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Los encantos del pasado

El patrimonio colonial uruguayo no es tan rico como el de sus vecinos, pero no por ello deja de ser muy interesante. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el centro histórico de Colonia del Sacramento es un ejemplo perfecto de influencias ibéricas mezcladas con una identidad decididamente local. A diferencia de la mayoría de las ciudades coloniales de la época, Colonia del Sacramento no presenta un trazado en damero, sino un plano de forma libre adaptado a la topografía de la zona. En el corazón de esta ciudad, con sus pintorescas callejuelas pavimentadas con grandes piedras irregulares, como la famosa calle de los Suspiros, y sus animadas plazas y plazoletas, se aprecia una arquitectura de tamaño humano. Las casas de una sola planta dominan y sólo el faro y la torre de la iglesia destacan en este conjunto coherente, donde la aparente austeridad de los largos muros de piedra queda mitigada por los elegantes tejados de tejas y las celosías de madera que animan los vanos de las fachadas.

Otras ciudades han conservado este encanto pintoresco, con sus plazas que a menudo albergan los edificios más bellos (iglesias, ayuntamientos, etc.), sus calles empedradas y sus casas con fachadas de colores. Carmelo y Salto figuran entre las más bonitas. Y no olvidemos Montevideo, que es la única ciudad que conserva vestigios "militares" de la época de los conquistadores. No se pierda la Puerta de la Ciudadela, en el corazón de la Ciudad Veja, una antigua fortaleza española rodeada originalmente de fortificaciones y murallas.

Más reciente, pero igual de pintoresco, es el encanto deliciosamente antiguo de los ranchos en el corazón de las grandes estancias, visita obligada en Uruguay. Estas grandes explotaciones se organizan en torno al rancho. Inicialmente de adobe y techos de paja, el rancho se ha convertido poco a poco en el equivalente de una mansión, con sus elegantes patios arbolados y refrescados por fuentes elegantemente esculpidas y decoradas, sus patios empedrados, sus techos de tejas a menudo coloridos y sus abundantes jardines. No es de extrañar que muchas se hayan transformado en hoteles y residencias de lujo. Pero para descubrir el estilo de vida de los auténticos gauchos, vaya al Pueblo Gaucho, en el departamento de Maldonado. Todo ha sido recreado para sumergirle en la vida de este mítico personaje sudamericano

Remolinos del siglo XIX

El siglo XIX marcó el inicio de un período de modernización, que se reflejó en la realización de importantes proyectos urbanísticos. Salto fue la primera ciudad en beneficiarse de un verdadero plan urbanístico que hacía hincapié en el trazado de calles en línea recta, la creación de una gran plaza (Plaza Trenta-y-Tres) y, sobre todo, la búsqueda de la coherencia arquitectónica mediante la homogeneización del tamaño de los edificios y sus materiales de construcción. En Montevideo, la transformación es aún más simbólica, ya que se destruyeron las fortificaciones para que la Ciudad Nueva pudiera expresar todo su esplendor inspirándose en los barrios más bellos de París. El arquitecto paisajista francés Charles Thays fue el responsable del diseño de la Plaza de la Independencia. Salto y Montevideo tienen otro punto en común: una arquitectura de resonancias decididamente italianas (la población procedente de la península era muy numerosa en aquella época). Carlo Zucchi dio a Montevideo algunas de sus creaciones más bellas: el Teatro Solís, con su sala elíptica, su corredor de mármol y sus columnatas inspiradas en La Scala de Milán, y el hermoso Cementerio Central de la ciudad, con sus soberbias tumbas y sus callejones arbolados. El Palacio Estévez, con sus columnas dóricas y su simetría, es otro bello representante de esta ola neoclásica. En Salto, no se pierda el Teatro Larranaga, con su pórtico jónico; el Alteneo, que combina el rigor clásico con una abundante decoración barroca; o el Palacio Córdoba, con su elegante simetría clásica. El siglo XIX marcó también el inicio del turismo, que dio protagonismo al opulento estilo Belle Époque, inspirándose tanto en las fuentes de los neoestilos como en las novedades posibilitadas por la revolución industrial.

Fundada por Francisco Piria, Piriápolis es la estación balnearia más antigua del país. Y si la ciudad le produce una sensación de déjà vu, es sencillamente porque su urbanismo y su arquitectura se inspiran en gran medida en Biarritz Fíjese en su inmenso paseo marítimo, en el imponente Hotel Argentino y, sobre todo, en el inverosímil Castillo Piria, todo ladrillo y torres almenadas. Entre construcciones técnicas, eclecticismo victoriano y reflexiones sociales, la arquitectura de la revolución industrial ha marcado especialmente a Uruguay, que ha conservado algunos ejemplos asombrosos clasificados ahora como Patrimonio Mundial por la UNESCO. El paisaje industrial de Fray Bentos permite descubrir cómo la industria cárnica revolucionó el país. Se muestran los aspectos técnicos (vastos almacenes frigoríficos, altas chimeneas de ladrillo, grandes talleres con techos en diente de sierra), sociales (viviendas para los trabajadores con modernas comodidades, servicios comunitarios) y urbanos (la importancia de los espacios verdes que unen las zonas agrícola, industrial y portuaria).

