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Orígenes

Mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón, los taínos llevaban una vida pacífica. Sus múltiples talentos abarcaban desde las técnicas agrícolas hasta la escultura, la cerámica y la pintura corporal. De este pueblo animista quedan tallas de madera e ídolos o "cemis", destinados a cobijar a los espíritus. Dos lugares para visitar son el Museo del Hombre Dominicano, en la capital, y el Museo Arqueológico Regional Altos de Chavón, en La Romana. Otros vestigios taínos dignos de admiración son los petroglifos dibujados en cuevas repartidas por todo el territorio, como Samaná, Bayahibe, San Cristóbal y Enriquillo.

La hospitalidad de la República Dominicana ha propiciado diversas aportaciones a lo largo de los siglos. Comunidades judías, africanas, japonesas, españolas, orientales, extremadamente diversas, han contribuido al eclecticismo que se ha convertido en la firma de la cultura dominicana. Las artes y la artesanía son el primer testimonio de esta mezcla. Un poco por tradición, la principal fuente de inspiración de los artistas dominicanos sigue siendo el medio ambiente. En la elección de materiales naturales y el uso de colores vivos, la mayoría de los artistas reflejan un trozo de la vida dominicana.

La herencia de los indios taínos perdura en los motivos inspirados en su mitología. Entre los más comunes, la tortuga simboliza lo femenino, mientras que el pico del pájaro representa lo masculino. La artesanía en madera desarrollada por los primeros indios también ha sobrevivido al paso de los siglos. Poco a poco, los artistas españoles influyeron a su vez en el arte de la escultura local. Las obras talladas en corteza preciosa, conservadas en la Galería de los Santos de Palos de Bonao, recuerdan el estilo español del siglo XVI. En pintura, la influencia africana es claramente evidente en la paleta de colores típica del arte dominicano.

La pintura en la vida cotidiana

Firmemente arraigada en la cultura popular de la isla, la pintura se ha convertido en una forma de vida. Lejos de las galerías, invade las calles, los puestos de las tiendas de artesanía y las fachadas, extendiendo sus vivos matices y su fantasmagoría por el territorio. Con sus mensajes políticos, retratos de plantas y figuras de animales, el arte forma parte del paisaje. Tanto en las casas de clase media como en las más modestas chozas criollas, las paredes están adornadas con cuadros de temas variados, y una casa no sería del todo dominicana sin pintura.

Las pinturas callejeras, que se venden en casi todas partes por sumas a veces irrisorias, se parecen en algunos aspectos a las pinturas naïve haitianas. Comparten ciertos temas (el mercado, la vida cotidiana, escenas de pueblo, animales, etc.), un estilo sencillo y colores vivos. Al mismo tiempo, se puede encontrar pintura dominicana de calidad en galerías, museos, la calle El Conde y la casa victoriana convertida en Casa de Arte, en el centro histórico de Santiago. El Centro Cultural León Jimenes de Santiago, que centra su programación en la historia y la cultura dominicanas, también reserva una sala a las artes plásticas locales.

A partir del siglo XIX, varios artistas de talento rompieron con la tradición para forjar su propio estilo personal. Para ello, algunos optaron por formarse en el extranjero. El país cuenta con algunos de los maestros más respetados de Latinoamérica. Cándido Bidó es el más popular, incluso fuera del país.

De la tradición al modernismo

El primer nombre que destaca entre los pintores nacidos en la República Dominicana es Théodore Chassériau (1819-1856). Este discípulo de Ingres, cuya obra se sitúa entre el clasicismo y el romanticismo, nació en El Limón, en la provincia de Samaná. Artista precoz, pintó el retrato de Prosper Marihalt a los 15 años, lo que le convirtió en el artista más joven admitido en el Louvre. A los 20 años decidió exiliarse. Perfeccionó su arte en Roma, Argel y luego París, donde murió a los 37 años, demasiado joven pero ya aclamado.

Los paisajes realistas fueron los preferidos de los primeros artistas, algunos de ellos autodidactas, como Abelardo Piñeyro, nacido en Santo Domingo en 1862. Farmacéutico de profesión, se dedicó a la pintura y a la música, componiendo magníficas naturalezas muertas de corte naturalista, llenas de detalles. Su contemporáneo Luis Desangles (1861-1940) aprendió el oficio de Léon Cordero. Decidido a hacer carrera, se especializó en retratos y escenas patrióticas, decorando con sus obras varias iglesias. Aunque era de padres franceses, se le considera el primer maestro histórico de la pintura dominicana. Por su taller de Santo Domingo, la Casa-Taller, pasaron numerosos artistas: Rodríguez Urdaneta, Leopoldo Navarro, Adolfo García Obregón, Arquímedes de la Concha, Carlos Ramírez Guerra, Manuel Buñols Medina, por citar sólo algunos. Otra aportación esencial de Luis Desangles fue el costumbrismo, que pretendía reflejar usos y costumbres.

