Patriotismo y romanticismo

Primeros habitantes de Uruguay, los indios guaraníes dieron al país su nombre, que tiene muchas interpretaciones, pero apenas tuvieron la oportunidad de añadir su piedra al edificio de la literatura uruguaya, víctimas de una asimilación forzada, como también lo serían los charrúas. Su destino, su modo de vida y, más ampliamente, la cultura popular, regarían sin embargo los inicios de la literatura nacional, gracias a Bartolomé José Hidalgo, tan ligado a la tierra que lo vio nacer en 1788 que se sumó a la lucha por la independencia liderada por "los orientales" y José Gervasio Artigas a la cabeza. Pionero de la "literatura gauchesca", siguió su doble inclinación: patriotismo y folclore. Entre sus escritos, aún hoy apreciados, figuran Cielito de la Independencia y Cielito Oriental, así como diálogos, entre ellos Un Gaucho de la Guardia del Monte y Relación de las fiestas mayas. Paradójicamente, Francisco Acuña de Figueroa (1791-1862) firmó elHimno Nacional pero permaneció leal a España. Pronto se afianzó el movimiento romántico, al que se asoció Adolfo Berro (1819-1841), quien, a pesar de su breve existencia, dejó las notables Población de Montevideo y Yandubayú y Liropeya. Isidore Lucien Ducasse nació en Montevideo en 1846 y murió en París en 1870, apenas mayor que su predecesor, probablemente también de tuberculosis. Su biografía es tan fragmentaria como enigmáticos pueden parecer sus Chants de Maldoror, publicados íntegramente en Bélgica en 1869 bajo el seudónimo de Comte de Lautréamont. El día de su muerte, su obra apenas se había vendido, así que fue una extraña combinación de circunstancias la que llevó a la revista de arte La Jeune Belgique a publicar un extracto en 1885... ¡que entusiasmó a los surrealistas! Desde entonces, este texto impenetrable es un clásico, mítico y genial.

Al otro lado del Atlántico, romanticismo y patriotismo se entrelazan como algo natural en los escritos de Eduardo Acevedo Díaz (1851-1921) y Juan Zorrilla de San Martín. El primero asumió funciones políticas, el segundo se hizo diplomático, ambos fueron periodistas y se inspiraron en la historia, pasada y presente, de su nación. Díaz escribió novelas (desde Brenda en 1886 hasta Lanza y Sable en 1914), ensayos(Carta política) y cuentos(El primer suplicio), mientras que Zorrilla escribió poemas, entre ellos Tabaré (1888), la historia de amor entre un indio y una española a finales del siglo XVI, que fue elevada a la categoría de epopeya nacional. También escribió La Leyenda patria, una oda compuesta en una semana a la gloria de los Treinta y Tres Orientales que consiguieron la firma del Tratado de Montevideo el 28 de agosto de 1828 proclamando la independencia de Uruguay. En 1866, Jules Laforgue abandonó definitivamente su ciudad natal para ir a la de su padre, Tarbes, cuando sólo tenía 6 años. Se convirtió en lector de una emperatriz alemana(Berlin, la cour et la ville, publicado por L'Escalier) y en autor de poesías marcadas por el spleen(Les Complaintes, publicado por Flammarion, L'Imitation de Notre-Dame de la l une, publicado por Gallimard), como anticipo de la tuberculosis que acabaría con su vida a los 27 años. En Uruguay, la melancolía romántica forma parte de una nueva corriente que está a punto de conquistar la literatura en español, siguiendo los pasos de Rubén Darío (1867-1916), poeta nicaragüense e instigador del "modernismo".

Modernismo y vanguardia

El ensayista José Enrique Rodó, autor de Ariel (1900), inspirado en La tempestad de William Shakespeare, fue un frecuente corresponsal de Darío y, de hecho, ha sido declarado el teórico del modernismo uruguayo. Este movimiento literario pretende ser una renovación, como su nombre indica, pero también una unión entre la búsqueda de la armonía estética (vocabulario, métrica, refinamiento e incluso lirismo) y la desarmonía del mundo, que se expresa en el sentimiento de soledad o de rechazo, el deseo de evasión, el erotismo y, a veces, la defensa de los que quedan atrás.. Si su definición es amplia, es quizá porque el modernismo es ante todo el símbolo de una época, por lo que en él se encuentran muchos autores, entre ellos el célebre Julio Herrera y Reissig, a quien debemos Las Pascuas del tiempo (antes de que se pasara al simbolismo con Los Parques abandonados y luego Pianos crepusculares), fue un perfecto contemporáneo de Florencio Sánchez (1875-1910), dramaturgo del que se dice que introdujo la dramaturgia moderna, por ejemplo con su obra M'hijo el dotor, en la que se representaba la eterna disputa entre la arrogancia de un chico de ciudad y el orgullo de su padre campesino. En otra vertiente más oscura, Horacio Quiroga tuvo que sufrir tantas veces la muerte de su familia que finalmente se quitó la vida en 1937, a los 58 años. Sus relatos de pesadilla han sido traducidos por Métailié(Contes d'amour, de folie et de mort, Anaconda) y por Quidam(Les Persécutés). La muerte de Delmira Augusti no fue más serena: asesinada en 1914 por su ex marido, no llegó a cumplir los 28 años. Poetisa precoz, su poesía sensual -que le valió la admiración de los más grandes, entre ellos Rubén Darío, a quien consideraba su maestro- puede descubrirse en una edición bilingüe publicada por Cap de l'étang(Cantos de la manana/Les Chants du matin y Los Calices vacios/Les Calices vides).