El barrio de Peñarol, en Montevideo, ilustra hasta qué punto las infraestructuras ferroviarias traídas de Europa han revolucionado el país. Aquí se puede apreciar la arquitectura típica de los talleres de ladrillos con sus tejados en diente de sierra, así como el estilo victoriano de las viviendas para ejecutivos, que recuerda a las muy rústicas cottages inglesas con sus siluetas de ladrillo y sus decoraciones de yeso; las viviendas obreras, sobrias y funcionales, organizadas casi siempre en torno a un patio central que permite una ventilación constante; y sobre todo el urbanismo típico de una ciudad fabril con vocación higiénica y social, donde los barrios se disponen armoniosamente en torno a plazas y espacios arbolados. Por último, entre las joyas de la arquitectura industrial, no se pierda el Puento Giratorio de la localidad de Carmelo. El primer "puente giratorio" de este tipo en Uruguay y uno de los únicos de accionamiento manual, fue diseñado en Alemania y luego transportado y reconstruido in situ. Es motivo de orgullo para los habitantes de la ciudad, que lo han apodado La Obra

Un viento de modernidad

Llevados por un viento de prosperidad y optimismo, los años veinte y treinta vieron nacer los primeros impulsos de la modernidad. En Montevideo, todas las miradas se vuelven hacia la Rambla. Más que un simple paseo marítimo, este inteligente entrelazamiento de plazas, jardines y playas era inseparable de la renovación de las políticas urbanas y sociales que querían ofrecer a todos los trabajadores el acceso a una vida más sana y en contacto con la naturaleza. Los grandes bulevares y elegantes avenidas que unían La Rambla con la ciudad se llenaron de magníficas villas y mansiones, así como de hoteles. El estilo dominante de la época era el Art Déco. Mármol pulido, azulejos pintados a mano, relieves de estuco, decoraciones de cristal tintado o grabado, cerámica, herrajes trabajados con elegancia, juegos de curvas y motivos geométricos, ecos de la cultura local. El Art Déco uruguayo es proteico y se inspira tanto en las líneas biomórficas de los franceses como en las sobrias y geométricas del Streamline Moderne, símbolo de la revolución industrial.

Julio Vilamajo fue una de las grandes figuras de la época y se interesó especialmente por el potencial del hormigón. Patentó un sistema de fabricación en serie de piezas de hormigón para responder a la creciente demanda de viviendas. Su principal obra es la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Montevideo, cuyo juego de articulaciones y diferentes secuencias espaciales atrajo la atención del célebre arquitecto Richard Neutra, que vio en ella la obra de un auténtico maestro del hormigón. En la obra de Vilamajo, el hormigón está lejos de ser un material austero; al contrario, se convierte en el lienzo sobre el que el arquitecto revela influencias ibéricas o incluso árabes. Detalles pintados o esculpidos, la importancia concedida al mobiliario diseñado específicamente para cada edificio, estallidos de color...: nada se deja al azar. Con su fachada de cerámica vidriada, su Medusa pintada y sus magníficas luminarias a medida, la Casa Vilamajo es el mejor ejemplo. Cabe recordar que Julio Vilamajo fue uno de los arquitectos que trabajó en el proyecto de la nueva sede de la ONU en Nueva York, junto con Le Corbusier, que realizó numerosas visitas al país e influyó en muchos arquitectos uruguayos.

La otra figura destacada de la época fue Mauricio Cravotto, considerado uno de los fundadores del urbanismo uruguayo gracias a su primer "Plan Regulador de Montevideo", y a quien debemos una asombrosa arquitectura que combina la extrema sobriedad de la vanguardia moderna alemana con influencias decididamente clásicas. Entre un templo clásico rodeado de columnatas y un rascacielos moderno con bandas de ventanas monótonas, la Intendencia de Montevideo es el ejemplo más perfecto de este sincretismo. Una mezcla de géneros que puede encontrarse en muchos otros edificios de la época. ¿Cómo no mencionar el increíble Palacio Salvo de Mario Palanti, gemelo del no menos famoso Palacio Barolo de Buenos Aires? Dominando Montevideo desde sus 95 m de altura, revela una alta fachada blanca típicamente Art Déco, pero también una profusión de balcones y torrecillas todo en curvas decididamente barrocas y decoraciones inspiradas en la fauna y la flora muy Art Nouveau. Otros grandes edificios de este periodo son: el Edificio El Indio, con su blancura puntuada por un sorprendente fresco calado; el Edificio Tapié, con su fachada curva con motivos de jazz; y el Palacio New York, inspirado en los rascacielos estadounidenses. Por último, terminemos este repaso con un inclasificable: El Águila, de Juan Torres. Su nombre procede de la asombrosa cabeza de águila de piedra que el arquitecto añadió sobre los espacios habitables. ¡Sorprendente!

