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Escultura en madera makondé

Los makonde son un pueblo bantú de África oriental que vive principalmente en el sureste de Tanzania y el norte de Mozambique, en Cabo Delgado. Es un pueblo de artesanos famoso por su arte de tallar la madera. Los makonde tallan tradicionalmente objetos de uso cotidiano, así como bustos, estatuillas y máscaras, y sobre todo ujamaa, una especie de tótem hecho de una sola pieza de madera tallada con múltiples figuras interconectadas que simbolizan la unidad y la fraternidad (traducción de la palabra kiswahili). No entraron en contacto con los colonizadores portugueses hasta 1930, quienes mostraron gran interés por estas esculturas y encargaron numerosas piezas. Este contacto inicial con la cultura europea inspiró a su vez a los makonde, que incorporaron y reinterpretaron elementos del arte occidental moderno en sus obras. A partir de la década de 1950, el arte makonde evolucionó, con la aparición de figuras abstractas, en particular los espíritus conocidos como Shetani. El estilo Shetani fue engendrado por el escultor Samaki Likankoa, figura clave del arte makonde moderno que ha obtenido reconocimiento internacional. Algunos escultores makonde, el más famoso George Lugwani, adoptan un estilo completamente abstracto. Para descubrir la obra de los artistas makonde, visite la Cooperativa de Arte Makonde de Maputo.

Reinata Sadimba, icono de la escultura africana

Reinata Sadimba nació en 1945 en una pequeña aldea de la meseta de Mueba, al norte del país. Refugiada en Tanzania, vive y trabaja en Maputo desde el final de la guerra civil en 1992. Tiene un estudio abierto al público en el Museo de Historia Natural de la capital. Makonde, Reinata trabaja la arcilla con las manos, como es tradicional en este grupo étnico de alfareros, una técnica que se transmite de madres a hijas. Al principio, fabricaba objetos cotidianos: jarras, platos y otros utensilios de cocina. Pero poco a poco, la cerámica fue ganando en creatividad y se convirtió en la esencia de su vida. Es un modo de expresión muy personal caracterizado por formas extrañas y quiméricas: cuatro manos en un cuerpo, un cuerpo con varias cabezas, una cabeza con varias caras, etc. Estas obras reflejan el universo matrilineal makonde, reconfigurado por una experiencia personal dolorosa y una imaginación fértil, abordando temas de identidad social e individual -en particular la de la mujer-, así como el vínculo primordial con la tierra.

Pintura y artes gráficas en el Núcleo de arte

La promoción de las artes visuales comenzó con la formación del colectivo Núcleo de Arte en 1921, una asociación que reunía a practicantes de todas las disciplinas asociadas. Los primeros miembros del colectivo eran blancos nacidos en Mozambique de padres portugueses. Entre ellos figuraban Frederico Ayres, impresionista considerado el padre del arte moderno en Mozambique, Jacob Estevão y Vasco Campira. En 1949, la primera exposición de pintura del Núcleo de Arte incluyó a António Bronze y Lobo Fernandes, así como a un poeta y dibujante, Rui Knopfli. Más tarde, João Ayres (hijo de Frederico), Bertina Lopes y Eugénio Lemos se unieron al movimiento hacia el arte blanco mozambiqueño.

El Núcleo de Arte fue el lugar donde convergieron todos los pintores en la década de 1950. A finales de la década, los miembros del colectivo se interesaron por la obra de varios artistas mozambiqueños, entre ellos Malangatana Ngwenya, Alberto Chissano (que tiene un museo con su nombre en la Costa do Sol) y Shikani. Había nacido el arte negro mozambiqueño. Desde entonces, el colectivo ha ido a más, y ahora es reconocido internacionalmente. Cuando terminó la guerra civil en 1992, este centro artístico desempeñó un papel importante en la reconstrucción del sentimiento de pertenencia a una identidad nacional. Sus miembros se dedicaron a recuperar armas del conflicto y transformarlas en objetos artísticos. Siguiendo esta práctica, artistas como Gonçalo Mabunda se hicieron mundialmente famosos.

Malangatana Ngwenya (1936-2011), artista y poeta comprometido

Es uno de los artistas más importantes de Mozambique, pintor y poeta de renombre internacional. Sus lienzos están llenos de cuerpos, rostros y expresiones de angustia. Los colores vivos son intrigantes; a menudo domina el rojo, intenso, sinónimo de sangre y violencia. Otra constante es la importancia concedida a la mirada y a la forma de los ojos, almendrados y simplificados. Los temas son siempre serios: Rêve du prisonnier, Abîme du péché, Jour de divorce, Travail forcé, Amour et guerre, L'Ultime Souper y Césarienne son títulos que expresan un dolor crudo. A ello se añade un toque de cubismo y surrealismo, así como un perfecto dominio del color y la forma. Malangatana Ngwenya explora su propia cultura, se inspira en sus sueños y pesadillas, en momentos de su vida, mira y escucha a su alrededor, y transcribe el dolor de toda una sociedad, de un país afectado por más de quince años de guerra civil. Figura clave en la historia del arte contemporáneo de Mozambique, es uno de los pintores más interesantes del país. Murió en 2011, pero su obra puede admirarse ahora en el Museo Nacional de Arte de Maputo.

