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Fiestas típicas

Los fuegos de San Juan: focs de la sant joan

La noche de san Juan, que se celebra el 23 de junio, es una cita ineludible, con hogueras que iluminan la noche del solsticio de verano desde todos los ángulos. Todo comienza el domingo anterior a san Juan Bautista con la Trobada del Canigó: centenares de hombres, mujeres y niños inician la subida al Canigó desde el refugio de Les Cortalets, cantando canciones tradicionales, llevando en sus manos ramas, haces de leña o incluso simples ramitas. Cada haz de leña representa un pueblo catalán del norte y del sur. En el interior de cada una de ellas se escriben deseos en pequeños papeles, que luego se colocan alrededor de la cruz del Canigó. El simbolismo es muy fuerte, porque la construcción de esta inmensa pira solo es posible con la cohesión de todos y de todo un pueblo que se reunirá de nuevo durante esta noche mágica. El 22 de junio, tres jóvenes montañeros cogen una antorcha y la llama del fuego que se mantiene encendido desde 1964 en la Casa Païral (al pie del Castillet, en Perpiñán). A continuación, se dirigen a la cima del Canigó y prenden fuego al inmenso montículo de madera a última hora de la noche. Esta luz, situada a 2764 metros de altura, es visible, como un faro, desde cientos de kilómetros de distancia. Inmediatamente, los corredores, con lámparas de campaña en mano, descienden por las laderas del monte sagrado y distribuyen la llama a los portadores de antorchas que parten en todas direcciones y se detienen en cada pueblo para encender las hogueras de san Juan entre los aplausos y los vivas de los habitantes. Como por arte de magia, podemos seguir el avance de esta llama que, de minuto en minuto, ilumina todas las cumbres del Pirineo catalán, pero también los estadios y las plazas. Visto desde arriba, el país catalán parece un inmenso cielo estrellado, con el regreso del fuego sagrado a Perpiñán como apoteosis. Allí, escaladores experimentados suben los treinta metros de la fachada del Castillet llevando a sus espaldas una antorcha encendida con la que encenderán el pebetero en la parte superior del edificio. El círculo se completa, y el pueblo catalán sella así su unidad en la alegría y la paz, como una promesa que se renueva cada año.

Esta llama, que expresa la hermandad entre los pueblos, es tan importante que, desde 2010, la Generalitat de Cataluña ha declarado Sant Joan como la fiesta nacional de los países catalanes.

El día de san Juan es mucho más que una fiesta religiosa tradicional, también es una noche especial para recoger hierbas mágicas. No olvide recoger las cuatro plantas sagradas (orpina, siempreviva, hierba de san Juan y nuez) para componer el ramallet de bonaventura y regalarlo a sus seres queridos como amuleto de buena suerte. Se dice que protege las viviendas y a sus ocupantes.

Navidades con un plus

En los belenes catalanes, hay un pequeño extra… Fíjese bien en los que ve expuesto durante la época navideña. ¿Ha notado algo especial? Sí, lo ha visto, ese pequeño personaje agazapado en la esquina de los belenes. Es el famoso caganer, literalmente el cagón. No está soñando, efectivamente está defecando. Este atípico santón, vestido tradicionalmente con traje catalán, simboliza la prosperidad y repele los malos augurios. Además, sus excrementos hacen que la tierra sea fértil y, por tanto, mejoran las futuras cosechas. También es un recordatorio explícito de que todas las personas son iguales en lo que respecta a las funciones biológicas. La figura apareció en el siglo XVII y en la actualidad cambia de aspecto cada año, adoptando irónicamente los rostros de políticos, artistas o deportistas de élite

Fiesta de Sant Jordi

El 23 de abril, día de Sant Jordi, los catalanes celebran el amor y el libro. En este día, los hombres regalan una rosa a su pareja y, a cambio, las mujeres regalan un libro a la persona que aman. Es una especie de san Valentín al estilo catalán, pero con un toque cultural.

