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Áreas protegidas: hacia un continuo ecológico

Bélgica cuenta con pocos espacios naturales, tanto en número como en superficie. No obstante, existen zonas Natura 2000 en virtud de las Directivas europeas sobre aves y hábitats. El objetivo de estas zonas es proteger los hábitats naturales de interés ecológico para la flora y la fauna. La gestión de estos espacios varía entre Flandes y Valonia. También existen parques naturales regionales, conocidos como regionale landschappen en la región flamenca. El objetivo de estos parques es conciliar la protección de las zonas naturales y los paisajes con el desarrollo económico y social de la región. También pretenden educar a la población sobre el medio ambiente y experimentar con nuevos modelos de gestión de las zonas rurales. En 2006, el país inauguró su primer parque nacional: el Parque Nacional de Hoge Kempen, en la provincia de Limburgo. Incluye grandes extensiones de bosques de coníferas y brezales, así como estanques y colinas. Ofrece magníficas vistas panorámicas para los amantes de la naturaleza y alberga una flora y fauna extraordinarias.

Territorio muy urbanizado y densamente poblado, Bélgica sufre la impermeabilización de sus suelos con fines de construcción (edificios, infraestructuras de transporte, etc.). En 2015, el 15% de Valonia y el 33% de Flandes estaban urbanizados. La artificialización del suelo aumentó más de un 26% entre 1985 y 2015. Otro punto es que el modelo agrícola productivista, basado en el uso de fertilizantes y productos fitosanitarios y asociado a campos abiertos -con la excepción del Pays de Herve, donde aún se pueden encontrar setos y cercas- ha contribuido al declive de la biodiversidad. Este tipo de uso del suelo deja poco espacio a las zonas naturales y daña los ecosistemas. El otro punto es la fragmentación de los entornos naturales: si queremos mantener la biodiversidad, es decir, la dinámica evolutiva de los organismos vivos, no tiene sentido proteger islas de naturaleza sin corredores ecológicos. Por tanto, parece necesario mantener o restaurar continuos o redes ecológicas. Este es uno de los puntos señalados en un informe de la Unión Europea. Varias asociaciones trabajan también para concienciar y educar al público en general en materia de medio ambiente. ElAquascope de Virelles se dedica a preservar y restaurar los ecosistemas. Alberga el Centre ethnobotanique de l'Étang de Virelles, que realiza investigaciones y transmite información sobre el uso de las plantas.

Medidas belgas para mejorar la calidad del agua

La gestión del agua también es una cuestión medioambiental importante en Bélgica. La agricultura intensiva ha contribuido a la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas del país, donde se encuentran altas concentraciones de nitratos. Se han puesto en marcha medidas para fomentar las prácticas agroecológicas. Los métodos agroambientales (MAE) resultantes del programa valón de desarrollo rural constituyen un sistema de compensación financiera para los agricultores que, de forma voluntaria, han implantado prácticas que favorecen el medio ambiente. Estas prácticas se definen en un pliego de condiciones; incluyen, por ejemplo, el mantenimiento de estanques o praderas naturales, o el establecimiento de plantaciones respetuosas con las aves en los bordes de las parcelas. Casi uno de cada dos agricultores de Valonia participó en este programa en 2016. La aplicación de la Directiva europea sobre nitratos de 1991 condujo a la puesta en marcha en Valonia de un Programa de gestión sostenible del nitrógeno en la agricultura, con el fin de proteger la capa freática. También se ha renovado portercera vez un segundo Programa valón de reducción de plaguicidas dentro del plan nacional 2023-2027.

Calidad del aire

En 2017, la Comisión Europea planteó a Bélgica tres retos principales: gestionar la red Natura 2000, luchar contra la contaminación del agua y mejorar la calidad del aire. La Agencia Europea de Medio Ambiente estimó en 5.500 las muertes prematuras relacionadas con la contaminación atmosférica en Bélgica de aquí a 2022. ¿De dónde procede? Proviene de diversos contaminantes: partículas finas, dióxido de nitrógeno, ozono, etc., emitidos por el transporte, la calefacción, la producción de energía, la industria y la agricultura. El país ha tomado medidas para reducir estas emisiones. Para reducir el tráfico por carretera, se han creado "zonas de bajas emisiones" en las principales ciudades. Bélgica también ha introducido incentivos fiscales para la compra de vehículos con menos emisiones. En 2017, los resultados fueron desiguales: el país cumplió los valores umbral para las emisiones de partículas, pero se superaron los valores umbral para las emisiones de óxidos de nitrógeno. Esta situación se debe principalmente al tráfico rodado. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, casi el 80% de los desplazamientos se realizan en coche. Además de aumentar los incentivos fiscales, la Agencia recomienda reducir el volumen de tráfico mediante el cambio modal. Las asociaciones y los investigadores insisten en este último punto. Un cambio gradual de los vehículos motorizados al transporte público y a formas activas de movilidad, como la bicicleta y los desplazamientos a pie, sería una forma eficaz de combatir tanto la contaminación atmosférica como el cambio climático. En 2019, el Gobierno de Bruselas se comprometió a duplicar la cuota modal de la bicicleta en un plazo de 5 años. Asociaciones como Vélorution Bruxelles organizan eventos ciclistas amistosos para promover la movilidad suave y transmitir el mensaje.

