17_pf_145515.jpg

Presentación y producción actual

el Larousse define un puro como "un pequeño rollo de hojas y fragmentos de tabaco, destinado a ser fumado". Una vez enrolladas las hojas (en movimiento de espiral), se obtiene un cilindro con dos extremos: uno es el "pie", que es el que se enciende, y el otro es la "cabeza", que se corta y se lleva a la boca. Un puro puede consumirse inhalando el humo producido por la combustión o simplemente manteniéndolo en la boca. Para un consumo óptimo, un buen puro no debe estar ni demasiado seco ni demasiado húmedo, por lo que se guardan en humidores adecuados. Si es usted fumador y quiere probar un buen habano, puede visitar el salón Cohiba Atmosphere de la capital y realizar una cata en condiciones

Etimológicamente, parece que la palabra cigarro procede del español cigarro, que a su vez viene de cigarra o de la palabra maya zicar, que significa "fumar". Según las crónicas históricas de Hernández de Boncalo, que fue el primero en importar semillas de tabaco a Europa (1559), las primeras plantaciones españolas se ubicaron en una zona de los alrededores de Toledo, Los Cigarrales, llamada así por las frecuentes invasiones de cigarras

Históricamente, el tabaco comenzó a cultivarse en otras partes del Caribe desde mediados del siglo XIX, sobre todo en Florida, durante las primeras migraciones de los plantadores cubanos. Más tarde, el valle de Connecticut (Estados Unidos) también se convirtió en una importante zona de producción. Más tarde, México, la República Dominicana y Honduras se volcarían en este cultivo. En Cuba, el 80% de la producción nacional actual se encuentra en cinco de las ocho provincias donde se cultiva el tabaco (hay catorce provincias): Semi Vuelta, Partido, Remedios, Oriente y Vuelta Abajo, esta última, a 150 km de La Habana, es el baluarte del tabaco cubano. Allí, en las vegas (plantaciones de tabaco) de los valles que rodean Pinar del Río, se producen unas 40.000 toneladas de tabaco al año Aunque la industria del tabaco es un monopolio estatal, los pequeños agricultores independientes se encargan de cultivarlo. Cada agricultor tiene derecho a 60 hectáreas, con un rendimiento máximo de 40.000 plantas de tabaco por hectárea Sin embargo, la mayor parte de los ingresos generados por esta producción van a parar al Estado. Se calcula que la producción anual cubana es de 300 millones de habaneras, ¡la mitad de las cuales se destinan a la exportación!

Biografía de una habanera

Antes de poder degustar un buen puro, el fumador exigente debe ser paciente: desde la siembra hasta la cata, 171 etapas y varios años jalonan la vida de un habano Los vegueros -agricultores especializados en el cultivo del tabaco- cuidan con esmero las preciadas hojas y transmiten los secretos del habano de una generación a otra. Estas son las principales etapas de la vida de un puro cubano:

De la siembra a la cosecha. Algún tiempo antes de que llegue el otoño, los plantadores ponen las diminutas semillas de tabaco a germinar en los viveros. Seis semanas después, se obtienen brotes de 18 centímetros y se trasplantan a los lechos meticulosamente preparados. A partir de ese momento, los vegueros no tienen un momento de descanso: el cuidado de las plantas de tabaco es tan exigente como el cultivo de la vid.

Eliminación de hojas. El trabajo de recolección dura tres meses, desde finales de diciembre hasta finales de marzo. Cada planta de tabaco se cosecha varias veces seguidas: primero las inferiores (que se utilizarán para hacer la tripa, el interior del cigarro), y luego las superiores (más grandes y que proporcionan magníficas envolturas, la envoltura exterior del cigarro). La importancia de esta etapa de deshojado radica en que el aroma del tabaco cosechado está directamente relacionado con la calidad de la savia retenida por las hojas.

Curado. Una vez cosechadas, todas las hojas se secan en grandes cobertizos: las casas de tabaco. El proceso de secado, que dura unos dos meses, permite que las hojas se marchiten. Durante esta etapa de fermentación, el reto consiste en eliminar las materias nitrogenadas y las resinas de las hojas, al tiempo que se ponen en marcha las bacterias, de forma similar al moho de un queso. Una vez terminada la segunda fermentación, se escurren las ligas de tabaco. Aquí es donde entran los peladores. Estas obreras tienen la tarea de arrancar el nervio medio de cada hoja. Inmediatamente después de esta etapa, las hojas se almacenan en cajones para iniciar una tercera fermentación, ¡que puede durar varios años! Para apreciar bien estas tres primeras etapas, hay que ir al Valle de Viñales: el pueblo está rodeado hasta donde alcanza la vista por plantaciones de tabaco que se pueden visitar, como Dalia y Millo

Haciendo La Habana. Para que el puro, el cigarro habano puro, tome su forma final, debe pasar por las manos artísticas de los hombres y mujeres que los elaboran. Cada marca de puros trabaja con especialistas que seleccionan las hojas de diferentes variedades de tabaco. Cabe mencionar que para cada cigarro se requieren no menos de cinco especies: tres para la tripa, una para el ligante (que une la tripa con la envoltura) y una para la capa. Es en las tabacaleras donde se produce la magia.

Con una destreza que impone respeto, los torcedores realizan su tarea a una velocidad vertiginosa, y rara vez cometen un error de más de una décima de gramo. Seleccionan las hojas, las enrollan, las cortan y luego las reúnen en paquetes de 25 o 50 unidades. Por término medio, un torcedor puede hacer entre 120 y 150 habaneras al día, que luego se almacenan en armarios especiales durante dos o tres semanas, el tiempo que tardan en perder el exceso de humedad. Por último, los puros se revisan, se clasifican por colores y se embalan en cajas de cedro. Para ser testigo de este apasionante capítulo de la vida de un puro, basta con visitar una de las muchas fábricas de Cuba. En La Habana se encuentran las principales, como la de Partagás.

Conservación y humidificación de puros habanos. Como el vino, el puro mejora con el tiempo. Durante los dos primeros años de su vida, suele exudar una cantidad muy pequeña de aceite llamada flor. Al abrigo del sol y del frío, sufre una lenta y discreta metamorfosis. Con los cuidados adecuados, un buen habano puede conservarse durante unos quince años, e incluso más, dependiendo del cigarro. Para hacer algunas compras, piense en los fabricantes oficiales(Upmann, La Corona, Partagás, Romeo y Julietta), así como en la tienda Casa del Habano(Habana Vieja pero también Varadero), también recomendada.