Le Camino de la Muerte a servi de décor dans le film Blackthorn © Jana Troupova - iStockphoto.com.jpg

Pueblos indígenas

Entre 1910 y 1920 nació en América Latina el llamado movimiento político y literario indigenista. Este movimiento defendía los derechos de los amerindios y hacía campaña por su integración en la "comunidad nacional". Se desarrolló una industria cinematográfica centrada en las preocupaciones sociales. Varias obras fueron censuradas, pero algunas consiguieron ser difundidas, como Corazón Aymara (1926), de Pedro Sambarino, la primera película de ficción boliviana, o La Gloria de la Raza (1926) en la que Luis G. Castillo utiliza efectos ópticos y maquetas en miniatura para contar la decadencia y desaparición de la cultura tiahuanaco, o Wara Wara

(1930), de José Velasco Maidana, que trata de la llegada de los conquistadores españoles. La Guerra del Chaco, entre Bolivia y Paraguay entre 1933 y 1935, puso fin a esta época. Apareció el cine sonoro extranjero y murió el cine local. La guerra del Chaco (1936), dirigida por el paraguayo Luis Bazoberry, un documental en blanco y negro, recorre este periodo de conflicto entre los dos países. Casi cien años después, Chaco (2020), un largometraje de Diego Mondaca, presenta a un regimiento de soldados indígenas soportando la insignificancia de este conflicto.

El Instituto Cinematográfico Boliviano y el renacimiento de un cine nacional

El verdadero lanzamiento del séptimo arte boliviano se produjo tras la revolución de 1952, cuando se creó el Instituto Cinematográfico Boliviano (ICB) en 1953, con el objetivo de promover el gobierno de Víctor Paz Estenssoro.

En 1956, Jorge Ruiz, entonces director del ICB, estrenó Vuelve Sebastiana sobre los indios Chipaya, que fue aclamada por la crítica por su rigor estético y narrativo y por su profundo respeto a sus protagonistas.

Sucesor de Ruiz al frente del ICB, Jorge Sanjinés es uno de los principales cineastas de Bolivia. Entre sus películas destacan Ukamau (1966), La nación clandestina (1988) y Para recibir el canto de los pájaros (1995). Junto con el guionista Oscar Soria, creó el grupo Ukamau para apoyar el desarrollo del cine boliviano, en particular mediante la creación de una escuela de cine y un cineclub

Antonio Eguinon sigue los pasos de Sanjinés. Amargo Mar , de 1984, ofrece otra versión de los acontecimientos de la Guerra del Pacífico.

Películas internacionales con trasfondo histórico

Entre las películas rodadas en los magníficos escenarios de Bolivia se encuentra el western crepuscular Blackthorn

(2011), del director español Mateo Gil, que imagina la vida oculta de un anciano Butch Cassidy en Bolivia, a pesar de que la historia oficial lo había enterrado allí 20 años antes. Vemos en particular el Salar de Uyuni, el Altiplano, los Yungas con el famoso Camino de la Muerte, infame por ser uno de los más peligrosos del mundo.

Pablo Agazzi te hará soñar de la misma manera presentando a dos increíbles personajes que emprenderán un viaje por carretera de este a oeste en Bolivia, en Mon partenaire (1982). Unos años más tarde, Agazzi le llevará al departamento de Cochabamba, donde su personaje Abelardo, entonces locutor de radio, trastornará la vida cotidiana de los habitantes de su pueblo, en El día que murió el

silencio (1998).

Entonces, si quieres entender las razones por las que los bolivianos encuentran trabajo en las minas, tendrás que ver Los Andes no creen en Dios

(2007), de Antonio Eguino.

Dirigida por el cineasta boliviano Tonchy Antezana, El cementerio de los elefantes (2008) es un largometraje más lúgubre que cuenta la oscura historia de Juvenal (Christian Castillo Luna), que decide acabar con su vida en un lugar popular entre los alcohólicos de La Paz. En 2009, el cineasta Juan Carlos Valdivia retrata la decadencia de una familia burguesa de la Zona Sur en su película homónima. En Zona Sur, nos adentramos en la cómoda intimidad de una familia de clase alta de La Paz y examinamos su relación con sus sirvientes aymaras en un momento de gran cambio social en el país. En su obra Tu me manques (2019), el director boliviano Rodrigo Bellot aborda la homosexualidad haciendo un homenaje a un padre tradicional que se entera de la muerte de su hijo, en Santa Cruz. El público se sumergirá entonces en un viaje cultural, humano y conmovedor. Incluso la lluvia

(2011), de la directora madrileña Icíar Bollaín, protagonizada por Gael García Bernal, muestra el caótico rodaje de una superproducción sobre Cristóbal Colón en Cochabamba, con el telón de fondo de una guerra del agua real que tuvo lugar en 1999.

Para que te hagas una idea de la selva amazónica, Jungla (2017) cuenta la historia de tres viajeros que intentan atravesar este territorio hostil e inexplorado. Un homenaje a la inmensidad de la naturaleza. También rodada en el Amazonas, en la frontera brasileña con Bolivia, La ciudad perdida de Z

(2016), de James Gray, se inspira en las aventuras de Percy Fawcett, un aventurero británico que, a principios del siglo XX, se puso tras la pista de una antigua civilización desaparecida y de una ciudad oculta en el corazón de la selva.

Utama

, que se estrenó en el Festival de Cine de Sundance en 2022, expone la creciente amenaza de fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático en Bolivia. Alejandro Loayza Grisi retrata a una familia atrapada en un doloroso dilema: quedarse en su tierra e intentar resistir a las fuerzas de la naturaleza o marcharse. Una mirada a la sórdida e injusta realidad a la que se enfrentan cada año más bolivianos. Una visita obligada. Por último, en el género documental, Wildlands (2017) de Rusty Young y Cocaine Prison (2017) de Violeta Ayala exploran las actividades relacionadas con el tráfico de cocaína. En el plano creativo, Cholets: la obra de Freddy Mamani es un excelente documental del director brasileño Isaac Niemand, que pone de relieve el contexto social, político y económico de los "cholets", edificios atípicos de la ciudad de El Alto, y aborda el tema de la reivindicación de la identidad a través del arte. En segundo lugar, La mina del diablo (2011), dirigida por Jean Queyrat, retrata a los niños mineros que trabajan en las entrañas del Cerro Rico de Potosí, al tiempo que presenta sus tradiciones y creencias. Por último, en Cocalero, de Alejandro Landes (2007), seguirás la campaña electoral de Evo Morales antes de convertirse en presidente de Bolivia.