Destination balnéaire idéale, le Sénégal possède de jolies plages, comme celle du Cap Skirring  © Damian Pankowiec - Shutterstock.com .jpg
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¿Hacia la emergencia de Senegal en 2035?

Desde 2015, el crecimiento económico del país se ha traducido en una serie de mejoras, sobre todo en materia de infraestructuras, que se están modernizando en varios ámbitos. La apertura del nuevo aeropuerto, la construcción del primer tren expreso regional (TER) de África, la apertura de Casamance y la construcción en curso del polo económico de Diamniadio, que promete descongestionar el tráfico en Dakar, son inversiones que, si bien aumentan la deuda pública, ofrecen a Senegal nuevas perspectivas de futuro. Bajo el liderazgo del presidente Macky Sall, el Plan Senegal Emergente, adoptado en 2014, sienta las bases de una estrategia de desarrollo innovadora basada en una economía fuerte y sostenible, el desarrollo humano y una mejor gobernanza. Aunque varios sectores empiezan a beneficiarse de este sistema, lo que permite al país mantener un crecimiento fino, el plan sigue beneficiando muy poco a la población, ya que el crecimiento del PIB per cápita sigue siendo bajo, en torno al 0,6% anual. La pobreza sigue afectando a casi la mitad de la población, y las tasas de desempleo y analfabetismo siguen siendo elevadas, en un país donde la población, la mitad de la cual tiene menos de 20 años, crece cada año. Con un Índice de Desarrollo Humano de 0,511 en 2022, aún queda mucho camino por recorrer hasta la aparición de una clase media capaz de tirar de su economía hacia arriba. Además de mantener su crecimiento económico mediante el desarrollo de la inversión, sobre todo privada, el Estado deberá mejorar las condiciones de vida de su población, lo que implicará sin duda importantes inversiones en sanidad, educación y empleo, si quiere alcanzar su objetivo de aquí a 2035.

El turismo como motor de desarrollo

Desde los conflictos en Casamance hasta la crisis económica de 2018, pasando por la epidemia de Ébola que finalmente no afectó a Senegal, muchos factores han perturbado la buena salud del turismo en la tierra de la Teranga durante los últimos veinte años. Por no hablar de la crisis sanitaria mundial del coronavirus que afectó a los años 2020 y 2021 y que supuso una importante pérdida de ingresos para todos los profesionales del turismo. Sin embargo, conocido como uno de los países más estables de África, Senegal cuenta con numerosas e innegables bazas turísticas. Empezando por su legendaria acogida y hospitalidad, que han forjado la reputación de este soleado país. También es un agradable destino balneario, con más de 700 km de costa, donde algunas playas, sobre todo las de Casamance, ofrecen auténticos paisajes de postal. El país también atrae a muchos observadores de aves y cazadores que vienen a dar rienda suelta a su pasión. En los últimos años, la oferta cultural también se ha desarrollado con la apertura de varios museos en Dakar y Saint-Louis, la mayoría de iniciativa privada. Para impulsar su actividad turística, que actualmente representa cerca del 6% del PIB, Senegal apuesta por el desarrollo de infraestructuras modernas que faciliten la llegada y los desplazamientos por el país. Así, desde la apertura del aeropuerto Blaise Diagne a finales de 2017, el tráfico aéreo ha vuelto a repuntar, con un aumento de más del 8%, sobre todo con la llegada de nuevas compañías como Air Senegal. Se han construido autopistas de peaje para facilitar la circulación de personas, y hay otras en proyecto. En cuanto al puente transfronterizo de Farafenni, que se inaugurará en 2019, además de favorecer los intercambios económicos entre Senegal y Gambia, abrirá Casamance, una de las regiones más bellas. El país de la Teranga se muestra así ambicioso para los próximos años y desea alcanzar el objetivo de 5 millones de turistas de aquí a 2025.

