Timbre représentant Bartolomé de Las Casa © traveler1116 - iStockphoto.com (1).jpg
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Una identidad mixta

Tomemos unas líneas, como un breve respiro, para recordar que antes de la llegada de los europeos, Cuba estaba habitada, por un lado, por indios ciboneyes y, por otro, por taínos, una etnia cuya lengua y rica mitología confirman su vinculación con el continente sudamericano, aunque no sabemos con precisión con qué pueblo estaban emparentados, si con los mayas de Yucatán o con los yanomamis de la Amazonia. Viviendo de la cultura y la caza, organizados en sociedad sin que se planteara la cuestión de la propiedad privada, creyendo en el dios del bien y del mal, jugando a la pelota, un juego tanto como un ritual, nadie puede calcular cuánto duró este interludio encantado antes de que Cristóbal Colón desembarcara el 28 de octubre de 1492. Una cosa es cierta: se necesitaron menos de 50 años para que toda la población indígena fuera diezmada, a pesar de los rumores de la tradición oral de que los Cyboneys habían sobrevivido en las montañas. La masacre de Caonao -perpetrada por el conquistador Pánfilo de Narváez y sus hombres en 1513- tuvo un impacto indirecto en la literatura al convertirse en filosofía. En efecto, el dominico Bartolomé de las Casas asistió, impotente, a este trágico episodio que forjó su convicción de la necesidad de una conquista pacifista. Este es el punto de vista que apoyó durante la "Controversia de Valladolid" -debate organizado por Carlos V en 1550-, durante la cual se opuso a Juan Ginés de Sepúlveda, también hombre de la Iglesia, que afirmaba que los indios no pertenecían a la especie humana, y que, por tanto, no había razón para perdonarlos o dudar en esclavizarlos. El escritor francés Jean-Claude Carrière (1931-2021) retomó esta historia y su nombre en un texto que se ha convertido en un clásico, ahora disponible en la colección Papiers de Actes Sud.

La literatura floreció a pesar de todo en la desolada isla, primero bajo la pluma de Silvestre de Balboa Troya Quesada, nacido en Canarias en 1563 pero fallecido en Cuba en 1640, y del que se dice que es autor de la primera obra escrita en la isla, Espejo de paciencia, inspirada en un hecho real: el secuestro de un obispo por un corsario (¡francés!) que exigía un rescate. En el siglo siguiente, en 1730, el habanero Santiago Pita y Borroto (1694-1755) publicó en Sevilla una obra de teatro, Príncipe jardinero y fingido Cloridano

, que narraba el intento de seducción de un príncipe que se hacía pasar por jardinero para conquistar a su dama. Esta comedia caballeresca ofrecía una imagen picante de una corte real que, sin embargo, no estaba ambientada en un territorio concreto. La vida intelectual empezó a despuntar paulatinamente en el ámbito local, gracias a la creación de la Universidad de La Habana en 1728 y a la aparición de periódicos en los que publicaron poetas como Manuel de Zequeira y Arango (1764-1846), primer director del Papel Periódico de La Habana y futuro gobernador de Nueva Granada, y Manuel Justo de Rubalcava, su amigo, militar que también trabajó como escultor. Junto con otro poeta, Manuel Maria Pérez y Ramírez, que fundó varias revistas literarias, formaron un trío que llegó a ser conocido como "los tres Manueles". Para concluir este siglo y comenzar el nuevo, es necesario mencionar a dos hombres que iban a abrir un camino que desgraciadamente seguirían muchos de sus compañeros en el futuro, el del exilio político. El primero, el sacerdote Félix Varela (1788-1853), tuvo que precipitarse a Estados Unidos por sus opiniones y la publicación de un ensayo en el que defendía la abolición de la esclavitud. El segundo, José María Heredia y Campuzano (1803-1839), también tuvo que marcharse a Nueva York a toda prisa porque estaba implicado en el llamado asunto "de los soles de Bolívar", una conspiración secreta para librar a la isla de los colonos españoles. Publicó sus primeros versos -que prefiguran su posterior éxito Himno deldesterrado- en la metrópoli americana, desde donde mantuvo una abundante correspondencia con Domingo del Monte, eminente crítico literario de su tiempo y prolífico escritor de cartas.

Del Romanticismo al Modernismo

Otro caso sacudió a Cuba en la primera mitad del siglo XIX, la "conspiración de la escalera", en la que estaban implicados dos poetas que ciertamente no tenían más culpa que el color de su piel. De hecho, las sublevaciones de esclavos llevaban varias décadas y el supuesto complot de 1844 dio lugar a numerosos procesos, especialmente contra Juan Francisco Manzano, un poeta nacido esclavo en 1797, no pudo comprar su libertad hasta 1837, y más tarde escribió la tragedia Zafira, y Gabriel de la Concepción Valdes, un mestizo que usaba el seudónimo de "Plácido" y un cantante del movimiento romántico (La Flor de caña, A una ingrata, Al Yumurí

). Este último, muy famoso en su época y considerado también el padre del criollismo, fue sin embargo fusilado el 28 de junio de 1844 en Matanzas, cuando sólo tenía 35 años.

