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Los orígenes

Los restos prehistóricos más fascinantes de Baleares son los de la llamada cultura talayótica, que se remonta al 1600 a.C. Este nombre procede de los talayots encontrados en gran número en Menorca y Mallorca. De planta circular o cuadrangular, estas torres fortificadas impresionan por su unión ciclópea, formada por imponentes piedras ensambladas sin cemento ni argamasa. No hay que perderse: las torres de Ciutadella y Trepuco en Menorca. Estas torres de protección y observación formaban parte del sistema defensivo implantado en los primeros poblados talayóticos, cuyos restos pueden verse en el yacimiento de Ses Paisses, en Mallorca. Las taulas son otro testimonio sorprendente de esta cultura. Se trata de altares de piedra formados por un menhir coronado por una piedra plana, a menudo protegidos por círculos de piedras sagradas. Por último, no se pierda las navetas, llamadas así porque su estructura recuerda el casco de un barco volcado. Consisten en una pequeña puerta que da acceso a una antecámara o pasillo que sirve a una o varias habitaciones, que luego se apilan unas sobre otras. La más famosa es la Naveta d'Es Tudons, en Ciutadella de Menorca. Destacan sus imponentes dimensiones y sus salas decoradas con techos de ménsulas. En Mallorca se desarrollaron otros edificios funerarios, como los hipogeos, estructuras funerarias excavadas directamente en el suelo. Fenicios y cartagineses, que dejaron bellas huellas de su presencia, sobre todo en Ibiza, también destacaron la importancia de los ritos funerarios. La necrópolis púnica de Puig des Molins es una de las mayores del mundo. En ella se han encontrado cerca de 4.000 hipogeos. El yacimiento de Sa Caleta ilustra el dominio fenicio del urbanismo. Allí descubrirá los restos de una auténtica ciudad dividida en barrios, con zonas residenciales llenas de casas, pero también zonas más comerciales con un horno de pan y un taller de fundición. Este dominio del urbanismo se repitió en época romana, como demuestra el yacimiento de Pollentia, en la isla de Mallorca. Allí se han desenterrado tres domus, entre ellas la Casa de los Dos Tesoros con su hermosa fachada porticada. También se han descubierto el foro con el capitolio y un teatro con parte de su graderío. Maestros de la ingeniería, los romanos también dejaron los restos de imponentes acueductos, como el de Santa Eularia des Riu, en Ibiza.

Del califato a la corona española

El desarrollo de los sistemas de regadío, el aterrazamiento de tierras y huertos, el desarrollo de las técnicas del hierro, la cerámica y el vidrio... gracias a sus conocimientos, los moriscos transformaron considerablemente la fisonomía de las islas. También bajo su dominio se desarrollaron las primeras grandes fortalezas, las almudaina -como el Palau Reial de la Almudaina de Palma de Mallorca- y los primeros sistemas de murallas. También les debemos una finísima arquitectura del agua, con fuentes en las plazas y en los numerosos patios de las casas, un trazado típicamente morisco. Los baños son también un precioso testimonio de la presencia árabe, como atestiguan los Banys Árabes de Palma, con su soberbio hammam rematado por una cúpula que deja pasar la luz a través de unas claraboyas muy bonitas. Cascos urbanos como el de Ciutadella, en Menorca, conservan la huella de las medinas de la época, con sus calles estrechas y sombreadas y sus pequeñas plazas. Por desgracia, la mayoría de los vestigios de aquella época han sido considerablemente alterados o incluso destruidos por las distintas facciones españolas. Las iglesias sustituyeron a las mezquitas y las fortalezas se transformaron en palacios góticos. Ahora, de vuelta al redil cristiano, las Baleares están cubiertas de soberbios edificios religiosos, entre los que destacan las catedrales de Palma de Mallorca e Ibiza. La primera es un símbolo del sincretismo que reina en las islas, ya que se construyó sobre una antigua mezquita, construida a su vez sobre un templo romano. Este soberbio ejemplo del gótico catalán se puede admirar por su cubierta casi plana, su ausencia de crucero o girola y, sobre todo, por sus altas bóvedas que crean un espacio abierto iluminado por decenas de rosetones y vidrieras. También abundan los conventos y ermitas. La arquitectura de las iglesias de Ibiza refleja la situación cambiante de la isla. Las primeras iglesias eran verdaderas fortalezas, bajas y sólidas, con emplazamientos para cañones, como laiglesia de Sant Antoni. Después, poco a poco, la arquitectura se hizo más abierta, convirtiéndose la iglesia en el centro de la parroquia, lo que explica la presencia de patios cubiertos precedidos de entradas arqueadas para acoger a los fieles. Estas iglesias encaladas se desarrollaron principalmente a partir del siglo XVIII. En Ibiza, no querrá perderse las torres vigía, la mayoría de forma circular y construidas en piedra caliza, cuyas siluetas achaparradas y en forma de lazo salpican el litoral de la isla, como la Torre des Savinar y la Torre de Balafia. Esta necesidad constante de protección se manifiesta también en el creciente número de murallas que rodean las ciudades. Las murallas de Eivissa datan del siglo XVI. Con sus baluartes y su forma heptagonal, parecen indestructibles. Alcudia, en la isla de Mallorca, también cuenta con una soberbia muralla de piedra y dos impresionantes torres cuadradas y almenadas, la Porta des Moll y la Porta Sant Sebastia. Dentro de estos poderosos sistemas defensivos se esconden otros tesoros que llevan el sello de los periodos gótico, renacentista y barroco. La presencia española se manifiesta en los numerosos ejemplos de arquitectura civil: ayuntamientos, palacios privados y centros comerciales se encuentran en las ciudades. No se pierda la Llotja, hermosa lonja comercial de Palma de Mallorca, con sus tres suntuosas naves, bóvedas de crucería y columnas retorcidas, buen ejemplo del gótico flamígero; o Cal Marquès de Palmer, suntuoso palacio gótico-renacentista, y el ayuntamiento, cuya rica decoración marca la transición al barroco. Estos edificios se concentraban sobre todo en torno a las plazas, que se convertían en el corazón vibrante de las ciudades y en el eje de su urbanismo. Junto a esta arquitectura tan "oficial", se puede admirar la riqueza de la vivienda rural en Baleares, y más concretamente en Ibiza. Molinos, aljibes y muros de piedra seca conforman un patrimonio único que ilustra la vida cotidiana en el campo. Pero son sin duda las fincas el orgullo de la isla. Estas construcciones, ideadas por los propios campesinos, están diseñadas para adaptarse perfectamente a los rigores del clima y evolucionar según las necesidades de sus habitantes. Construidas con piedra local y bloques de piedra caliza blanqueados con cal, son el resultado de la yuxtaposición de volúmenes cúbicos sencillos. Los tejados planos con vigas de madera local están diseñados para permitir la recogida del agua de lluvia, mientras que el reducido número de ventanas contribuye a mantener una temperatura agradable, sea cual sea la estación. Una sobriedad y una racionalidad que impresionaron a Le Corbusier y a los miembros de la Bauhaus

