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Una explosión destructiva

María. El nombre de la Virgen, tan querido en esta isla católica, no le trajo suerte. Los puertorriqueños siguen traumatizados por el huracán María, el de mayor categoría 5 que azotó su isla en 2017 y que se cobró 3.000 vidas. Los árboles siguen luchando por recuperarse de los vientos de 250 km/h que arrancaron su follaje y, combinados con las inundaciones, acabaron con el 80% de sus cultivos. Además de los importantes daños en las infraestructuras (se tardó un año en reconstruir la red eléctrica), los daños en la biodiversidad causados por el temporal, el más intenso en la isla desde 1928, son colosales. Un estudio de 2018 estima que 30 millones de árboles fueron derribados en Puerto Rico. Los insectos, los reptiles, las aves y los mamíferos han perdido su orientación, su refugio y su alimento. Aunque los bosques tienen una asombrosa propensión a regenerarse, se espera que la recuperación total tarde varios años, sobre todo porque este restablecimiento ha beneficiado a las plagas introducidas en la isla por los humanos, como la iguana.

Playa para todos

Desde su elección al gobierno en 2016, renovada en 2020, el Partido Nuevo Progresista ha emprendido una amplia campaña de privatización, dejando la puerta abierta a numerosos inversores. Una a una, las playas públicas están cayendo en sus manos, para ser sembradas con complejos hoteleros, en detrimento de la biodiversidad. Dos proyectos en particular han despertado la ira de los lugareños: Ocean Park y Dorado Beach. Sin embargo, donde ahora florecen las pistas de tenis, solían desovar la vulnerable tortuga laúd(Dermochelys coriacea) y la tortuga carey(Eretmochelys imbricata), en peligro crítico de extinción. Esta privatización masiva de las playas dio lugar al movimiento Las playas son del pueblo. Las victorias son pocas, pero dan esperanza a los activistas, como cuando en febrero de 2022 un juez anuló la construcción de un condominio privado en Rincón.

La revuelta de los ecologistas

Al igual que el movimiento contra la privatización de las playas, muchos otros han florecido en Puerto Rico en las últimas décadas. Uno de sus líderes, Luis Jorge Rivera Herrera, ha recibido incluso el prestigioso premio medioambiental Goldman. Luchó por salvar del desarrollo el Corredor Ecológico del Nordeste, una reserva natural que alberga unas 50 especies raras y en peligro de extinción. En lugar de marismas y manglares, iban a surgir campos de golf y complejos turísticos de hormigón, eliminando el estatus de reserva natural protegida de la zona. Luis Jorge Rivera Herrera combinó una estrategia legal con la búsqueda de apoyo público, y finalmente consiguió que una gran parte de la zona fuera reclasificada como reserva protegida.

En la misma línea, el Museo Casa Pueblo se creó en el corazón de las montañas de Puerto Rico en 1980, en protesta por la voluntad del gobierno de explotar 17 yacimientos de metales preciosos y destruir así 17 hectáreas de excepcional riqueza ecológica, al tiempo que se contaminaba el agua potable. Fueron necesarios quince años de dura lucha para conseguir que el gobierno diera marcha atrás. Desde entonces, este lugar comunitario sigue luchando por la protección del medio ambiente, al tiempo que invita a los ciudadanos a implicarse y participar en talleres de concienciación ecológica.

Cobayas militares

Durante mucho tiempo, Puerto Rico fue utilizado como conejillo de indias para que el ejército estadounidense probara su arsenal. Las pruebas no cesaron hasta 2003, pero el territorio sigue llevando las cicatrices de ese periodo. La isla de Vieques, en particular, fue la más afectada por las pruebas del Agente Naranja, un herbicida que el ejército estadounidense utilizó durante la guerra de Vietnam para vencer la espesa selva en la que se escondía el Viet Cong. Veinte años después de la interrupción de las pruebas, los habitantes de la pequeña isla de Vieques siguen teniendo una tasa de cáncer tres veces superior a la de sus conciudadanos, mientras que la selva contaminada lucha por volver a su forma original.

Una isla de biodiversidad

A pesar de su pequeño tamaño, limitado por el mar Caribe, la isla ofrece numerosos ecosistemas: bosque tropical húmedo, bosque tropical seco, manglares, lagunas, ríos... Cuenta con un número especialmente elevado de especies endémicas. Sin embargo, como suele ocurrir en las islas, la diversidad de especies es bastante limitada. Así, los únicos mamíferos autóctonos de la isla son los murciélagos. Todos los demás, incluso los monos, han sido introducidos por el hombre

Sin embargo, sin depredadores naturales, estas especies introducidas se convierten rápidamente en un peligro para las especies autóctonas. Por ejemplo, las ratas son una gran amenaza para las salamanquesas de Monito(Sphaerodactylus micropithecus), una especie que sólo se encuentra en dos lugares del mundo, en la pequeña isla de Monito. Cuando se intentó contabilizar el número de individuos de este raro reptil en la década de 1980, sólo se contaron 18. La amazona puertorriqueña(Amazona vittata), una especie de loro también endémica del archipiélago, está amenazada por los gatos. Antes era muy abundante, pero ahora está en la lista de especies en peligro crítico, aunque es la última especie de loro de la isla. Ya ha desaparecido de las islas de Vieques y Mona, debido a la destrucción de su hábitat. La biodiversidad se ha visto afectada por la deforestación que tuvo lugar en el siglo XIX para dar paso a los cultivos. La súbita desaparición de los insectos es también una medida de la biodiversidad: en 35 años, el 80% de los insectos ha desaparecido de las copas de los árboles y el 98% del suelo.

Parques nacionales: joyas ecológicas

Puerto Rico cuenta con 36 reservas naturales y 19 bosques o parques nacionales. El más famoso es, sin duda, el Bosque Nacional el Yunque, una selva tropical virgen que, con 4 millones dem3 de agua al año, recibe una gran cantidad de agua. Esto explica sin duda su densa vegetación, que ofrece un refugio privilegiado a muchas especies, algunas de ellas endémicas. Una de ellas, la rana coquí (Eleutherodactylus coqui

), se ha convertido incluso en el símbolo de la isla.

El Bosque Estatal de Toro

Negro, más pequeño y menos visitado, cubre un ecosistema similar, con una diferencia: el punto más alto de Puerto Rico, el Cerro da Punta, se encuentra entre sus límites. La gran amplitud del relieve y la importante hidrografía (9 ríos cruzan el parque) ofrecen un verdadero paraíso para la biodiversidad. Así, cuarenta especies de plantas residentes son endémicas de la isla, principalmente orquídeas y helechos. Más al norte, el Bosque Estatal de Piñones es el mayor sistema de manglares del territorio. El manglar, que cubre el 70% del parque, está formado principalmente por diferentes especies de manglares, pero también hay otros ecosistemas: playas, arrecifes, praderas marinas, ¡e incluso una laguna bioluminiscente!