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Una lengua aún viva

Es conmovedor darse cuenta de que utilizamos a diario palabras de una lengua muerta, sin ni siquiera pensar en ello: la lengua hablada por los taínos que Cristóbal Colón conoció al llegar a la isla -a la que apodó La Española cuando desembarcó en ella en 1492- y que le brindaron una calurosa acogida, como revela su diario de a bordo publicado por La Découverte. Víctimas de las enfermedades occidentales que llegaban por mar, de la esclavitud -ya- y de los terribles indios antropófagos del Caribe, los taínos fueron rápidamente diezmados. Que sepamos, no dejaron registros escritos significativos, pero conservamos palabras tan comunes como "canoa", "patata" y "barbacoa", heredadas directamente de su lengua tras la transición al español, un mestizaje que también se refleja en sus poblaciones. Este periodo de colonización fue objeto de crónicas, en particular las del español Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdès -La Historia general de las Indias (Sevilla, 1535)- que, si bien no son totalmente objetivas sobre las acciones y motivaciones de su pueblo, son interesantes desde el punto de vista etnológico. Así investida, Santo Domingo se convirtió en el punto de encuentro de la cultura occidental a este lado del océano Atlántico y en el punto de partida de su difusión, como confirman la construcción de una catedral y el hecho de que el gobierno español tuviera allí su sede. Este Nuevo Mundo en construcción inspiró obviamente a los aspirantes a escritores coloniales, pero la calidad literaria de sus escritos no siempre les permitió dejar su huella en la historia, por lo que no fue hasta el siglo XVIII cuando surgió un nombre real, el de Antonio Sánchez de Valverde, sacerdote católico nacido en la isla. Su descripción del territorio y su geografía, así como de sus habitantes y su economía, siguen teniendo un valor incalculable. Deplorando el abandono que sufría Santo Domingo, escribió Idea del valor de la Isla Española y utilidades, que de ella puede sacar su monarquía (1785). Mente brillante, sus reflexiones, sus "soluciones" y su relación con la esclavitud, que se había intensificado desde el siglo XVI con el triste tráfico de africanos, deben sin embargo verse a la luz de los tiempos y del hecho de que su propio mestizaje pudo llevarle a cuestionar su relación con los poderosos. En cualquier caso, la libertad de tono de sus sermones le valió la ira de la Iglesia, que le condenó a lo que equivalía al exilio.

La larga emancipación

En 1791 comenzó la revuelta de los esclavos, que llevó a los franceses a tomar el control de toda la isla tras firmar un tratado de paz con Toussaint Louverture. Un texto de Jean-Paul Pillet, de nombre real dudoso, recuerda este periodo crucial: Mon Odyssée, publicado por la Société française d'étude du dix-huitième siècle y disponible en edición de impresión bajo demanda. Los primeros años del siglo XIX estuvieron marcados por las luchas de poder. Haití declaró su independencia en 1804, y la República Dominicana exactamente 40 años después. El espíritu del patriotismo -la afirmación de la propia identidad tras años de lucha- resonó en el movimiento romántico.

Uno de los representantes más célebres de este movimiento fue Félix María del Monte (1819-1899), autor del primer himno dominicano, cofundador de la revista literaria El Dominicano y destacado poeta(Las Vírgenes de Galindo, 1885) cuya reputación tuvo eco en lugares tan lejanos como París. Como dramaturgo, escribió también una zarzuela (obra cantada), Ozema o la Joven Indiana, símbolo de una tendencia en auge en la época, el indianismo o indigenismo. Esta voluntad de construir una memoria histórica y colectiva a partir de la figura del indio, que entonces encarnaba una fantasía de libertad, puede parecer sorprendente en un país donde los indios desaparecieron en los primeros tiempos de la colonización, pero en cualquier caso no ayuda a tener en cuenta la realidad de las diferencias étnicas de quienes componen la sociedad. Sea como fuere, una novela típica de esta tendencia es Enriquillo -publicada en su versión completa por Manuel de Jesús Galván en 1882-, que retrata el valor de un jefe taíno que se opone a la conquista española. Esta obra, que se ha convertido en un gran clásico, desgraciadamente no está disponible en francés.

La literatura creció y se diversificó, siguiendo los pasos de modernistas como Fabio Fiallo, Altagracia Saviñon, que tuvo un triste final, y Osvaldo Bazil Leiva, amigo íntimo del chileno Rubén Darío. Sin embargo, la publicación en 1921 del Manifiesto Postumista, escrito por Andrés Avelino, anunció una revolución poética liderada principalmente por Domingo Moreno Jimenes (1894-1985). Esta manifestaba el deseo de romper con los modelos extranjeros, así como con una métrica demasiado restrictiva, y dedicarse a la exploración social y cultural dominicana. ¿Influiría esto en la vocación de Manuel del Cabral (1907-1999)? La historia no lo dice, pero sí que exploró otras vías, sobre todo la poesía afrocaribeña en Trópico negro (1942).

En otro estilo, más cercano a la épica popular, su Compadre Mon, publicado en 1943, sigue estando en boca de todos. Ese mismo año vio la luz una revista, La Poesía sorprendida, que de nuevo seguía las fuentes europeas en cuanto a preocupaciones estéticas. Mientras la experimentación surrealista inspiraba a colaboradores como Franklin Mieses Burgos y Mariano Lebrón Saviñón, el compromiso seguía siendo comedido, pues el país llevaba ya varios años bajo el yugo de la dictadura de Trujillo, y el siglo prometía ser complejo mucho después de su caída. Sin embargo, de este ambiente político surgió un novelista de importancia, Juan Bosch (1909-2001), que ocupó dos veces el cargo presidencial en 1962 y 1963. Su obra también estuvo dedicada a su país, y sus ensayos, biografías, cuentos y obras de teatro influyeron incluso en Gabriel García Márquez, Premio Nobel en 1982. A pesar de la inestabilidad que parece imperar, la República Dominicana asiste a una verdadera democratización de la literatura, a veces en formas musicales que atraen a las multitudes. Las generaciones que se han sucedido desde los años 60 han desarrollado y depurado su estilo: Arambilet, Aurora Arias, Rita Indiana, Jael Uribe, Junot Díaz, Pedro Antonio Valdez..