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Habitations traditionnelles © Pascal RATEAU - Shutterstock.com.jpg

La isla de Mozambique, herencia colonial portuguesa

Los monumentos arquitectónicos más antiguos de Mozambique se encuentran en la isla del mismo nombre, Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1991 por la calidad de su unidad arquitectónica colonial, gracias al uso constante de las mismas técnicas y materiales de construcción durante cinco siglos. La isla alberga una sorprendente ciudad fortificada, antiguo puesto comercial que los portugueses establecieron a principios del siglo XVI y que fue sede del gobierno colonial hasta 1898. Aquí podrá admirar la fortaleza de San Sebastián, que resistió los ataques de piratas y otros enemigos de la corona. Fíjese en sus poderosos baluartes, entre los que destacan los de San Gabriel y Santa Bárbara. Joya de la arquitectura militar, la fortaleza tiene dos caras distintas: la poderosa e inexpugnable que da al mar y la que da a tierra, a la que conduce un hermoso camino de piedra. En el interior, no se pierda la capilla de Notre-Dame-du-Bastion, obra maestra del arte manuelino, estilo caracterizado por una abundante decoración que combina motivos moriscos, medievales y cristianos, y evocaciones del mar y la naturaleza. Una vez visitada la fortaleza, salga a descubrir la ciudad de piedra del norte de la isla. Sus viviendas de piedra y cal son una magnífica mezcla de influencias swahili, árabe e indoportuguesa, con magníficas puertas talladas.

Triunfo del Modernismo y el Art Déco

La mayoría de los edificios que pueden admirarse hoy en las principales ciudades de Mozambique se construyeron en los siglos XIX y XX. En 1892, Maputo, la capital, recibió un extraño edificio: la Casa de Ferro, o Casa de Hierro. El edificio debe su nombre a que está hecho enteramente de planchas de acero. Imagínese el calor que puede hacer en verano... ¡y todos los mosquitos que atrae! Por eso nunca fue habitada. Diseñada por Gustave Eiffel, que intentaba desarrollar técnicas de viviendas prefabricadas, desconocía el clima extremadamente cálido y húmedo de Mozambique, inadecuado para su especialidad constructiva: el hierro. Gustave Eiffel también fue responsable de los planos de la estación de Maputo, considerada una de las más bellas del mundo. Construida entre 1895 y 1910, es una obra maestra de la modernidad y una magnífica mezcla de estilos, que combina influencias historicistas y Art Nouveau. Admire su techo adornado con soberbias decoraciones de hierro forjado y sostenido por columnas hábilmente talladas y decoradas, sin olvidar sus puertas de madera tallada y sus soberbios azulejos. Todavía en Maputo, un edificio es hoy objeto de numerosos debates: la Villa Algarve, bello ejemplo de arquitectura historicista con sus azulejos de motivos naturalistas. Durante mucho tiempo sede de la policía secreta y, por tanto, símbolo de la opresión para los mozambiqueños, hoy está abandonada, mientras que a algunos les gustaría convertirla en un museo sobre la historia colonial. En Inhambane, podrá alojarse en magníficos edificios Art Déco de colores pastel.
Pero el movimiento que más ha influido en Mozambique, y en Maputo en particular, es el modernismo. El gran representante de este movimiento fue el arquitecto y artista portugués Pancho Guedes, que construyó casi quinientos edificios en Mozambique. Aunque desarrolló los temas clave del modernismo, empezando por la individualidad de la función y el brutalismo en el uso de los materiales, nunca olvidó integrar en todas sus creaciones las tradiciones y culturas que conforman la identidad africana. Asimismo, lejos de las austeras formas geométricas de ciertos edificios modernistas, incorporó a sus construcciones curvas y otras formas fluidas, que también utilizó en sus cuadros. Para Guedes, la arquitectura debía estar viva, casi animal, y crear así una emoción inmediata. Asimismo, para él, la arquitectura debía verse como una obra de arte total. Por eso trabajó con muchos artesanos locales, a los que él mismo formó. En esto, estaba más cerca de los conceptos arquitectónicos del Art Nouveau que del movimiento modernista. Entre sus mejores realizaciones figuran el asombroso Hotel Bilene, cuya hinchazón de formas recuerda a Gaudí, la Casa das Três Girafas, con sus tres chimeneas que recuerdan a jirafas, Saipal, la cooperativa de panaderos de Maputo, en forma de gigantescos panes portugueses, y el Edificio del Dragón. Otra obra maestra modernista que no hay que perderse es la increíble iglesia de Santo António da Paloma, en Maputo, diseñada por Nuno Craveiro en forma de... ¡exprimidor de limones! Esta iglesia está considerada como uno de los santuarios del Brutalismo. En la plaza de la Independencia de la capital, no podrá dejar de admirar la magnífica catedral de Maputo, una joya de finales del Art Déco diseñada por un ingeniero de caminos, Marcial de Freitas e Costa, con sus agujas apuntando hacia el cielo en su inmaculado hábito blanco.
No hay que perderse las líneas Art Déco de los dos cines de época, el Ciné Africa y el Scala Cinema. Por último, los más curiosos pueden visitar el Grande Hotel de la ciudad de Beira, hoy en ruinas y transformado en un sorprendente poblado de chabolas. Diseñado por el arquitecto Francisco Castro, el hotel contaba con una piscina olímpica, un cine y un suntuoso salón de baile, lo que lo convertía en un monumental faro del modernismo de los años sesenta. Hoy, su abandono permite irónicamente devolver al edificio su expresión pura, resaltando la radicalidad de su estructura de hormigón. Esta ciudad dentro de la ciudad cuenta con una iglesia, una mezquita, una escuela y huertos, las famosasmachambas, que se han instalado en las grietas de hormigón.

