Statue de Manuel Zeno Gandia à San Juan © eddtoro - Shutterstock.com.jpg
Julia de Burgos © spatuletail - Shutterstock.Com .jpg

Los orígenes

Decir que lo sabemos todo sobre los primeros habitantes de Puerto Rico sería una mentira, a lo sumo podemos estimar que el archipiélago fue sucesivamente poblado por los Ortoiroides, los Igneris y luego por los Taïnos que se convirtieron en la mayoría, sin poder datar su llegada ni precisar su origen (algunos, sin embargo, acercan estas últimas llegadas a los mayas, contando con la proximidad de mitos como los que aparecen en el Popol Vuh). Si algunas de sus leyendas y prácticas chamánicas han sobrevivido, sobre todo gracias a la tradición oral, decir que la cultura india fue preservada por los españoles sería negar la brutalidad de la colonización y luego de la esclavitud, a la que más tarde también se vieron obligados los africanos para ocupar el lugar de los taínos que habían sucumbido a las enfermedades y al castigo. Esto explica que los primeros escritos fueran compuestos en su totalidad por descendientes de colonos, como Juan Ponce de León II (1524-1591), gobernador de Puerto Rico, que escribió una presentación de las Antillas (Memorias de Melgarejo

) a petición del rey de España, en la que, sin embargo, incluyó elementos sobre las creencias y la lengua de los taínos, o el sacerdote Diego de Torres Vargas (1590-1649), también nacido en San Juan, que elaboró una descripción detallada de su ciudad natal. En cuanto a la literatura, el padre Francisco Ayerra de Santa María suele ser considerado el primer poeta puertorriqueño, aunque abandonó el archipiélago en su juventud para establecerse en México, donde permaneció hasta su muerte en 1708. Sus versos, de inspiración religiosa e histórica, fueron celebrados hasta el punto de ser incluidos en numerosas antologías. A finales de siglo, un español al que no se le había dado la posibilidad de elegir destino por sus problemas con el ejército desembarcó en Puerto Rico. Sin embargo, le acabó gustando e incluso terminó su vida allí. Aunque se dice que Juan Jacinto Rodríguez Calderón (1770-env.1840) estuvo involucrado en otros negocios turbios, no por ello fue menos escritor y sobre todo fue el iniciador de un verdadero avance para la literatura y el periodismo puertorriqueños, ya que contó con una prensa importada del continente americano. Su colección Ocios de la juventud, poesías varias, en diferentes metros castellanos, se convirtió, en 1806, en el primer libro impreso en el archipiélago. Como reflejo de su equívoca personalidad, su lenguaje poético se plasmó en cuarenta textos, que van desde los chistes jocosos hasta las más estrictas lecciones morales. Ese mismo año, el gobierno colonial creó la primera "Gaceta" de Puerto Rico para promulgar sus ideas... pero esto no fue suficiente para frenar la ola de protestas que pronto se extendería, y que costaría el exilio a muchos escritores y periodistas.

Un comprometido siglo XIX

Fue en las columnas de la Gaceta de Puerto Rico donde María Bibiana Benítez Batista (1783-env.1875) publicó La Ninfa de Puerto Rico en 1832, que no sólo fue el primer poema publicado por una mujer, sino que también presagió la tendencia romántica que estaba por venir y, en la misma línea, un patriotismo que pronto iba a impregnar el mundo literario. De hecho, utiliza una metáfora para representar a su isla natal en forma de cordero que aparece en el escudo de Puerto Rico, destacando su mansedumbre y pasividad, que sólo puede entenderse en el contexto de la dominación de la corona española. En efecto, se afirmaba una identidad nacional, combinando el orgullo como el que se encuentra en las obras de su sobrina, Alejandrina Benítez de Gautier (1819-1879), también poeta de renombre, que en La Patria del Genio, por ejemplo, rinde un sentido homenaje al artista José Campeche, y consideraciones sociales como en El Gibaro de Manuel A. Alonso Pacheco (1822-1889). Este texto seminal, publicado en 1845, retrata en verso al "Jíbaro" (como se escribe hoy), el agricultor que cultiva la tierra de forma tradicional y se gana la vida con el fruto de su trabajo. Del reconocimiento a la reivindicación, del patriotismo a la militancia, sólo hay un paso que Alonso Pacheco da, y en paralelo a su obra poética dedicada a su país, se involucra en el movimiento liberal reformista y dirige su publicación, El Agente

.

Al igual que él, Alejandro Tapia y Rivera (1826-1886) libró sus propias batallas, en particular contra la esclavitud (que no fue abolida "oficialmente" hasta 1873, un poco más tarde en realidad) y sobre todo en favor del patrimonio histórico. Dejó obras de teatro y biografías que tomaron como fuente de inspiración a figuras tutelares -desde el cacique taíno Guarionex hasta el explorador Vasco Núñez de Balboa- y los cimientos de la que sería la biblioteca municipal más antigua de Puerto Rico en Ponce. Su casi contemporáneo Ramón Emeterio Betances, nacido en 1827, se ganó el apodo de "Padre de la Patria" con sus obras, que incluían tanto teatro como ensayo (escribió "proclamas", manifiestos), y sobre todo con su compromiso político. Alimentado por la revolución francesa de 1848, en la que había participado, y por el movimiento independentista cubano, del que se sentía hermano, creó el Comité Revolucionario Puertorriqueño desde Nueva York, donde vivía en total clandestinidad tras su exilio forzoso por motín. Aunque esta revuelta fue rápidamente reprimida, obligó a España a conceder al archipiélago una mayor autonomía... hasta que 30 años más tarde estalló la Guerra Hispano-Americana, que supuso la venta de Puerto Rico a Estados Unidos. Su amigo Eugenio María de Hostos (1839-1903) se ganó una reputación como sociólogo, mientras trabajaba para construir un sistema escolar más igualitario. También produjo varios textos, el más famoso de los cuales es La Peregrinación de Bayoán

