Wim Wenders a consacré un documentaire au groupe musical Buena Vista Social Club©Restuccia Giancarlo - Shutterstock.com.jpg

Cuba, tierra de cine

Mientras los operadores de los Lumière recorrían el mundo y los kinetoscopios de Edison invadían teatros y ferias, Cuba vio llegar el cine a su territorio a finales del siglo XIX. El 24 de julio de 1897, Gabriel Veyre organizó la primera proyección de la historia del país, a pocos pasos del Teatro Tacón, hoy convertido en el Gran Teatro de la Habana. Este cineasta fue también responsable de la primera producción cinematográfica de la isla, Simulacro de Fuego (1897), protagonizada por los bomberos de La Habana. Las primeras décadas del cine cubano fueron ricas en películas históricas, que se basaban felizmente en la literatura y las mitologías nacionales para alimentar una producción continua inspirada tanto en el cine de Hollywood como en las comedias francesas. Entre los principales cineastas de este periodo se encuentran Enrique Díaz Quesada, autor de los primeros largometrajes cubanos como El capitán Mambi (1914) y Duelo como en París (1916), y Ramón Peón, que realizó más de una docena de películas en la década de 1930, entre ellas La Virgen de la caridad (1930) y Romance del Palmar

(1938), protagonizada por la actriz y cantante Rita Montaner. En 1958, Cuba era un paraíso cinematográfico. Con más de 80 largometrajes producidos en la isla, y unos 600 cines en funcionamiento, el país superó a sus vecinos más grandes, como México, y rivalizó con los cercanos Estados Unidos. La Habana tenía entonces 134 cines, más que París e incluso que Nueva York en la misma época. La revolución y el establecimiento del control estatal sobre la industria cinematográfica cambiaron radicalmente la situación. Aunque el séptimo arte tenía un lugar real en la política de Fidel Castro, el boicot a las producciones americanas y la drástica reducción del número de películas disponibles supuso un terrible golpe para las salas de cine. En cuanto a las producciones nacionales, el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC) se fundó en 1959, bajo la dirección de Alfredo Guevara. Lejos de interrumpir o reducir la creatividad, ésta animó a los jóvenes directores a diversificar sus enfoques y a ir a contracorriente del cine "capitalista". El documental se convirtió en una forma propia en este nuevo movimiento, mientras surgían figuras como Tomás Gutiérrez Alea y Humberto Solás. Muerte de un burócrata (1966), Lucía (1968) y Memorias del subdesarrollo (1968) son algunas de sus ficciones más conocidas, representantes de lo que el guionista y director Julio García Espinosa llama "cine imperfecto". Un cine que es consciente de las luchas y los obstáculos que los cubanos pueden haber encontrado, y que los traslada sin filtro a la pantalla. Una herencia que, a pesar de la diversificación de las producciones, se mantiene en el cine cubano reciente. Cineastas como Fernando Pérez, con Clandestino (1987) o Suite Habana (2003), siguen reflexionando sobre la historia reciente de Cuba, en películas donde la música juega un papel fundamental. Hoy, a pesar de la reapertura a las grandes producciones de Hollywood, el ICAIC sigue siendo una institución importante en América Latina, y Cuba sigue siendo un centro neurálgico del cine latinoamericano. Prueba de ello es el renombre de su Escuela Internacional de Cine y Televisión, fundada en 1986 por Gabriel García Márquez, así como el del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que se celebra cada diciembre desde 1979 y otorga el codiciado Gran Coral del Cine. Una visita obligada para los amantes del cine que visitan la isla.

Cuando el mundo descubrió Cuba

Paraíso socialista para unos, refugio musical para otros, Cuba ha inspirado a muchos cineastas internacionales y ha atraído las cámaras de los más grandes directores. La historia de Ernesto (Che) Guevara ha sido, por supuesto, una de las fuentes de inspiración, pero las estancias de Ernest Hemingway o los ritmos del Buena Vista Social Club lo han sido también. El documental homónimo de Wim Wenders de 1999, Buena Vista Social Club , fue un éxito de crítica y ganó numerosos premios en Europa y Estados Unidos. Y las adaptaciones de la obra de Hemingway, como El viejo y el mar (1958), con Spencer Tracy, también forman parte del patrimonio cinematográfico de la isla, filmado en particular en la bahía de Cojimar. Para que conste, la primera película de Hollywood posterior a la revolución que se hizo en la isla también se basó en el escritor. Papa, dirigida por Bob Yari (2015), supone el regreso de las producciones americanas tras una ausencia de más de cincuenta años. Es una oportunidad para redescubrir en pantalla los lugares en los que vivió el autor entre 1939 y 1960, incluyendo su villa en la Finca Vigía, hoy convertida en museo, y el Bar El Floridita, fundado hace más de 200 años y todo un referente en la capital. Por último, es imposible hablar de Cuba en el cine sin mencionar la poco conocida obra maestra del cineasta ruso Mikhail Kalatozov, Soy Cuba. Este drama en blanco y negro, que se encuentra en el panteón de las grandes películas del siglo XX, fue mal recibido en su estreno y olvidado antes de ser redescubierto a finales de los años 90. Desde entonces, se ha convertido en parte integrante del patrimonio cinematográfico tanto ruso como cubano, y ganó un premio en Cannes en 2004 por sus técnicas innovadoras y su estilo único. Hoy en día, Cuba alberga un estilo diferente de producciones internacionales. Por ejemplo, encontrarás las calles de La Habana en Fast and Furious 8 (2018), así como en el thriller musical Guava Island (2018) protagonizado por Rihanna y Donald Glover aka Childish Gambino. Hace falta de todo para hacer a un cinéfilo.

Cines de Cuba

Por último, si tomamos prestado este título del trabajo de la fotógrafa Carolina Sandretto, que ha recorrido su historia con la ayuda de magníficos retratos, es porque el patrimonio arquitectónico de los cines de la isla es al menos tan interesante como las películas que se han proyectado en ellos. Las fachadas de estos cines, como el Cine Acapulco, el Cine Payret o el Riviera , iluminan las calles de La Habana, dando testimonio del glorioso pasado de un país que sigue enamorado del cine y está encantado de compartir esta fascinación con turistas y cinéfilos de todo el mundo.