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Primer periodo

Puede que su nombre no suene a este lado de los Pirineos, pero Ramon Lull fue uno de los escritores más importantes de la Edad Media. Aún hoy goza de gran prestigio, aunque sólo sea por su contribución a la lengua catalana. Nació en Palma hacia 1232, tres años después de que Mallorca fuera testigo de la victoria de Jaime I de Aragón sobre los moros que la habían ocupado, y era el momento de la Reconquista. Encrucijada de civilizaciones y lenguas, su isla natal ejerció sin duda una gran influencia en Ramon Lull, que, erudito de rara inteligencia, se convirtió rápidamente en el tutor del infante. Tras una vida feliz, decidió convertirse al catolicismo en 1265, pero no por ello abandonó la literatura, pasando simplemente de escribir canciones de amor en occitano a redactar un monumental Libro de la contemplación de Dios. Políglota, se dedicó a aprender árabe para proseguir sus cruzadas personales, y sus obras -de las que hay más de 200- son a su imagen, eclécticas, filosóficas y a veces un poco excesivas. Pero, además de un hombre polifacético -escribió obras teológicas, novelas y enciclopedias científicas-, Ramon Lull es considerado sobre todo uno de los padres de la lengua catalana escrita, ya que sus experimentos sintácticos y léxicos contribuyeron a establecer las normas de la lengua y a distinguirla definitivamente del occitano. Una vez más, el catalán ocupa un lugar destacado en uno de los textos historiográficos más notables de la Edad Media, Las cuatro grandes crónicas, de las que Ramón Muntaner, que no nació en las Baleares sino que expiró en Ibiza en 1336, escribió la más larga. En esta crónica, que lleva su nombre, escribe sobre el periodo que va desde el nacimiento de Jaime I (1207) hasta la coronación de Alfonso IV (1328). Sin embargo, se decía que el Reino autónomo de Mallorca acabaría por adscribirse a la Corona de Aragón, lo que ocurrió en 1348 tras largas disputas. La gran historia dio paso entonces a la pequeña, la realidad a la ficción, y Guillem de Torroella, de quien poco se sabe aparte de que nació a mediados del siglo XIV en el seno de una familia mallorquina del Ampurdán, escribió un relato fuertemente inspirado en los romances de caballería franceses. En La Faula, explica cómo fue llevado por una ballena a una isla misteriosa, que algunos creen que es Sicilia, donde residía el rey Arturo desde la batalla de Salisbury. Abatido por el desinterés de su época por los principios caballerescos y cortesanos, se dice que el soberano bretón, sumido entonces en una grave depresión, invitó a Guillem a contar su viaje a los mallorquines para que, a pesar de todo, recuperaran la esperanza. Pura imaginación o alegoría de una época, la traducción francesa de este texto catalán ha sido publicada por Classiques Garnier, para que el lector pueda decidir por sí mismo.

El renacimiento

La literatura balear resucitó en poesía a finales del siglo XIX, sobre todo de la mano de Miquel Costa i Llobera. Nacido en Pollença en 1854 y fallecido en Palma en 1922, siguió su vocación religiosa haciéndose sacerdote, pero fue a la sacralidad de la naturaleza a la que dedicó sus más bellas odas. Ganador de los Juegos Florales, las justas poéticas en lengua catalana populares en la España de la época, se dio a conocer con Lo pi de Formentor, publicado en 1875, un poema dedicado a un árbol de su tierra natal que influyó, entre otros, en el pintor Joan Miró. Su obra cumbre, Horiacianes (1906), le consagró como miembro destacado de la llamada Escuela Mallorquina, de la que también formaron parte Maria Antònia Salvà (1869-1958) y Llorenç Riber (1881-1958), Emília Sureda (1865-1904), Miquel dels Sants (1864-1920) y, sobre todo, Joan Alcover (1854-1926), que celebró frecuentes salones y cuyo poema La Balanguera se convirtió en himno oficial de la isla tras ser musicado por Amadeu Vives.

La época también se prestó a la definición de una identidad propia, como demuestran las diversas obras de Antoni Maria Alcover, nacido en Manacor en 1862. Además de sus actividades eclesiásticas, Alcover se dedicó a transcribir leyendas locales, que publicó bajo seudónimo, primero en la revista La Ignorancia y luego en forma de recopilación. También se interesó por la lingüística, y en 1900 empezó a recopilar vocabulario en el dialecto local, el mallorquín, antes de lanzar al año siguiente la primera revista filológica de España. Este proyecto se convertiría en el diccionario catalán-valenciano-balear, al que contribuyó activamente y que dirigió antes de que el menorquín Francesc de Borja Moll le tomara el relevo a su muerte, en 1932. El primer volumen de esta colosal obra, que llegaría a ser diez, se publicó en 1926, y el último sólo en 1962, ya que la dictadura franquista había frenado entretanto este tipo de iniciativas.

El siglo XX estuvo plagado de nombres que dejaron su huella en la historia de la literatura balear. En 1931, por ejemplo, Llorenç Villalonga (1897-1980) publicó la que se considera la primera novela del archipiélago, Mort de dama, cuyo tono satírico y claramente burlón no ayudó a su recepción. Sorprendentemente, otro título de la escritora, Un été à Majorque (Un verano en Mallorca), también está disponible en francés, como respuesta a la célebre Un hiver à Majorque (Un invierno en Mallorca) de George Sand (Presses universitaires de Clermont-Ferrand). Marià Villangómez (1913-2002) y Jaume Vidal Alcover (1923-1991) explorarán las posibilidades que ofrece el teatro, mientras que el periodista Baltasar Porcel, nacido en Andratx en 1937 y fallecido en Barcelona en 2009, probó suerte en todos los estilos, pasando alegremente del relato de viajes a la novela, del cuento al ensayo político, y ganando varios premios literarios importantes. Algunas de sus obras han sido traducidas por Actes Sud. Por último, es imposible no mencionar a Carme Riera, nacida en 1948 en Palma, que también ha obtenido prestigiosos galardones, entre ellos el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2015, y cuya La Moitié de l'âme, que publicará Points, deja entrever su talento, y a su compatriota José Carlos Llop, prolífico autor proteico, a quien Jacqueline Chambon sigue fielmente desde 2005. En 2018 se tradujo Rois d'Alexandrie (Reyes de Alejandría ), que evoca recuerdos de los años 70 en Mallorca y el 18 cumpleaños de la autora, entre música pop, política y drogas de todo tipo.