La agricultura, un potencial a explotar

El sector agrícola, que representa en torno al 15% del PIB del país y da empleo a casi la mitad de la población, tiende también a dinamizarse y modernizarse, y se encuentra ahora en el centro del Plan Senegal Emergente. Entre cultivos alimentarios y cultivos comerciales, Senegal intenta encontrar el equilibrio adecuado para diversificar su producción agrícola, alcanzar la autosuficiencia alimentaria y aumentar sus exportaciones. Durante muchas décadas, el cultivo del cacahuete, centro de las inversiones estatales, tuvo el monopolio del sector, representando hasta el 80% de las exportaciones. Sin embargo, a partir de 1970, este sector atravesó una crisis sin precedentes y los agricultores tuvieron dificultades para vender sus cosechas, lo que provocó una caída de los precios y una importante pérdida de ingresos para los agricultores. No fue hasta 2015 cuando el sector se recuperó, con una producción de más de un millón de toneladas de cacahuetes, de los que China es ahora el principal comprador. Tras esta crisis, el Estado cambió sus estrategias y puso en marcha diversos planes de acción para desarrollar el sector. Se realizaron numerosas inversiones desde Saint-Louis hasta Podor, en el valle del río Senegal, con el objetivo de alcanzar la autosuficiencia en arroz. Aunque este reto aún no se ha alcanzado, como estaba previsto para 2017, la producción de arroz de Senegal se ha multiplicado por cuatro entre 2014 y 2019. Además del arroz, el Gobierno ha decidido por fin hacer de la horticultura una de las palancas del sector, invirtiendo en el valle del río Senegal y en la franja costera de Niayes. Tomates, cebollas, judías verdes, maíz y calabaza, la producción, en fuerte crecimiento desde 2012, alcanzó casi 1,5 millones de toneladas en 2018. Todavía no es suficiente para cubrir todas las necesidades del país, pero este sector de gran potencial ofrece algunas perspectivas de futuro.

Recursos minerales e hidrocarburos, ¿sectores prometedores?

Del fosfato al oro, pasando por el circón, el hierro y el cobre, entre otros metales y minerales, el subsuelo de Senegal ofrece una gran riqueza mineral de la que el país solo explota una parte. Con su nuevo código minero, más flexible, adoptado en 2016, Senegal espera atraer cada vez a más inversores y generar más recursos de la explotación de minerales, protegiendo al mismo tiempo a las poblaciones circundantes. Si se regula adecuadamente, este sector podría convertirse en un motor de crecimiento y prosperidad para el país en los próximos años, ya que actualmente emplea a cerca del 14% de la población. Ya con más de 1,6 millones de toneladas producidas en 2019, el fosfato es uno de los pilares de este sector, que se explota desde la década de 1940. Aunque Senegal es el 16º productor mundial, espera alcanzar el top 10 en los próximos años. También aspira a convertirse en uno de los mayores exportadores de oro del continente africano en 2035, con una producción que alcanzará las 16,24 toneladas en 2020. Además de las minas de Sabodala y Kharakhéna, cerca de Kédougou, la mina de Mako, en funcionamiento desde 2018, ofrece grandes perspectivas de explotación y, por tanto, de ingresos para el país. En cuanto a los hidrocarburos, el descubrimiento desde 2014 de grandes yacimientos de petróleo y gas frente a las costas senegalesas ha despertado las esperanzas del Gobierno y de la población. Varias compañías petroleras extranjeras están empezando a invertir en el país para empezar a explotar a finales de 2023 estos recursos, cuyas reservas se estiman en más de un billón de barriles de petróleo y unos 1.100 billones de m³ de gas. Por tanto, Senegal entrará pronto a formar parte de los países productores de hidrocarburos y podría incluso convertirse en uno de los 10 mayores productores de gas de África. Pero si estas ganancias inesperadas ofrecen nuevas perspectivas al país, ¿beneficiarán a la población? Sólo el tiempo lo dirá...

Los retos del país

Si bien la política, y en particular su democracia, sitúan a Senegal a la cabeza de muchas naciones africanas, no ocurre lo mismo con su economía. Dakar está lejos de ser el líder de África Occidental en este ámbito, papel que se atribuye más fácilmente a Abiyán, en Costa de Marfil. Su PIB, a pesar de una tasa media de crecimiento anual del 6,5%, sigue siendo demasiado bajo.
Senegal, que es uno de los Estados más ayudados de África, lucha por superar su deuda externa, que se estima cercana a los 900.000 millones de francos CFA de aquí a 2020 y aumenta cada año. Los peces gordos de Dakar, donde se concentra el 90% de las industrias del país, no compensan el desempleo, que ronda el 15% de la población. Esta tasa se eleva al 27% en el caso de los menores de 25 años. El éxodo al extranjero tampoco es un asunto menor en algunas provincias, ya que se sabe que es más fácil encontrar trabajo en los países europeos. Esto explica por qué hay gente en Podor o Bakel que, en París, se levanta más temprano que la media y se viste de verde para ocuparse de la basura o realizar trabajos difíciles e insalubres. Todo ello para enviar un giro postal a fin de mes y mantener a la familia que se ha quedado. El éxodo no sólo afecta a la clase media y el país sufre una grave carencia de élites. La economía del país tiende a estar en manos de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Los resultados estructurales están ahí, pero los industriales denuncian modelos inadecuados importados de otros países y mal aplicados al contexto senegalés. Sin embargo, Senegal aspira a elevar su economía de aquí a 2035, diversificar sus recursos económicos, modernizar el país y mejorar la vida cotidiana de su población. ¿Quizás los ingresos procedentes de la futura explotación de hidrocarburos ayuden a Senegal en su búsqueda de un futuro mejor tanto para su economía como para su población?