Roberto Chichorro, a caballo entre dos culturas

Chichorro nació en Maputo en 1941. Chichorro, el "europeo de piel oscura", es un poeta desgarrado entre dos tierras lejanas, Mozambique por un lado y Portugal por otro. Su obra es radicalmente distinta de la de Malangatana. Capta fragmentos de la vida que le conmueven especialmente y pinta un mundo de dulzura y tranquilidad. Colorista, seductor y accesible. La piel negra o mestiza, los rostros blancos, los ojos azul oscuro, la música y el mar forman un tejido constante en su obra. Admirador incondicional de Chagall, ha elegido pintar la libertad, las emociones y los sentimientos asociados al disfrute cotidiano de la vida. Los recuerdos de su infancia forman parte de este universo que plasma en el lienzo, y la realidad que pinta está siempre impregnada de magia.

Los "murais", frescos históricos

Se trata de una tradición revolucionaria procedente de América Latina, especialmente de Chile, en la que el mensaje político es central y la estética pasa a un segundo plano. Tras la independencia, una ola de euforia llevó a cientos de personas a expresarse espontáneamente en las paredes de la ciudad con lemas como "abajo el racismo", "viva el Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique)" o "abajo la explotación del hombre por el hombre". Las imágenes representan a héroes de la lucha nacional, mujeres que participan en actividades sociales, trabajadores, etc. Algunos de estos murales han llegado hasta nuestros días.

A esta primera oleada de pintura efímera y anárquica siguió una serie de murales más organizados. Los dibujos y colores se elegían de antemano, y el trabajo lo realizaban maestros artesanos, a menudo exiliados chilenos que ponían su cultura al servicio de la revolución mozambiqueña. En 1977, un centenar de voluntarios participaron en la limpieza de los terrenos del hospital central de Maputo, y algunos de ellos pintaron murales para hacer más agradable el ambiente. Después pintaron una serie de murales en distintos edificios de la ciudad. Estas obras relatan el sufrimiento y la tristeza de la lucha diaria, la victoria de la revolución, la vuelta de las mujeres a la actividad social y la esperanza de un futuro mejor. Todas fueron realizadas por pintores que participaron en la revolución.

En el Museo de Historia Natural, Malangatana Ngwenya pintó un fresco de 20 metros de largo y 6 de alto. Es un mosaico de figuras humanas y animales que trata de "la lucha entre el hombre y la naturaleza". El detalle domina en una espiral de movimiento. Ante esta compleja obra, la mirada se dirige en distintas direcciones. Destacan los colores del Frelimo, símbolo de la lucha contra la opresión. En el camino hacia la felicidad, el sufrimiento siempre está presente: esto es lo que Malangatana parece querer expresar.

En Maputo, el mural más impresionante y visible se encuentra en la carretera del aeropuerto. El fresco, de 95 m de largo y 6 m de alto, está situado en la Plaza de los Héroes, con una estrella en el centro. Realizado colectivamente por ingenieros, arquitectos, pintores, escultores, carpinteros, herreros y artistas del Núcleo de Arte, esta obra colectiva es un símbolo de la revolución que hoy forma parte del paisaje mozambiqueño. Considerada una obra de arte, encarna el triunfo de la lucha por la independencia.

Mozambique, la encrucijada africana de la fotografía

Mozambique es uno de los pocos países africanos que ha experimentado un verdadero desarrollo fotográfico muy temprano, con algunas figuras famosas en este campo. La fotografía llegó a Mozambique en 1873. En 1899, los hermanos Lazarus, de origen portugués, se instalaron en Maputo. Realizaban principalmente retratos y fotos de familia. Las primeras fotos periodísticas aparecieron en 1920, pero la prensa no contrató realmente a profesionales hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Ricardo Achiles Rangel (1924-2009) formó parte de la primera oleada de fotógrafos nacionales. En la década de 1960, la fotografía se utilizó principalmente como herramienta política, para informar sobre la lucha por la liberación de Mozambique. A partir de 1964, Rangel y Kok Nam (1939-2012), los dos más veteranos, trabajaron para el Diario de Moçambique en Beira, la segunda ciudad del país, informando sobre los acontecimientos relacionados con la lucha por la independencia. Nam trabajó mucho junto a las fuerzas armadas de Mozambique, y en 1968 expuso una serie titulada Juventud por la libertad. De la mano, en 1970 participaron en la creación del semanario Tempo, el primero en dar protagonismo a la fotografía. En 1981 se creó la Asociación Mozambiqueña de Fotografía, con el apoyo de la Presidencia. En 1983, con la ayuda de la cooperación italiana, Rangel creó el Centro de Formación Fotográfica, que dirigió durante muchos años. El objetivo del centro es formar a los jóvenes en técnicas fotográficas, y es también un depósito de archivos y reservas fotográficas sobre Mozambique. Desgraciadamente, hoy en día los cursos de formación se limitan a cursos cortos de pago que no bastan para ofrecer una formación sólida. El final de la guerra vio surgir una nueva generación de fotógrafos nacidos en los años sesenta, cuyos representantes más ilustres son Sergio Santimano, Rui Assubuji, José Cabral y Naita Ussene. Demostraron un nuevo espíritu al retratar en imágenes la sociedad mozambiqueña, mostrando la miseria, las víctimas de la guerra y los excluidos.