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Corrupción política y debates lingüísticos

Gabriel Cañellas Fons (derecha) fue el primer presidente del gobierno autónomo de Baleares desde que el territorio obtuvo la autonomía en 1983. En 1995, tras ser reelegido varias veces para el cargo, se vio obligado a dimitir. Se vio implicado en un vasto asunto de corrupción en el que estaba implicada gran parte de la clase política. Siguió una alternancia política entre el Partido Socialista de Francesc Antich i Oliver y el Partido Popular, hasta que en 2010 estalló un nuevo escándalo de corrupción (Palma Arena), esta vez protagonizado por dirigentes de izquierda. El presidente socialista tuvo que desprenderse de parte de sus apoyos, pero no fue suficiente para consolidar su posición, y la derecha ganó al año siguiente, un año en el que el yerno del Rey de España, Iñaki Urdangarin, se vio comprometido en un caso de malversación de fondos públicos, el caso Babel, derivado del caso Palma Arena.
En los años posteriores a la crisis sistémica mundial de 2008, España no se libró de la devastación económica, y Baleares aún menos. Dado que el empleo en Baleares es altamente estacional, la situación empeora en invierno, especialmente en las islas menores. Como en todas las zonas turísticas, Baleares se caracteriza por un ritmo de trabajo basado en la llegada de turistas, especialmente en Ibiza y Formentera. Mallorca y Menorca destacan por su mayor actividad industrial y agrícola. En cuanto al mercado laboral, tras atravesar un periodo difícil como el resto de España y gran parte de Europa, las cifras de paro no han hecho más que mejorar. Sin embargo, estas cifras deben tomarse con cautela, ya que los puestos de trabajo son mucho más abundantes durante los meses de verano.
A este problema económico se sumó pronto la reforma del sistema educativo: el gobierno de José Ramón Bauzá decidió sustituir el uso del catalán en las escuelas baleares por el inglés, lo que creó un profundo malestar social en las islas. La reforma se anuló finalmente en otoño de 2014 y la ministra de Educación, Juana María Camps, fue destituida. Siguieron numerosas manifestaciones en apoyo de la dimisión de Bauzá. Desde entonces, la política lingüística ha ocupado un lugar destacado en los debates políticos. En 2016, el Gobierno de Francina Armengol impuso el catalán como requisito obligatorio para acceder a un puesto de funcionario autonómico. En 2018, incluso, se introdujo un decreto que convertía el catalán en requisito indispensable para trabajar en los hospitales públicos de Baleares. Esta medida provocó la indignación en los servicios sanitarios y la marcha de varios médicos extranjeros (muchos de ellos procedentes de Latinoamérica o de regiones españolas donde no se habla catalán), a pesar de que el sistema sanitario actual adolece de falta de personal.

La agricultura en busca de una vida mejor

Antes de que el general Franco abriera las Baleares en 1963, tenían una economía típicamente mediterránea, que derivaba su relativa riqueza del trabajo de la tierra. El suelo fértil y el clima suave han hecho de la región una productora de fruta y vino hasta nuestros días, en los que se siguen cultivando almendras, algarrobas y limones. El olivo, que durante muchos siglos fue la principal fuente de riqueza de la isla, fue sustituido en el siglo XX por el naranjo, que aún se cultiva intensamente en Mallorca (sobre todo en Sòller). Frutas tradicionalmente ignoradas por los agricultores, como los albaricoques, también han encontrado un lugar importante en la economía local. Con el tiempo, sin embargo, la agricultura intensiva ha provocado profundos cambios en el paisaje de la isla. El desarrollo de nuevas tierras ha hecho retroceder la cubierta vegetal y los bosques primigenios de las islas.
La pesca sigue ocupando a algunas familias en Mallorca, al igual que en Ibiza y Formentera, donde los pescadores se transmiten de padres a hijos. Sin embargo, las flotillas de pequeñas embarcaciones que eran el encanto de muchos puertos mallorquines han sido sustituidas por arrastreros en aras de la productividad. En cuanto a las salinas, están condenadas a desaparecer. En el pasado, representaban la principal actividad de Ibiza y Formentera. Ya no es así, y prácticamente han desaparecido. Del mismo modo, aunque los cereales, las frutas, las hortalizas, los tubérculos y los cítricos siguen siendo cultivos importantes, la agricultura está en constante declive desde 1950. El turismo se ha convertido en el principal recurso económico del archipiélago.

Turismo para dominar

Al abrirse el país al mundo exterior a principios de la década de 1960, la agricultura perdió su condición de sector principal de la economía de la isla. La culpa es del turismo. Esto afecta sobre todo a los visitantes extranjeros, pero también a los españoles peninsulares. En los años 60, el país era barato, como les gusta recordar a los baleares. Eso ha cambiado hoy en día. Pero cada año, millones de enamorados siguen los pasos de Frédéric Chopin y George Sand para pasar unos días de felicidad a orillas del Mare Nostrum.
A pesar de una mala racha en 2009 debido a la caída del valor de la libra frente al euro (que provocó un descenso de un millón de visitantes en sólo un año), Baleares se recuperó rápidamente, aprovechando los acontecimientos de la Primavera Árabe para atraer a nuevos visitantes. Solo en 2014, Baleares recibió más de 13,5 millones de turistas, más de un 4% más que en 2013, con un fuerte aumento de turistas holandeses, pero también españoles. Con la nueva tasa turística que entró en vigor a principios del verano de 2016, el Gobierno balear logró recuperar 40 millones de euros en un año, un presupuesto reinvertido en la protección del patrimonio y la naturaleza del archipiélago. Pero la economía balear ha pasado a depender de esta avalancha de turistas. Sólo el turismo representa actualmente casi el 35% del PIB del archipiélago. En 2018, el archipiélago volvió a recibir en su territorio a más de 16 millones de turistas. Al año siguiente, sin embargo, las cifras descendieron ligeramente. Naturalmente, los años 2020 y 2021 vieron una fuerte caída del turismo, prácticamente imposibilitada por las restricciones de viaje vinculadas a la pandemia de Covid-19. en 2022, en cambio, se produjo un resurgimiento del turismo de masas en Baleares.