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Un estado federal

Bélgica es una monarquía constitucional y parlamentaria. Sin embargo, desde el 3 de febrero de 1994 se ha convertido en un Estado federal, en el que el Estado central, las comunidades y las regiones tienen competencias propias. El monarca reinante es el Rey Felipe, casado con la Reina Matilde. El poder legislativo corresponde al Rey y al Parlamento. El poder ejecutivo corresponde al Gobierno federal, presidido por el Primer Ministro. El poder judicial corresponde a los juzgados y tribunales. El sistema parlamentario es bicameral: Cámara de Diputados y Senado. El voto es obligatorio y los escaños de los distintos parlamentos se asignan por representación proporcional plena. Cada una de las 10 provincias belgas tiene su propia administración, cuyo órgano representativo y decisorio, el Consejo Provincial, es elegido por sufragio universal para un mandato de seis años.

División administrativa y lingüística

Bélgica está formada por tres comunidades lingüísticas (flamenca, francesa y alemana), tres regiones administrativas (Región Flamenca, Región Valona y Bruselas-Capital) y diez provincias. Votadas entre 1873 y 1963, las leyes lingüísticas relativas al uso y reconocimiento del francés, neerlandés y alemán como lenguas oficiales de Bélgica fueron un paso importante en la reforma del Estado. Pero estas leyes lingüísticas no fueron suficientes, y una reforma de la Constitución se hizo cada vez más inevitable. Sucesivas reformas tuvieron lugar en 1980, 1988 y, finalmente, en 1993. Esta última estableció el nuevo Estado federal.

Las competencias de las comunidades se definen en los ámbitos de la educación, la política, la sanidad y la investigación científica. Además, las autoridades regionales actúan en los campos de la economía y la autonomía. Cada una de ellas tiene un consejo y un gobierno con competencias en materia de empleo, agricultura, ecología y comercio. Por último, al más alto nivel, el Estado gobierna la autoridad federal, que es responsable de la política exterior, la defensa y la justicia (entre otras cosas).

El ascenso al poder de la extrema derecha flamenca

El 26 de mayo de 2019, entre los partidos tradicionalmente en el poder, el separatista N-VA se mantiene mayoritario aunque en declive, mientras que el PS obtiene el peor resultado de su historia en Valonia, aunque sigue siendo el primer partido francófono. Las elecciones estuvieron marcadas por la irrupción del partido de extrema derecha flamenco Vlaams Belang, aún más separatista, que se convirtió en la segunda fuerza política del país y el tercer partido de la Cámara de Representantes, con el 12% de los votos y 18 escaños. En el lado francófono, el partido de izquierda radical PTB/PVDA obtuvo el 8,6% de los votos y pasó de 2 a 12 representantes en la Cámara. Los ecologistas francófonos (Écolo) duplicaron su resultado, mientras que sus aliados neerlandófonos (Groen) obtuvieron ganancias más modestas, para convertirse en el primer partido de Bruselas. Ambos partidos suman el 12,3% de los votos y 21 escaños. Los Demócrata-Cristianos y los Liberales obtienen respectivamente el 8,6% y el 8,9% de los votos, con 12 escaños cada uno. La bipolarización política entre un Flandes cada vez más de derechas y una Valonia cada vez más de izquierdas sigue ampliando la brecha entre las dos regiones belgas. Esto dificultará la formación de un gobierno federal y podría provocar otra gran crisis política.

Las próximas elecciones federales se celebrarán en junio de 2024, y el avance del partido de extrema derecha Vlaams Belang está llevando al actual Gobierno flamenco tripartito (N-VA, CD&V y Open VLD) a reflexionar sobre la posibilidad de renovar su coalición para formar un "amplio partido popular conservador".

Una economía regional dispareja

Hasta mediados del siglo XIX, la economía belga era eminentemente agraria. Los yacimientos de carbón de Valonia permitieron desarrollar la industria pesada durante la revolución industrial. Hoy, Flandes va bien, con un próspero sector primario y una próspera economía de bienes y servicios. Valonia, tras un periodo de cierre de sus industrias siderúrgica y minera durante varias décadas, apenas empieza a recuperarse y a beneficiarse de los planes de reactivación.

Los principales recursos

En la actualidad, la agricultura belga sólo emplea al 2% de la población activa y contribuye en un 1,4% al PNB (producto nacional bruto) del país. Se concentra en las grandes explotaciones, la mayoría de las cuales (63%) se dedican a la ganadería, orientada a la exportación. El sector porcino, muy excedentario (representa el 23% del volumen de negocios total), se concentra en Flandes, con numerosas explotaciones intensivas: el 95% de la cabaña y el 87% de los ganaderos. Con un 24,1%, la horticultura es el segundo sector agrícola.

La industria emplea al 25% de la población activa y contribuye en un 25,6% al PNB del país. Durante mucho tiempo estuvo dominada por los sectores pesados (minería, siderurgia, automoción y química), que se concentraban sobre todo en Valonia. Hoy, el equilibrio de los polos económicos se ha invertido. Valonia intenta reestructurar sus antiguas actividades, mientras que Flandes, que cuenta con un sector secundario diversificado (metalurgia, química, plásticos, textil e industrias agroalimentarias especializadas), también ha sabido aprovechar la aparición de las biotecnologías, la informática y sus derivados (gráficos, multimedia, etc.).

Los servicios emplean a casi el 74% de la población activa y aportan 3/4 partes del PNB del país. La posición centroeuropea de Bélgica es su principal baza económica.

En 2020, la economía belga se contrajo lógicamente debido a la crisis de los Covid-19, con una caída del PIB del 6,3%, hasta los 515.000 millones de dólares, según el Banco Mundial. El crecimiento se recupera en 2021 con la llegada de las vacunas y una recuperación gradual de la economía europea.

Covid, guerra en Ucrania e inflación

Tras dos años de Covid, durante los cuales Bélgica no salió demasiado mal parada a pesar de una serie de contratiempos en la gestión de la pandemia (altas tasas de vacunación, confinamientos menos severos, etc.), el país parecía bien encaminado hacia la recuperación económica. El estallido de la guerra en Ucrania acabó rápidamente con este optimismo. Como en todos los países europeos, los precios de la energía (gas, tras la recuperación postcovídica y el fin del suministro de gas ruso, y electricidad) subieron bruscamente, trayendo consigo una inflación no vista desde los años 80 (superior al 10%) y desencadenando una crisis económica y social. ¿Consecuencia de esta presión sobre el sector energético? El Gobierno, que había acordado el abandono progresivo de la energía nuclear para 2025 (Bélgica cuenta con varias centrales), tuvo que batallar tanto con los partidos de la coalición como con el operador de la central para prorrogar dos reactores durante 10 años, para consternación de los ecologistas, para quienes se trataba de una batalla histórica.