Sant Jordi fue un soldado romano nacido en el siglo III en Capadocia (actual Turquía). Sirviendo bajo el emperador Diocleciano, fue ejecutado por negarse a obedecer. La popularidad de su culto fue tal que, con el tiempo, aparecieron historias legendarias y fantásticas sobre su personaje. Así, en muchos relatos se dice que murió como mártir por ser cristiano o por negarse a perseguir a los cristianos. No fue hasta el siglo XI cuando apareció la leyenda de la lucha contra el dragón, que también tiene multitud de versiones. Esta es nuestra versión: hace mucho, mucho tiempo, un terrible dragón infundía miedo a los habitantes de una ciudad llamada Silène o Montblanc. Solo una ofrenda diaria de dos corderos conseguía mantenerlo tranquilo, pero a tal ritmo, los corderos se agotaron y la población tuvo que recurrir a alimentarlo con seres humanos. Cada día, la lotería elegía una persona para ser sacrificada. El día que Jordi se detuvo en la ciudad, la única hija del rey fue víctima de un destino fatal. Al ver que la hermosa joven era conducida, entre lágrimas, ante la guarida del dragón para ser devorada, se le heló la sangre. Con solo su valor y determinación, montó en su caballo blanco, hizo la señal de la cruz y blandió su larga espada. El valiente caballero mató al dragón tras una dura lucha. De la sangre aún caliente de la bestia, que se derramaba por el suelo, creció un rosal con flores rojas. Sant Jordi cogió una y se la ofreció a la princesa. Este acto heroico, que simboliza la victoria del Bien sobre el Mal, hizo que el caballero fuera santificado y reconocido como patrón de Inglaterra y Cataluña. La tradición de regalar una rosa a la persona amada el 23 de abril se remonta al siglo XV, cuando Jordi se convirtió en el patrón de la ciudad de Barcelona y se celebraron ferias de rosas para la ocasión.

Pero, ¿por qué los libros? Esta costumbre sólo se remonta a 1926 y nació del deseo del escritor valenciano Vicent Clavel Andrés de celebrar una fiesta del libro. La primera fiesta del libro se llevó a cabo el 7 de octubre. En 1930, la fecha se cambió al 23 de abril, en honor a Miguel de Cervantes y William Shakespeare, que murieron el 23 de abril de 1616. Desde entonces, la de Sant Jordi es una importante cita anual de ventas literarias, que autores y editores aprovechan para presentar sus novedades. Ese día, o más concretamente, el fin de semana más cercano al 23 de abril, una densa multitud de personas pasea por las calles y plazas de Perpiñán entre los numerosos puestos de venta de libros y rosas.
En 1995, la Unesco declaró el 23 de abril Día Mundial del Libro y de los Derecho de Autor, dando a Sant Jordi todo su significado, es decir, la victoria del conocimiento sobre el oscurantismo, con la rosa roja como símbolo de la sangre del dragón.

La procesión de la sanch

Esta procesión, única en Francia y que atrae a miles de espectadores cada año, se celebra en Perpiñán cada Viernes Santo desde 1416. Simboliza el camino de la cruz de Cristo el Viernes Santo, el día de su crucifixión. No se deje engañar por sus aspectos folclóricos, porque todo lo relacionado con las celebraciones de la Semana Santa y la Pasión está perfectamente regulado y programado minuciosamente desde hace seis siglos. A las 15 horas, partiendo de la iglesia de Santiago, una lenta y silenciosa procesión de unos 700 penitentes, ataviados con una caparutxa negra y a menudo descalzos, llevan a hombros los pesados e imponentes Mistéris (36 representaciones a tamaño natural de las escenas de la pasión de Cristo). A la cabeza de la procesión, el Regidor, vestido de rojo, marca el ritmo de la marcha con su campana de hierro. La marcha de los penitentes dura casi tres horas por las calles del casco antiguo, pasando por la catedral de Santiago antes de volver al punto de partida. Hay que vivirlo al menos una vez en la vida, tanto si se es creyente como si no, por el ambiente especial que emana de la procesión y que hace enmudecer a la multitud.

Los castellers

«Força, Equilibri, Valor i Seny», en español: «Fuerza, equilibrio, valor y sabiduría», es el lema de estos hombres que construyen torres humanas de geometría armoniosa. Los castellers, cuyo nombre procede de la palabra catalana castell («castillo»), son constructores de torres humanas con estructuras complejas y diferentes alturas (algunas pueden alcanzar el equivalente a un edificio de cinco plantas) que siguen un código preciso. Catalogada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco desde el 16 de noviembre de 2010, esta tradición, sin duda la más significativa de la cultura catalana, se remonta al siglo XV. Se trata de un impresionante espectáculo participativo que combina fuerza, agilidad y flexibilidad y que suele tener lugar en una plaza pública. Más que un evento festivo, es una filosofía de vida, una demostración de cooperación, trabajo en equipo, solidaridad, abnegación, concentración, coraje, fuerza física y mental, en la que hombres, mujeres y niños, independientemente de su edad, origen social y características físicas, son esenciales para la construcción del edificio, debiendo cada uno de ellos confiar en los demás antes de convertirse en un pilar a su vez.