Ese mismo año, otra figura del movimiento romántico pensó que su vida había terminado. La cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda llevaba cuatro años viviendo en Madrid y acababa de tener su primer éxito con su obra Munio Alfonso. Por desgracia, la pasión la llevó a los brazos del poeta Gabriel García Tassara, que pronto la abandonó, embarazada, en esta ciudad extranjera. La dramaturga se despidió de su carrera en Adiós a la lira. Sin embargo, su destino no terminó ahí: el niño no vivió, se casó, enviudó dos veces, pero siguió publicando y acumulando honores. Como mujer, no fue aceptada como candidata a la Real Academia Española, lo que no le impidió ser proclamada poetisa nacional en su isla natal. Gertrudis Gómez de Avellaneda fue también la autora de la primera novela abolicionista, Sab (1841), que puede compararse con la obra Cecilia Valdés de Cirilo Villarde (1812-1894), que exploraba el racismo a través de una trágica historia de amor. Firme defensor de la independencia, tuvo que exiliarse pero nunca dejó de luchar. Sus restos fueron llevados a Cuba después de su muerte y colocados en una tumba anónima. Si el siglo XIX fue ya el de todas las luchas, fue también el de la forja de una identidad nacional, de ahí el auge de los movimientos llamados costumbrismo y siboneyismo, en los que participaron José María de Cárdenas y Rodríguez (Colección de artículos satíricos y de costumbres, 1847) y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (Rumores del hórmigo

, 1856). El romanticismo terminó probablemente con la muerte de Juan Clemente Zenéa, que fue fusilado en 1871 por su compromiso con la independencia. El movimiento del modernismo, por otra parte, estaría estrechamente vinculado a otro político: José Martí (1853-1895), "mártir de la lucha" y teórico del pensamiento castrista. Sus Vers livres pueden encontrarse en L'Harmattan, pero también es posible leer su "diario de campaña" de 1895, publicado en 2021 por el CIDIHCA con el título Seule la lumière est comparable à mon bonheur. El modernismo lo encarna también la deslumbrante Juana Borrero, que murió de tuberculosis a los 18 años, en 1896, y que tuvo el tiempo justo de publicar sus poemas en revistas literarias(La Habana Elegante o Gris y Azul) y de recibir el estímulo de un eminente poeta, amigo de Rubén Darío: Julián del Casal (1863-1893), autor de Hojas al viento (1890) y Bustos y rimas (1893).

Un siglo XX todavía turbulento

El nuevo siglo se inauguró en 1902 con la alegría de la primera declaración de independencia, que se vio rápidamente sofocada por un clima político complicado y un protectorado estadounidense en rápido crecimiento. No era una época de cultura, aunque se vislumbraban nuevas aspiraciones. Por ejemplo, el mestizo Nicolás Guillén se inspiró en la efervescencia de la literatura afroamericana en Estados Unidos (el movimiento del Renacimiento de Harlem) e inició el "negrismo" en sus colecciones Motivis de Son y Songoro Cosongo, aunque su poesía también se basó en otros temas, especialmente su amor por Cuba (Tengo), a pesar del exilio al que se vio obligado. En los años 40, las revistas sirvieron de altavoz para los poetas, como Orígenes, cofundada por José Lezama Lima (1910-1976), que no era ajeno a la poesía y publicó fragmentos de su obra más conocida, Paradiso, que se puede encontrar traducida en Points. Esta novela ofrece varias entradas, pero sobre todo ofrece una rica imagen de La Habana en los albores de la revolución. La relación de Lima con el gobierno fue complicada, pero incluso con muchos obstáculos, su influencia en los escritores de habla hispana de su época es innegable. Asimismo, Virgilio Piñera (1912-1979) fue censurado y condenado por su homosexualidad, y durante un tiempo optó por vivir en Argentina, donde escribió La silla de René (disponible en francés en Calmann-Lévy), publicado en 1952. Esta primera novela sigue siendo una obra inclasificable, pero ya es un clásico, aunque no hay que olvidar que a su autor se le prohibió durante mucho tiempo publicar y representar su obra teatral. Alejo Carpentier, gran viajero nacido en Lausana en 1904 y fallecido en París en 1980, es sin duda el escritor cubano con mayor reputación internacional. Él también fue encarcelado por sus compromisos, pero regresó a la isla donde creció después de la revolución, aprovechando su exilio parisino para hacerse amigo de los surrealistas franceses. Su obra -múltiple pero voluntariamente política, a veces incluso teñida de un toque de realismo mágico- fue publicada por Gallimard: Le Partage des eaux, Chasse à l'homme, Le Recours de la méthode

... A pesar de la atmósfera a veces envenenada, una nueva generación nacida en la segunda mitad del siglo XX encontró un eco más allá de las fronteras. Pedro Juan Gutiérrez, que nació en Matanzas en 1950 y que, en Trilogía de venta de La Havane (Albin Michel), no tuvo pelos en la lengua a la hora de describir el otro lado de la postal, invitando al lector a seguirle a los bajos fondos de su país, donde, a pesar de todo, un rayo de alegría ilumina a veces la desesperación. Leonardo Padura, su hermano menor en cinco años, dejó el periodismo para convertirse en guionista y escritor, sobre todo de novela negra. Su título más conocido, sin embargo, está más inspirado en la historia, ya que en El hombre que amaba a los perros se centra en Ramón Mercader, el asesino de Trotsky. También hay que mencionar Poussière dans le vent (Métailié, 2021), que ganó el Premio Transfuge a la mejor novela latinoamericana. Por último, la trayectoria de Zoé Valdés sugiere que no todo está resuelto, ya que la publicación de su libro Le Néant quotidien (Babel) le costó el exilio en París en 1995, donde aún permanece, por lo que contó del periodo castrista. La lista de sus novelas -y sus éxitos- no ha dejado de crecer desde entonces: Danse avec la vie, La Femme qui pleure, Les Muses ne dorment pas..