De las casas tradicionales a los ecolodges

Junto a los vestigios coloniales y los ejemplos modernistas, la arquitectura mozambiqueña también cuenta con casas tradicionales. Los mejores ejemplos de esta arquitectura vernácula se encuentran en la isla de Mozambique, concretamente en el sur, en lo que se conoce como el distrito de Macuti, llamado así por la técnica utilizada para construir estas viviendas, reconocibles por sus techos de hojas de palmera. Las hojas se atan alrededor de un palo para formar una teja, que luego se sujeta al esqueleto del armazón hecho de bambú y madera de mangle. Aunque hoy florecen las casas con muros de hormigón, la mayoría tienen paredes de piedra y cal. Algunas casas están pintadas y tienen ventanas decoradas y esculpidas. En los pueblos, las casas adoptan la forma de cabañas circulares, o más raramente rectangulares. La forma cónica se explica por la presencia de una columna central que sostiene todo el edificio, que por lo demás carece de tabiques interiores. Sin embargo, se deja un ligero hueco entre la pared y el tejado para facilitar la ventilación. Originalmente, los muros estaban hechos de una mezcla de barro, caña y arcilla, especialmente resistente a las condiciones climáticas. Los tejados, por su parte, también se hacían con hojas de palma. Hoy en día, los ladrillos y la chapa ondulada tienden a sustituir a estos materiales naturales. En cuanto a las viviendas, se están alejando del concepto rural de la casa que alberga a la familia extensa, para convertirse en casas clásicas. La cabaña tradicional con ventilación natural, de interés en un momento en que se apuesta por la energía verde, ha sido también una importante fuente de inspiración para los ecolodges que surgen por todo el país, cuya misión es limitar su impacto en el medio ambiente, preservar la flora y la fauna y promover la economía local. Es el caso del ecolodge de Nuarro, no lejos de la ciudad costera de Inharrime, cuyas cabañas se integran tan bien en la vegetación de las dunas que resultan casi invisibles.

Planes de futuro

Como en todas partes del mundo, y especialmente en África, donde las grandes ciudades experimentan un auge demográfico, hay un éxodo rural de pobres que esperan encontrar una vida mejor en la ciudad, dadas las largas horas que pasan trabajando en el campo. Esta presión urbana refleja el asombroso crecimiento económico del país. Pero la mayoría de sus ciudades no tienen ni los medios ni la fuerza para adaptarse a esa presión. Hoy, la mayoría de los habitantes del país viven en chabolas, donde se multiplican las viviendas precarias sin acceso a agua corriente ni electricidad. En un intento de gestionar estratégicamente esta urbanización masiva, el gobierno ha aunado esfuerzos con las ONG y la población local para diseñar una ciudad en la que sea más fácil vivir. El gobierno ha repartido parcelas para que cada habitante pueda construir su propia casa. Una iniciativa aplaudida por la ONU. Del mismo modo, muchos proyectos arquitectónicos se basan en el modelo de casa tradicional para crear viviendas de bajo coste que mejoran notablemente las condiciones de vida de los residentes, gracias a edificios más grandes, de dos plantas, más luminosos y con ventilación natural cuando hace calor. Pero aún queda mucho camino por recorrer. Al mismo tiempo, varios rascacielos y residencias de lujo surgen en el corazón de Maputo para atraer a turistas y hombres de negocios, entre los que destacan las dos torres más altas del país, el Banco de Mozambique (130 m) y el Predio 33 Andares (119 m). Junto a esta arquitectura capitalista formateada, algunos arquitectos optan por la sobriedad. Es el caso de los arquitectos del estudio holandés Kaan, que diseñaron la hermosa embajada holandesa en Maputo. El edificio se ha diseñado como un monolito de hormigón, del que se ha retirado una parte para dejar paso a un jardín abierto rodeado de columnas luminosas, con árboles crecidos que proporcionan un techo natural en aras del desarrollo sostenible. Fuera de las ciudades, se plantea otro tipo de reto: el de proteger el hábitat de las limitaciones climáticas (ciclones e inundaciones recurrentes en particular) y de las presiones económicas (proliferación de canteras de extracción de arena que amenazan a numerosos pueblos costeros, etc.). Entre el respeto de la tradición y la apertura a la modernidad, Mozambique debe encontrar el justo equilibrio para reinventarse.