Cada uno a su lado del océano, dos autores que abrirían el camino a la poesía metafísica, anunciando el movimiento de vanguardia. Aunque abandonó su país natal a la edad de diez años, Jules Supervielle permaneció muy apegado a él y regresaba siempre que podía. En Uruguay (Éditions des Équateurs), describe el paraíso perdido de la infancia. Pero esto se ve empañado por una terrible tragedia cuando se entera de que las personas que creían que eran sus padres son en realidad sus tíos, que lo acogieron cuando era sólo un bebé y ya huérfano. Es tras esta inesperada revelación cuando comienza a escribir, a anotar sus sueños, como una imposible evasión de la realidad. Su obra se centra en el inconsciente y el dolor del exilio, lo que da lugar a su primera gran colección, Débarcadères (en Gravitations, Gallimard), en 1922. Al año siguiente, publicó una novela mitad de ensueño, mitad de terror, L'Homme de la pampa, disponible en la misma editorial. El "Príncipe de los poetas", como le conocían sus coetáneos, murió en 1960 tras una larga vida de escritura proteica y viajes incesantes entre sus dos países del corazón. De las preocupaciones metafísicas a la filosofía, sólo hay un paso que separa la obra de Supervielle de la de Carlos Sabat Ercasty (1887-1982), que no ha sido traducida al francés, a pesar de que influyó en inmensos escritores como Pablo Neruda, y de que ganó el prestigioso Premio Nacional de Literatura y el Premio Uruguayo de Literatura en rápida sucesión. Sus Poemas del hombre (1921-1922) se dividen en varios volúmenes que toman como tema la voluntad, el corazón, el tiempo y el mar. Se le asocia fácilmente con la posmodernista y ya vanguardista "Generación del 20", encabezada por Juana de Ibarbourou (1892-1979), apodada "Juana de América" por Zurrilla, pionera del feminismo y miembro de la Academia Nacional de Letras desde su creación en 1947. Amante del erotismo y defensora de la naturaleza, atormentada por el miedo al sufrimiento y a la muerte, su poesía(La Rosa de los Vientos, Oro y tormenta, Perdida, etc.) le valió cuatro candidaturas al Premio Nobel. Por último, mencionemos al ultraísta Emilio Oribe (1893-1975), al fabulista Fesliberto Hernández (1902-1964), cuyas Hortensias pueden leerse en Puntos, y sobre todo a Virginia Brindis de Salas (1908-1958), que fue la primera mujer negra de América Latina en publicar un poemario(Cien cárceles de amor).

En el siglo XX, cuestionar la realidad

Con Juan Carlos Onetti, la literatura uruguaya formó parte del "boom latinoamericano", esa explosión de jóvenes talentos que en los años sesenta y setenta iba a entrar en la modernidad... e incluso en la realidad. La suya rima con desencanto, hasta el punto de que, tras exiliarse en Madrid huyendo de la dictadura, decidió no moverse de la cama, bebiendo whisky y leyendo novelas policíacas hasta que exhaló el último suspiro el 30 de mayo de 1994. Firmó su testamento literario con Cuando ya noimporta(Bourgois), poniendo fin a una bibliografía que, desde ElPozo(10-18), desgranaba su angustia existencial (no exenta de cierto humor). Aunque algunos de sus libros están ya descatalogados en nuestro idioma, nos queda la posibilidad de seguir sus pasos hasta Santa María, la ciudad imaginaria que sirvió de escenario a La Vie brève y a la colección Les Bas-fonds du rêve (Gallimard).

Mario Benedetti se resistió al mundo y a sus excesos de otra manera, convirtiéndose en activista político. También estuvo muy implicado en la revolución cubana y experimentó el exilio, pero también, como él decía, el "desexilio", tema que exploró en muchas de sus obras. Con Qui de nous peut juger (1953), reeditada en 2019 por Autrement, se nos brinda la oportunidad de familiarizarnos con este escritor, prolífico y hábil en todos los campos, cuyo fallecimiento, el 17 de mayo de 2009, a los 88 años, motivó una jornada de duelo nacional y un solemne entierro en el Panteón uruguayo del cementerio de Montevideo.