Pionero de la escultura moderna dominicana, Abelardo Rodríguez Urdaneta (1870-1933) salió del taller de Desangles. Más tarde añadió a sus habilidades la fotografía, el grabado, la música, el dibujo y la pintura. Realizó numerosos bustos con connotaciones políticas.

En el campo de la pintura dominicana, el gran fundador de la escuela moderna es sin duda Jaime Colson (1901-1975). Mostró una gran variedad de estilos en su obra, influida por sus numerosos viajes. Tras estudiar en la academia de pintura de San Fernando, en Madrid, perfeccionó su arte con los maestros catalanes de principios de siglo. Vivió en París en los años veinte, donde su pintura se inspiró en el cubismo bajo la influencia de Picasso, Braque y Léger. Entre 1934 y 1938 trabajó en México, donde se relacionó con los muralistas Diego Rivera y Siqueiros. Influido por múltiples corrientes artísticas, fue un pintor universal. El equilibrio de sus composiciones, su interés por las figuras humanas y la pureza de sus formas revelan su temperamento. Fundó el Grupo Los Cuatro con Gausachs, Hernández Ortega y Clara Ledesma.

La próxima generación

Siguiendo sus pasos, Celeste Woss y Gil (1891-1985) es conocida sobre todo por sus desnudos femeninos, que combinan el modernismo de Colson con el realismo europeo. Tras un largo exilio, regresó a Santo Domingo en 1931 y abrió una escuela de arte, la Academia de Pintura y Dibujo, de la que salió el pintor Gilberto Hernández Ortega.

En homenaje al colectivo de Colson, Cándido Bidó formó el Grupo Los Tres (1963-1965) con Lepe (Leopoldo Pérez). Pintor nacido en Bonao en 1936, Cándido Bidó abandonó la escuela y se ganó la vida como limpiabotas. Ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Santo Domingo, donde se convirtió en profesor en 1962. Expuesto en toda América Latina (Cuba, Colombia, Panamá), España (Madrid), Norteamérica (Washington) y Kenia (Nairobi), abrió su propia escuela de pintura en Santo Domingo, trasladada desde entonces a Bonao, su ciudad natal. Conocido ahora como Centre culturel Cándido Bidó de Bonao, el lugar está indicado por grandes murales en la entrada. Del expresionismo al collage, de los efectos materiales a la exploración del color, define un estilo fácilmente identificable. Representa diferentes aspectos de la vida dominicana a través del tema de las mujeres y los niños, así como de animales familiares. Su violento cromatismo (dominado por el azul, el rojo, el naranja y el amarillo), sus formas y sus temas son una fuerte expresión de la realidad dominicana. Decoró uno de los dos obeliscos del Malecón y falleció en marzo de 2011; cabe señalar que una galería sigue representando su obra (calle Docteur Baez, 5, en el barrio Gazcue de Santo Domingo).

Pintor, diplomático y crítico de arte, Darío Suro García Godoy nació en La Vega en 1918. Entre 1943 y 1947 vivió en Ciudad de México, donde trabajó junto a Diego Rivera. Sus obras, enérgicas y expresivas, se expusieron en numerosas galerías de Europa y Estados Unidos.

El Museo Bellapart, cuya colección se remonta al siglo XIX, es el primer museo privado de artes plásticas dominicano.

Hoy en día

Artistas de diversas procedencias mantienen vivo el arte dominicano. El pintor Silvano Lora (1931-2003) utiliza el collage y el ensamblaje de materiales. Vivió mucho tiempo en Francia y realizó un enorme fresco en mosaico en memoria de Trujillo, en el lugar donde fue asesinado, a las afueras de Santo Domingo, a 5 km de San Cristóbal, la ciudad natal del dictador.

Siguiendo sus pasos, Charlie Simon, nacido en 1962 en Villa Altagracia, de ascendencia dominico-haitiana, participó desde muy joven en manifestaciones de artes plásticas. Estudió en la academia Altos de Chavón con Félix Polanco. Su inspiración procede de la cultura afrocaribeña y de la herencia taína, y los tonos tierra y ocres que prefiere conforman un universo muy personal en el que destaca la simbología taína. Charlie recibe a los visitantes en su estudio de la Casa de los Artistas de Las Terrenas, en la calle Carmen 142.

En cuanto a la fotografía, Domingo Batista, nacido en 1946, comenzó su carrera como fotógrafo con el grupo Jueves 68. El. El artista, que se describe a sí mismo como un poeta fotográfico, pretende dar testimonio del cambio climático y aborda la armonía de la naturaleza. Coautor de los libros El Color del camino y Color dominicano, también participa en producciones audiovisuales. Su obra ha ganado numerosos premios, entre ellos el primer premio de American Photo Magazine por su Dominican Fisherman.

Walkind Rodríguez, nacido en 1978 en Santo Domingo, es representativo del crecimiento del arte dominicano en el extranjero. En 2003 participó en la Bienal Nacional de Artes Visuales de su ciudad natal, antes de exponer en la galería Lyle O'Reitzel. Actualmente, sus performances combinan cerámica, fotografía, música y danza. El artista encarna toda la diversidad de la cultura afrocaribeña.