Época contemporánea

Los años 50 marcan el debut de Eladio Dieste, cuya obra se sitúa en la encrucijada de la arquitectura y la ingeniería. Su empresa Dieste y Montanez es famosa por haber inventado y desarrollado la cerámica armada, así como técnicas de construcción en ladrillo que permiten crear bóvedas gaussianas (curvas en forma de campana), bóvedas autoportantes y bóvedas sobreelevadas con ondulaciones regulares, que se extienden a lo largo de grandes luces. Sus estructuras de ladrillo, basadas en un uso racional de los materiales, permitían construir de forma rápida y barata. El arquitecto es especialmente famoso por sus grandes naves industriales y silos de grano. El mayor logro del maestro es la Parroquia Cristo Obrero de Atlántida, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que revela su estructura como una gran cáscara de doble curvatura realizada íntegramente en ladrillo mediante sistemas de encofrado móviles. Sus formas ligeras y ondulantes, sus juegos de luces y sombras, los efectos texturales de sus materiales dejados inacabados crean una atmósfera propicia a la contemplación. Iniciado en 1958, el artista Carlos Páez Vilaro tardó 36 años en terminar la obra de su vida: Casapueblo. Influido por la blancura de la arquitectura cicládica y el ingenio del nido de hornero, el artista imaginó una escultura habitable de formas orgánicas en cemento encalado y estuco, que se extiende por 13 plantas y multiplica las terrazas... ¡y todo ello sin ningún plan previo!

Otro de los tesoros del país es la Capilla de Susana Soca, diseñada por Antoni Bonet i Castellana. Realizada en hormigón y vidrio coloreado, el edificio combina formas triangulares de diferentes tamaños, ofreciendo magníficos efectos de iluminación. Rafael Viñoly, el (a menudo polémico) arquitecto de edificios tan famosos como la Torre Walkie-Talkie de Londres y el Foro Internacional de Tokio, ha construido muy poco en su país natal, lo que hace que su obra sea aún más notable. No se pierda el Aeropuerto Internacional de Carrasco, con sus 365 m de tejado ligeramente curvado, ni el Puente de la Laguna Garzón. Este último, una estructura circular de 202 m de largo sostenida por 16 pilares de hormigón, se diseñó para obligar a los automovilistas a reducir la velocidad y disfrutar de la vista de la laguna. Esta voluntad de mimetizarse con el paisaje se encuentra en numerosos proyectos contemporáneos, como los Refugios Hoteleros Paisajísticos del Sacromonte, con sus cabañas metálicas prefabricadas y modulares y sus tejados verdes que parecen fundirse con las viñas. No hay que perderse: la capilla del lugar con sus dos superficies planas de madera laminada y metal que se unen sin tocarse. Los viñedos son una verdadera fuente de inspiración para los arquitectos contemporáneos, como demuestra la Bodega Garzón, con sus estructuras sobre pilotes, sus enormes tejados verdes y sus volúmenes en voladizo que desafían las leyes de la gravedad.

Montevideo también está llena de sorprendentes creaciones contemporáneas, como el Antel Arena. Inspirada en un contenedor, esta gran estructura geométrica está adornada con sorprendentes revestimientos, algunos de ellos translúcidos. Y no hay que perderse el Parque de la Amistad, mezcla de urbanismo y paisajismo con curvas que guían a los paseantes hasta el planetario semiesférico, el observatorio cilíndrico, los jardines paisajísticos y los juegos de colores. José Ignacio también se ha convertido en destino obligado para los amantes de la arquitectura gracias a Playa Vik, el increíble proyecto de los diseñadores Carrie y Alex Vik en colaboración con el renombrado arquitecto uruguayo Carlos Ott. Este enclave junto al mar cuenta con un edificio central diseñado como una escultura, al que se accede a través de una monumental puerta de bronce inspirada en las puertas del Baptisterio de Florencia e integrada aquí en una impresionante fachada curva de cristal. Las habitaciones están decoradas por destacados artistas y arquitectos como James Turrell y Zaha Hadid. Tras este éxito, los Viks diseñaron también el complejo Bahía Vik, con bungalows de madera, cristal y titanio escondidos entre las dunas. Una sobriedad muy alejada de la exuberancia de la Punta del Este sobrehormigonada

Otros famosos arquitectos internacionales también se preparan para dejar su huella en el país. En colaboración con el estudio uruguayo Ponce de León Arquitectos, Foster + Partners ha presentado su proyecto The Edge, un edificio residencial con propiedades ecológicas que domina el paisaje costero de Montevideo. En cuanto al municipio de Paysandú, la agencia Oma, de Rem Koolhaas, se ha encargado del proyecto de transformación de su frente costero. ¡Uruguay no ha terminado de sorprendernos!