Combinación energética y clima

El mix energético del país en 2022 tendrá una elevada proporción de energías bajas en carbono (67%), incluidas la nuclear y las renovables (principalmente la eólica marina, sector en el que se han realizado importantes inversiones). Se desglosa de la siguiente manera: 47% nuclear, 33% combustibles fósiles y 20% energías renovables. Esta combinación cambiará en los próximos años, con el abandono progresivo de la energía nuclear en 2025. Dos de los siete reactores nucleares del país ya se han cerrado definitivamente entre 2022 y 2023, pero el Gobierno ha decidido prorrogar el uso de otros dos reactores, los más recientes, hasta 2036...

Los principales sectores emisores de gases de efecto invernadero son el transporte, los sectores residencial y terciario (calefacción de edificios), la industria, la agricultura y los residuos. Entre 1990 y 2017, todas estas actividades redujeron sus emisiones entre un 20% y un 60%, a excepción del sector del transporte (+24%) y del sector residencial/terciario (+28%). En las clasificaciones publicadas por el Índice deDesempeño del Cambio Climático entre 2018 y 2022, Bélgica ha caído de la posición 32 a la 49, uniéndose a la categoría de países con una mala puntuación climática. Este resultado está vinculado al nivel de emisiones de gases de efecto invernadero del país (10 toneladas equivalentes deCO2 al año por habitante) y al aumento del consumo de energía. En 2023, sin embargo, el país ha remontado 10 puestos en la clasificación gracias al desarrollo de las energías renovables, en particular su capacidad eólica. Por último, las ONG señalan la ausencia de una política climática integrada y la falta de ambición y coherencia entre los distintos gobiernos. Se han tomado medidas para reducir las emisiones del sector del transporte (véase más adelante). En los sectores residencial y comercial, el gobierno ha introducido incentivos fiscales para fomentar la instalación de equipos eficientes desde el punto de vista energético y el aislamiento de las viviendas.

Gestión de residuos

Bélgica tiene uno de los mejores registros de Europa en lo que respecta al reciclaje de residuos de envases domésticos, con una tasa de reciclaje del 96% en 2017, excepto en el caso de los plásticos de envasado, para los que la tasa es del 40%. El país no dispone de instalaciones capaces de valorizar este tipo de residuos. La gestión de residuos incluye una política de prevención a través de la reducción en origen, la reutilización y la valorización material (reciclaje) o energética (incineración). Las iniciativas de economía circular empiezan a extenderse, y en 2021 deberían representar el 15% del total de puestos de trabajo en Bélgica. Sin embargo, este panorama tiene una cara más oscura: la exportación de residuos a países donde los costes de tratamiento son más bajos y la normativa más flexible, o incluso inexistente. Algunos residuos (residuos plásticos domésticos, residuos industriales y de la construcción) se trasladan a Turquía, Malasia, Vietnam e India, a menudo a vertederos ilegales, sin tener en cuenta la salud y la seguridad de las poblaciones locales. Según la ONG Greenpeace, en 2018 se exportaron 530.000 toneladas de residuos belgas a otros continentes, lo que convierte a Bélgica en uno de los mayores exportadores de residuos del mundo.

Sensibilización medioambiental e iniciativas locales

A finales de 2007, el Departamento de Cambio Climático del Servicio Federal de Salud Pública publicó los resultados de una encuesta nacional sobre el clima. La encuesta puso de relieve la aguda percepción que tienen los belgas de la urgencia del cambio climático. Los belgas están muy a favor de una transición energética. El medio ambiente parece ser la prioridad 1 para los belgas (81%), aunque afirman que la responsabilidad recae más en la industria y el transporte que en los individuos. Al mismo tiempo, los encuestados afirman ser muy respetuosos con el medio ambiente en su vida cotidiana: movilidad, estilo de vida, compras, aunque sean conscientes de los aspectos en los que se puede progresar (aislamiento térmico de los edificios). Entre las acciones emprendidas en el sector de la vivienda cabe citar proyectos de ecobarrios (en Bruselas, Ypres, etc.), viviendas sostenibles (en Tournai) y, más en general, renovación urbana. Los ciudadanos también han puesto en marcha iniciativas participativas de vivienda colectiva, tanto en la nueva construcción pasiva (Vinderhoute) como en la renovación de edificios existentes, donde los retos del ahorro energético son más acuciantes (Gante).