Así, el género de la novela ha tomado el relevo, aunque la poesía persiste y es capaz de explorar nuevos territorios cada vez más singulares gracias a las "palabras nómadas" de Ida Vitale, poetisa sensible y simbolista de éxito, ida Vitale, poetisa sensible y simbolista galardonada con el prestigioso Premio Cervantes en 2018 a la honrosa edad de 95 años(Ni plus, ni moins, Seuil), y cada vez más lejana gracias a los viajes que promete Ricardo Paseyro (1925-2009) con L'Âme divisée y Dans la haute mer de l'air (Corvelour). Saúl Ibargoyen (1930-2019) hace de nexo, y de hecho tenía la doble nacionalidad uruguaya-mexicana, y se le puede leer en verso(Verano violento/Étéviolent, publicado por Alidades) y en prosa(Toute la terre, publicado por À plus d'un titre).

Sinembargo, la cruel realidad del siglo XX deja poco espacio al sentimiento poético, por lo que la ficción se convierte en vehículo para expresar lo indecible, el de Auschwitz y luego el de la opresión militar, respectivamente en Les Lettres qui ne sont jamais arrivées y El Bataraz de Mauricio Rosencof (Folies d'encre), la del saqueo de un continente en Les Veines ouvertes de l'Amérique latine de Eduardo Galaeno (Pocket, colección Terre humaine), o la de la imposibilidad de ser en Le Roman lumineux (Noir sur Blanc) del inclasificable Mario Levrero. Siempre en el trasfondo, la desilusión lleva ahora a la necesidad de cuestionarse la propia identidad, así como la identidad más global de una sociedad cuyo doloroso pasado no puede olvidarse, cuyo incierto futuro no rima realmente con la promesa de un porvenir luminoso. Cada uno en su categoría, los escritores nacidos en la segunda mitad del siglo cuestionan incansablemente, aunque ello signifique molestar. Así, Tomás de Mattos (1747-2016) volvió en 1988, en ¡Bernabé, Bernabé! a la masacre de Salsipuedes (1831), culminación de la lucha armada dirigida por Bernabé Rivera contra los charrúas, pueblo hoy extinguido y cuyo recuerdo sólo persiste en el monumento que se le dedicó en el corazón de la capital uruguaya. En cuanto a Carlos Liscano, utilizó su propia historia trágica como terreno fértil para una obra de increíble talento. Condenado a trece años de cárcel (1972-1985) por su pertenencia al movimiento Tupamaros, fue en la penitenciaría donde comenzó a escribir para sobrevivir al aburrimiento y la soledad, altamente mortificantes. Sus textos han sido reeditados por Belfond -El lector inconstante, Memorias de la guerra reciente, El escritor y el otro- y merece la pena leerlos. En una línea muy literaria, tras su interminable encarcelamiento y algunos años de exilio, encontró refugio en la Biblioteca Nacional, de la que llegó a ser conservador jefe.

Crítico y profesor, Juan Carlos Mondragón ha sido aclamado por su trabajo sobre varios escritores -entre ellos Lautréamont y Onetti-, pero ha roto la barrera creando el suyo propio. Inteligentes y sutiles, sus libros se asemejan a los suyos, centrados en un destino individual para encontrar un eco universal(El submarino Peral, Pasión y olvido de Anastassia Lizavetta, piano-bar de Bruselas, publicado por Seuil). Del mismo modo, Carmen de Posadas jugará con diferentes focos de atención e incluso se alejará de la literatura infantil en favor de novelas para adultos, a veces muy oscuras. Bien representada en el catálogo Seuil, ofrece una visión ácida, por no decir cínica, que no deja indiferente a nadie, por ejemplo, escarbando en la clase acomodada en Cinq mouches bleues (Cinco moscas azules), hurgando en los celos mezquinos en Petites infamies (Pequeñas infamias) y confirmando su gusto por los secretos inconfesables en Le Témoin invisible (El testigo invisible). Su ferocidad resuena quizás con la de Felipe Polleri, que puede descubrirse enL'Ange gardien de Montevideo, Baudelaire, ¡Allemagne ! o con la de Rafael Courtoisie, que disecciona el cuerpo y sus andanzas a placer -incluyendo el tráfico de órganos y la cirugía plástica pesada- en Le Roman du corps (publicado por L'Atanoir). Por su parte, son sus personajes los que a Pablo Casacuberta le gusta examinar desde todos los ángulos, confrontándolos a situaciones que pueden ser banales pero que no dejan de ser inextricables: la relación con el padre en Scipio, el final de la adolescencia en Ici et maintenant, la decrepitud en Une santé de fer. Siguiendo en esta línea, la nueva generación continúa ofreciendo un espejo inquietante, utilizando para ello nuevos medios: la autoficción en el caso del dramaturgo Sergio Blanco(La Colère de Narcisse, Actualités éditions), el misterio en el caso de la autora para jóvenes Cécilia Curbelo(La Décision de Camille ou La Quête de Lucia, Des Nouvelles d'ailleurs éditions), y la ciencia ficción en el caso de Fernanda Trías(Crasse rose, Actes Sud).