El triunfo de la modernidad

A principios del siglo XX, las islas sucumbieron, como el resto del continente, a la ola historicista de los neoestilos. En Palma de Mallorca, Can Corbella es un magnífico ejemplo del estilo neomudéjar. Este estilo se puede encontrar en muchos establecimientos comerciales e industriales, con sus elaboradas arcadas y sus famosos techos artesonados. Poco a poco, esta tendencia historicista dio paso a un modernismo único que creó una asombrosa síntesis entre las suaves curvas del Art Nouveau, las líneas geométricas de la Secesión vienesa y las creaciones oníricas del Modernismo catalán. En Palma, Can Casasayas y la Pensión Menorquina, con sus fachadas ondulantes y su rica ornamentación, recuerdan las creaciones del líder del Modernismo, el genial Gaudí, cuyas asombrosas creaciones pueden verse en el mismo corazón de la Catedral de Palma de Mallorca, ¡donde rediseñó el coro con hierro forjado! Por último, no se pierda el Gran Hotel de Palma (actual sede de la Fundación Caixa Cultural). Diseñado por Lluis Domenech i Montaner y primer hotel de la ciudad, el edificio está adornado con los más bellos colores Art Nouveau. En Ibiza, los modernistas Josep Lluis Sert, Sixte Illescas y German Rodrigues Arias dejaron su impronta en la urbanización del barrio de Can Pep Simo, un proyecto de los años treinta, inspirado en gran medida en las fincas rurales, con sus casas blancas y sus volúmenes sencillos. Josep Lluis Sert también fue responsable del taller de Miró en Palma. Entre innovación y tradición, entre hormigón y materiales tradicionales, Sert diseñó un lugar que refleja a su propietario: único. En 1992, Pilar Miró, esposa del artista, encargó una ampliación al arquitecto Rafael Moneo. Apodada "la fortaleza de alabastro", esta creación es una obra maestra de pureza formal y sobriedad. Y Moneo no es el único que se inspiró en estas islas. Daniel Liebeskind diseñó el estudio de la artista Barbara Weil en Port d'Andratx en 2003. Con sus sorprendentes formas y la pureza de su luminoso blanco, el edificio es como una escultura entre esculturas, que se integra armoniosamente en el entorno. La misma preocupación por la integración es evidente en la villa de Álvaro Siza en Palma. Tejados planos, formas simples entrelazadas... todo recuerda a la arquitectura de las fincas. Las villas son hoy los más bellos representantes de una arquitectura contemporánea respetuosa con el entorno en el que se integran armoniosamente, pero también con las tradiciones locales, multiplicando el uso de materiales y piedras producidos localmente, favoreciendo la sencillez y la sobriedad, lejos de los muros de hormigón de ciertas zonas costeras. La villa Mediterraneo01, diseñada por la agencia Metroarea, es un muy buen ejemplo. Al mismo tiempo, cada isla multiplica las campañas de conservación y restauración de su patrimonio, al tiempo que refuerza la legislación sobre protección del medio ambiente. Las Islas Baleares, y especialmente Formentera, han comprendido que la supervivencia de su identidad depende de esta protección.