que ofrecer. La familia es la base de todas las relaciones sociales: los amigos son primos, y tu entorno está formado por conocidos que conoces desde la infancia. Las categorías sociales rara vez se mezclan Conservadores y religiosos (aunque cada vez menos practicantes), los hombres son a veces machistas y prefieren ver a sus hijas casadas antes de dedicarse a una carrera. La personalidad del chileno difiere en general de la mentalidad latina. Conocidos por su despreocupación, los latinos son apasionados, un poco seductores y se apresuran a dar su opinión sobre todo, pero los chilenos son siempre un poco más reservados, ¡al menos a primera vista! También están muy apegados al rango social: no es raro que le pregunten por su apellido, su formación académica o sus calificaciones. Poco apreciados por sus vecinos latinoamericanos, a menudo se refieren a ellos como desgarro chileno, nunca satisfechos con lo que les espera, no por falta de ambición o deseo de progreso, sino porque consideran que la vida es injusta. Se dice que su singular forma de acercarse al mundo (desenfadada, plácida, rebelde, con cierta histeria contenida, como comprimida por los elementos opuestos que rodean a este "cigarro junto al mar") procede de los mapuches. Porque los mapuches no construían monumentos ilustres: su monumento era la palabra hablada, el mapudungún. No hay libro de historia oficial, sólo un ácido sentido del humor, palabras vacías y orgullosas que valoran más el "ser" que el "tener". Como dice el refrán " La humanidad se divide en tres categorías: los chilenos, que no saben nada; los extranjeros, que saben un poco; y los mapuches, que lo saben todo".

Derechos de la mujer

A pesar de algunos avances en los últimos años, Chile sigue bajo la considerable influencia de la religión católica: el divorcio no fue legalizado por el Código Civil hasta 2004, a pesar de la hostilidad de la Iglesia. Ante la abyecta situación de las mujeres maltratadas, Chile decidió reaccionar en 1994 promulgando la Ley de Violencia Intrafamiliar, que define la violencia dentro de la misma familia como un comportamiento ilícito y perseguible judicialmente. Las cifras también revelan la importancia del papel que desempeñan las mujeres en el país, ya que casi el 30% de ellas aportan a todo el hogar un salario igual o superior al de su cónyuge. Fue para estas mujeres que el gobierno decidió crear un programa de apoyo en 1991, conocido como el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM). En 1989, el país ratificó la Convención de las Naciones Unidas sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.

Queda el espinoso tema del aborto: antes de 2017, el aborto estaba completamente prohibido en Chile. Tras dos años de debate parlamentario, el Tribunal Constitucional despenalizó parcialmente la interrupción voluntaria del embarazo el 21 de agosto de 2017 con la "ley tres causales". Esta ley permite el aborto en sólo tres situaciones (riesgo para la vida de la mujer embarazada, inviabilidad del feto y violación). Fue una victoria para la presidenta Michelle Bachelet, pediatra de formación, que libró esta batalla contra el conservadurismo durante todo su mandato. Sin embargo, en julio de 2019 se reanudaron las protestas, con miles de personas manifestándose a favor de la despenalización total del aborto. La ley actual, que solo permite recurrir al aborto en tres situaciones, se aplica muy mal, principalmente debido a la objeción de conciencia invocada por muchos médicos. Una de cada 5 jóvenes chilenas sexualmente activas tiene un embarazo no planificado, y cada año se producen no menos de 200.000 abortos clandestinos. Finalmente, en la primavera de 2018, para protestar contra la recurrencia de los feminicidios, el movimiento Ni Una Menos ("ni una [mujer] menos") se organizó a través de numerosas revueltas estudiantiles contra el sexismo. Luego, en noviembre de 2019, en medio de una ola de protestas sociales, los movimientos feministas chilenos sacudieron la escena internacional. En pleno centro de Santiago, el colectivo chileno Las Tesis presentó "Un Violador en Tu Camino", una conmovedora coreografía acompañada de una canción con una letra incisiva. Denunciando la violencia sexista y sexual, la actuación se hizo rápidamente viral y se repitió en todo el mundo, de Estambul a Sydney, pasando por París, en el Día Internacional de los Derechos de la Mujer. El himno chileno se ha convertido en un grito de guerra mundial. En mayo de 2021, en Santiago de Chile, Irací Hassler, una feminista de 30 años, se convirtió en la primera mujer alcaldesa al frente de la capital chilena. En 2023, en un momento en que se cuestionan los fundamentos de la Constitución, el país ya no parece ajeno a la larga lucha de las mujeres chilenas que han estado en el centro de las recientes revueltas populares.

Diversidad sexual

Chile, que durante mucho tiempo tuvo una política conservadora, ha librado una larga batalla por el reconocimiento y los derechos de homosexuales, bisexuales y transexuales. Los primeros derechos concedidos a los homosexuales se remontan a 1999, cuando se despenalizó la homosexualidad. Desde entonces, el país ha estado regularmente en el punto de mira por sus avances en este ámbito. Desde 2012, la discriminación por orientación sexual está por fin penada por la ley, aunque la igualdad de género y de orientación sexual está lejos de alcanzarse. En junio de 2018 y 2019 tuvo lugar la "Marcha del Orgullo", o Marcha del Orgullo Gay de Santiago. Bajo banderas arcoíris, personas LGTB se reunieron para reivindicar su identidad y reprochar los actos homófobos registrados el año pasado, en 2017. Bautizado como "el año de la furia", las cifras registradas fueron escalofriantes: con un 45,7% más de denuncias que en 2016, fue el año de todos los récords en cuanto a violencia homófoba y transfóbica. En los últimos años, los manifestantes también han reclamado la introducción del matrimonio para las parejas del mismo sexo. A pesar de un proyecto de ley inicial en 2008, el matrimonio aún no está permitido para las parejas del mismo sexo en Chile. Desde enero de 2015, sólo la "Unión Civil" autoriza las uniones entre parejas del mismo sexo, confiriendo los mismos derechos que el matrimonio. En 2019, la Cámara de Diputados aprobó una reforma de la ley de adopción para las parejas del mismo sexo, pero en 2021, el Presidente Piñera, que se había opuesto al matrimonio para todos durante su campaña electoral, reanudó por sorpresa la tramitación del proyecto de ley para legalizar el matrimonio para las parejas del mismo sexo en 2021 (proyecto presentado inicialmente por el Gobierno de la socialista Michelle Bachelet). El 10 de marzo de 2022, Chile se convirtió en el séptimo país de Sudamérica en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, y el trigésimo del mundo.