(1863). El siglo XIX se caracterizó así por el compromiso de los escritores, en una época en la que las esperanzas más deslumbrantes dieron paso a algunos avances... y a una triste desilusión. También podríamos mencionar a Lola Rodríguez de Tió (1843-1924), activista feminista que escribió letras revolucionarias al son de la boriqueña durante uno de los exilios que sufrió, el autor romántico José Gautier Benitez (hijo de Alejandrina, nacido en 1848 y fallecido en 1880), que también fue muy apreciado por su poesía patriótica, o el médico Cayetano Coll y Toste (1850-1930) que se interesó por la historia y recopiló Leyendas y tradiciones puertorriqueñas.

Riqueza y modernidad

En 1855 nació Manuel Zeno Gandía, que se convirtió en médico, independentista y escritor. LaCharca, que publicó en 1894, después de haber ensayado primero el género poético, se considera por tanto la primera novela puertorriqueña. También en este caso, la escritura se hace evidente cuando el autor se propone describir la triste condición de los campesinos pobres sometidos a los deseos de los ricos terratenientes. Repitió con Garduña, El Negocio y Redentores, que también se convirtieron en clásicos. Si Zeno Gandía es el padre de la novela, José de Diego y Martinez (1866-1918) es el padre de la poesía moderna, gracias sobre todo a Pomarrosas, Jovillos y Cantos de Rebeldía. Al mismo tiempo, la prensa se expandía e innovaba. Virgiol Dávila dirigió un semanario cofundado con el músico Braulio Dueño Colón, y se dedicaron a popularizar las Canciones Escolares, mientras que Nemesio Canales creó La Revista de las Antillas

con Luis Lloréns Torres. Finalmente, la anarquista Luisa Capetillo (1879-1922) e Isabel Andreu de Aguilar (1887-1948) continuaron la lucha por los derechos de la mujer.

El siglo XX fue, pues, sinónimo de entrada en la modernidad, mientras que la literatura se orientó hacia el modernismo y luego hacia el posmodernismo, dos tendencias en las que participó Francisco Matos Paoli (1915-2000). Su abundante obra -desde el Canto a Puerto Rico de 1952 hasta el Decimario de la Virgen de 1990- le llevó incluso a ser considerado para el Premio Nobel. Julia de Burgos fue galardonada con el Premio Ataneo Puertorriqueño por Canción de la verdad sencilla, y aplaudida por el Instituto de Literatura Puertorriqueña por su ensayo Ser o no ser es la divisa

(1946), en el que predicaba a favor de la independencia. Perdió la vida a los 39 años en 1953 en Nueva York, ciudad que pocos años después se convertiría en el centro neurálgico del "Movimiento Nuyorican", palabra compuesta por neoyorquino y puertorriqueño, que en un principio era un insulto pero que Miguel Algarín, uno de los tres miembros fundadores junto a Miguel Piñero y Pedro Pietri, hizo suya. Este amplio movimiento cultural, que también incluía a artistas y músicos, tuvo su sede en una antigua escuela, la PS 64, que pasó a llamarse Centro Comunitario Charas/El Bohío. Será el emblema del exilio al que se entregarán los puertorriqueños que huyen de la miseria provocada por el monocultivo de la caña de azúcar impuesto por Estados Unidos. Muchos escritores y dramaturgos están asociados a ella: Edwin Torres, Edgardo Vega Yunqué, Luz María Umpierre, Tato Laviera... Nueva York es también el escenario de la mayoría de las novelas de Manuel Ramos Otero (1948-1990), el primer escritor puertorriqueño que salió del armario como homosexual. Sus libros(El Cuento de la Mujer del Mar, Página en blanco y staccati...), a veces crudos y siempre comprometidos, provocarán cierta polémica. ¡La obra de su amiga Giannina Braschi, nacida en 1953, también puede vincularse claramente a la vanguardia, sobre todo porque, al detenerse en el destino de los emigrantes puertorriqueños, juega con el choque de culturas y lenguas, especialmente en Spanglish Yo-Yo Boing! Ellos abrirán el camino a autores como Larry La Fountain, nacido en San Juan pero residente en Estados Unidos, cuya obra se centra principalmente en la cultura queer y cuya obra poética, teatral y novelística está protagonizada por personajes homosexuales(Mi nombre, masa multidinaria, Uñas pintadas de azul, etc.), o Yolanda Arroyo Puzarro, criada en Cataño y cuya obra ¿Adónde va el amor? La literatura contemporánea no está muy bien representada en la traducción francesa por el momento, pero algunos de sus autores empiezan a ser exportados, como Marya Santos-Febres, publicada por Zulma(Sirena Selena, La Maîtresse de Carlos Gardel).